Michel Foucault afirmó hace unos años, y retumba en muchas universidades que hacen jueces y abogados, que la cárcel moderna, o panóptico tiene en su origen un responsable teórico, un inventor oculto: san Juan Bautista de la Salle (1651-1719).
Algo sobre el extraño método de Foucault
Comencemos con una cuestión un poco abstracta pero necesaria que se relaciona con el método que utiliza el conocido filósofo francés para dar con semejante tesis. Ese método, es una relectura de uno que ya había usado antes Nietzsche: la genealogía. Que dice simplemente que para entender o explicar un acontecimiento del presente se debe buscar su “mal origen” en el pasado. Por lo tanto no hay escape. En el principio siempre supone Foucault encontraremos algo abiertamente malo, violento contra el hombre. De la Salle sería entonces esa “maldad” encontrada en el origen de la historia de la cárcel moderna.
San Juan Bautista de la Salle es conocido universalmente, por fuera y dentro del catolicismo como el padre fundador de la escuela moderna. Ahora bien, la tesis de Foucault, dice no juzgar la personalidad moral de la Salle. Tanto el llamado estructuralismo como al post-estructuralismo, fueron y son movimientos intelectuales que se manifestan reacios a juzgar personalmente a nadie. Porque eso sería hacer un análisis moral de tipo burgués y anacrónico que ellos siempre creyeron evitar. En ese sentido el análisis o juzgamiento debería caer sobre lo que haga y escriba, en este caso, de La Salle. Y como veremos más adelante la escuela pensada y practicada por de La Salle no tiene en su discurso ni en sus prácticas ninguna relación con la el sometimiento carcelario. Pero veamos eso un poco después. Antes terminemos de entender este singular método que utiliza Foucault para arribar que la escuela es el origen de la cárcel. Si quiero relacionar cosas muy disímiles necesariamente tendré que ir asociando en el camino elementos muy diferentes entre si. Al momento de justificar semejante extrañeza Foucault afirma que históricamente entre la escuela moderna de La Salle de mediados del siglo XVII y “el nacimiento de la prisión” o cárcel moderna, a fines del siglo XVIII, se irá describiendo una trama unificadora alrededor de un singular “método de dominación general”.
Para el lector esto puede sonar muy abstracto, y lo es en el peor de los sentidos, pero al menos intentemos dejar en claro que no existe ningún tipo de justificación que apoye una búsqueda histórica que pueda unir a lo largo de tres siglos dos instituciones por el solo hecho de que en ambas exista una autoridad. Y tampoco parece muy concreta la apelación fantasmagórica a un método super-metafísico de dominación sobre los sujetos. Suponer que la escuela, la fábrica, el hospital y la cárcel formen parte de una trama automática de violencia planificada sobre el sujeto, no parece sino propio de una lógica lógica maniquea de comics de ciencia ficción. En este sentido Donnelly se pregunta también sobre “la cuestión que Foucault deja en suspenso es la de saber cómo, una vez constituidas, las disciplinas se perpetuaron, cómo las disciplinas particulares (el colegio, el hospital, etc.) se unieron unas con otras para dibujar el “diseño de un método general” y cómo se han asegurado los mecanismos básicos y las condiciones de existencia de la sociedad carcelaria (..) Entre el surgimiento histórico de las técnicas disciplinarias los efectos en cadena que ellas producen finalmente en la sociedad, Foucault no establece un nexo convincente”[2].
Las prácticas escolares que no excluían
Con el estructuralismo se inaugura una corriente de pensamiento que afirma su estatus de cientificidad sobre una mirada puesta no en lo que son las personas sino en lo que hacen y dicen. Veamos entonces que sucedía en la época de La Salle. Es llamativo que el mayor inconveniente que tenían tanto estas escuelas fundadas por de La Salle, como la de los jesuitas en la Francia, eran sus prácticas sociales de integración de clases. “El sindicato de los maestros de escuela se quejaron el 7 de junio de 1704 de que los Hermanos (lasallanos) no solo enseñaban en sus escuelas a los pobres de las parroquias sino que también hay niños de burgueses de gran dignidad, comerciantes y artesanos”[3]. Por otra parte la ilustración pretendía una educación secundaria o superior, solo para las clases acomodadas económicamente, temían que el país se quedara sin operarios. “La ilustración rechazaba el acceso a la educación de los niños de clase baja. Así es que se consideraba que la educación debía ser exclusivamente para los ricos, porque de extenderse a los pobres, estos se negarían a las labores manuales y se convertirían en unos inadaptados sociales”[4]. Voltaire condena la enseñanza impartida por los lassallianos a las clases más vulnerables, y le agradece a Chalotais haberse manifestado del mismo modo. “Gracias –comentará Voltaire- por condenar la educación de los trabajadores. La agricultura necesita operarios y mano de obra y no clérigos tonsurados. Las clases más bajas deben ser dirigidas, no educadas: no son dignos de ser educados. Considero que es esencial que hayan mendigos ignorantes sobre la tierra”[5].Del mismo modo el ministro Colbert expresa su “temor por la sobre abundancia de intelectuales y la disminución de mano de obra”[6]. Con excepción de algunas personalidades como la de Condorcet que se mantuvo “fiel a la idea de una educación universal abierta a todos. La mayoría (de los intelectuales) apenas los jesuitas fueron expulsados, propusieron confinar a una sola clase el privilegio de la una dedicada educación clásica y condenar a las clases bajas a una (educación) inferior, exclusivamente práctica y de instrucción”[7].
La estrategia de La Salle según Foucault
Desconocer que ser estudiante y maestro de escuela no era algo bien visto por la sociedad significa dejar de lado uno de los problemas más graves que existía en Europa desde el siglo XIV. Ese desconocimiento ha llevado a Foucault a suponer que la “estrategia” de La Salle por morigerar las sanciones escolares no era sino una “benignidad” mentirosa. Una trampa para castigar más. Ahora bien. El problema de las penalidades corporales en las prácticas de enseñanza no es algo que haya descubierto de La Salle. Existe una historia muy bien documentada que registra las innumerables voces que desde la edad media se han levantado en contra de la brutalidad de algunas sanciones escolares. Vale remitirnos a historiadores como Riche[8] y Homet[9].
Por otra parte enseñar era “objeto de menosprecio y desdén”[10] y quien aprendía lo hacía entre sombras muchas veces, porque no estaba bien vista la acción de aprender en el período llamado “renacimiento”. ¿Cómo comienza a resolverse este problema? A través de una división de funciones dentro de los docentes, que Foucault acusará de mayor control sobre los alumnos. Pero notese los extremos cuidados que primero Calasanz y luego de La Salle pondrán al respecto. Por ejemplo, el mencionado fundador de las escuelas pías en el siglo XV, san Jose de Calasanz, no permitía que el confesor de los alumnos fuera el mismo maestro de la clase[11]. Y de La Salle prohibirá la circulación de informaciones sobre los alumnos. Son muchos los textos del siglo XIV que nos hablan del horror del que aprende a ser visto. Enseñar era una tarea vil y la acción de aprender, al contrario de lo que se supone, en el renacimiento, era una forma de la vergüenza en donde el que aprende “sea cuerdo en callarlo, porque no hagan burla de él”[12].
Defectos que no descubren sujetos
Cuando pensamos en “defectos” pareciera que necesariamente estamos distinguiendo entre un modelo de normalidad y otro “defectuoso”, “desviado”, “incompleto”. Foucault acusa en este punto a de La Salle de sancionar poco, castigar benignamente los defectos. Cambiar los grandes castigos para dedicarse en una pequeña escala, a una observación y castigos generalizados, milimétricos. ¿Pero que entiende de La Salle por “defectos”? En una meditación dirigida a los miembros de su comunidad de Hermanos, lo explica muy claro, les pide “soportar caritativamente a cada uno sus defectos, y estar dispuesto a excusar a los otros como queremos que ellos nos disculpen”[13] realiza una exhortación sobre lo que podríamos denominar la humana debilidad y no sobre un determinado modelo de normalidad. Porque la superficie de estos “defectos” se produce en una trama variada y sin unidad de selección. Así los describe: “El uno será de temperamento difícil, el otro de humor contradictorio; éste tendrá modales poco delicados; aquél, genio antipático, y el de más allá, excesiva condescendencia; quien manifestará con excesiva facilidad lo que piensa; aquel otro se mostrará en extremo reservado y cauteloso; éste será fácil a la crítica”[14]. De La Salle no tenía un modelo al que la disciplina escolar debiera ajustarse para producir obreros y soldados. Determinada clase de sujetos. Pero veamos algunas prácticas en concreto. Por un lado Foucault identifica las “correcciones” escolares como “castigo disciplinario”, esto es, como un castigo que llega a lo más profundo del alma[15], con la función de “reducir las desviaciones”[16]. Sin embargo, de La Salle en su propuesta para que los niños aprendan a leer y escribir no utiliza, en sus escuelas, las correcciones ortográficas como desviaciones morales. En las correcciones recomendaba a los maestros “tener cuidado desde el comienzo –en marcar los errores que haga el alumno- para captar su atención señalando tres o cuatro faltas para que no se confunda con ellos si se le marca una gran cantidad”[17]. Aún, la “infrapenalidad” que Foucault atribuye a estas correcciones no se condicen con los ejercicios de corrección sobre la escritura utilizados por los lasallianos. Un ejemplo, el maestro podía priorizar la velocidad sobre la cantidad de errores cometidos, “sin importar si el alumno hace bien o mal las cartas y las palabras, sólo le interesará que consiga movimientos más libres y atrevidos”[18].
Entre las prácticas que “hacen duro e insoportable el proceder del maestro a aquellos de quienes está encargado”, de La Salle enumera: las “penitencias rigurosas”, exigir “algo a los niños con palabras demasiado duras”, pedir “la ejecución de algo a un niño que no está dispuesto a ello”, y hace una especial mención crítica a la sanción de la pequeña falta “cuando exige con el mismo ardor las menudencias que las cosas importantes”[19]. Este último punto hace caer toda la tesis de Foucault sobre una supuesta teología penalizadora de la pequeña acción inventada por el fundador de la escuela moderna. Hay que aclararlo: las menudencias, esto es las pequeñas correcciones no son “cosas importantes”. ¿Hace falta mayor claridad?
A su vez, de La Salle insiste “si quieren una escuela que valla bien y en orden, las sanciones entonces deben ser raras”[20]. También se podría agregar el cuidado esquema de controles cruzados creado por ejemplo sobre la vigilancia del inspector -a cargo de la clase cuando se ausenta el maestro. Ciertamente su rol es solamente mantener el orden, y el concepto de La Salle es muy claro al definir su función “no tendrá otro cuidado y aplicación que vigilar y observar todo lo que suceda en clase, sin decir palabra, pase lo que pase, y sin dejar su puesto”[21] (así como también tenía terminantemente prohibido amenazar a un escolar o tocarlo siquiera). El maestro una vez en su clase le preguntará a aquel sobre lo sucedido pero luego comprobará sus dichos con “los alumnos más formales que hayan sido testigos de la falta, si las cosas han sucedido tal y como haya declarado el inspector; y no castigará a los escolares que hayan faltado sino según la coincidencia que encuentre”[22] en las versiones. El maestro también debía escuchar las quejas contra el inspector y si era encontrado en falta era “inmediatamente depuesto”[23]. Pero como si esto no fuera suficiente dice el reglamento de las Escuelas Cristianas que “Habrá igualmente en cada clase dos escolares encargados de vigilar la conducta del inspector mientras ejerce su oficio, para observar si no se deja corromper con regalos, si no sonsaca algo a los demás para no denunciar sus faltas; si ha venido siempre de los primeros (..) en fin si cumple su deber con total exactitud”[24]. Pero aún falta revisar una especial práctica de control sobre el poder pensada por La Salle tanto para la vida de su comunidad religiosa como para la escuela. En relación a lo primero restringirá la posibilidad del Hermano Director de informarse “por los Hermanos de cosa alguna a menos que parezca necesario para el bien de la casa. Y sobre todo cuando un Hermano venga de fuera o haya permanecido en otra casa del Instituto, no se informará jamás de lo que haya pasado en ninguna casa del Instituto”[25]. Y en cuanto a la vida escolar los maestros “no pedirán a los alumnos noticia alguna, ni permitirán que ellos se las den, por buenas o útiles que fueren”[26]. Estas por cierto no son reglas fortuitas sino que guardan una estrecha lógica de restricción sobre las interioridades. Incluso, más, el mismo La Salle llega a pedirles a los Hermanos que no observen “nada (en los demás) que sea puramente interior o que pueda relacionarse con lo interior”[27]. E insistirá, en la necesidad de evitar la interioridad ajena, manifestándoles a los miembros de su comunidad, ciertamente en términos piadosos, que solo Cristo “escudriñará el fondo de vuestros corazones”[28].
El examen
Para Foucault hay tres prácticas educativas especialmente disciplinarias, -que se realizan para hacer sujetos dóciles-, la vigilancia jerárquica, la sanción normalizadora y el examen[29]. El juicio normalizador se centra en la ya vista “infrapenalidad”. La vigilancia y la corrección sobre cada movimiento por más pequeño e insignificante que parezca. La pequeña escala. Aunque el propio de La Salle explique que su interés no está en sancionar menudencias o que la multiplicidad de sanciones no mantienen el orden en los colegios. En la pre-modernidad no existe tampoco una mentalidad, al menos directa, que haga posible esta microfísica del poder. La observación o importancia y corrección de la menudencia. “Quien, -dice Olivia, en Noche de Reyes de Shakespeare-, de verdad es generoso, liberal, inocente y de naturaleza noble, no toma por bolas de cañón lo que no son sino flechas para cazar pájaros”[30]. Hoskin, es categórico, “la historia de los exámenes de Foucault es errónea”. “Todo ello se manifiesta en aspectos limitados pero importantes, más aún cuando indica que La Salle introdujo, hacia 1700, un sistema de mérito-demérito. Si revisamos la Conduct, (el reglamento de las escuelas lassallianas) veremos que no existe tal «responsabilidad penal» que integre y mida las buenas y malas acciones sobre una escala no lineal de tantos «puntos positivos» por buenas acciones y tantos «negativos» por las malas. Había sólo un sistema de castigos, en los que se incluían las reprimendas, penitencias, golpes y expulsión, y otro sistema muy distinto de recompensas, con alabanzas y premios” [31]. La práctica del examen es una invención del siglo XII. “Foucault, al afirmar que el examen fue una invención del siglo XVIII, provocó una confusión fundamental y crítica”[32]. Así, el examen respondería a una práctica compleja de los comienzos de la universidad en la edad media. “Supone una determinada forma de leer y reescribir las autoridades textuales: la lectura crítica que profundiza bajo las contradicciones superficiales hacia la verdad interna, escribiendo después el comentario sobre las autoridades para sacar a la luz esa verdad. Esta lectura, que Abelardo (ca. 1120) denomina en su Sic et Non como inquisitio, o investigación crítica, es esencialmente una lectura silenciosa (Saenger, 1982)”[33]. “Este examen minucioso de los textos”, continúa Hoskin, “no puede disociarse de las nuevas tensiones emergentes derivadas de los exámenes de los estudiantes, primero informales y formales después”[34]. “Era una forma de hacer con las personas lo que ya se había llevado a cabo con los textos”. Pero hay que tener en cuenta que ese escrutinio sobre la persona, su evaluación para determinar y distinguir “los buenos de los malos aprendices” no era hecho desde una cosmovisión moderna de interioridad, psiquiátrica y transfiguradora.
De la Salle tenía una posición económica óptima, no dejó todo, como otro san Francisco para inventar un dispositivo que “fabricara humanos” –idea cara a Foucault en sus acusaciones. Y como se vio tanto Calasanz y luego el “padre de la escuela moderna” fueron por demás cuidadosos en evitar desde la violencia del chisme, con prácticas muy concretas, hasta la creación de unos sistemas de doble control entre docentes y estudiantes. Por apenas nombrar algunos de los puntos más destacados.
Gustavo Nózica [1]
[mks_separator style=»solid» height=»5″ ]
[1] Abogado egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Profesor en Cs. Jurídicas (UBA), ayudante nombrado en la cátedra de epistemología de Cardineaux, UBA de Derecho, y autor de “Las violencias del maestro ignorante de Ranciére” trabajo publicado en 2012 por Academia, UBA Derecho.
[2] Donnelly, M., “Sobre los diversos usos de la noción de biopoder”, en Michel Foucault, filósofo, Georges Canguilhem (coord.); Gedisa, 1ª. ed.,1990, pp.196/7.
[3] Ariès, Philippe, Centurias of childhood, A social history of family life, Alfred A. Knopf, Publisher, Nueva York, 1962, p.307.
[4] Ariès, ob.cit., p.309.
[5] Ariès, ob.cit., p.311
[6] Ariès, ob.cit., p.335.
[7] Ariès, ob.cit., p.336.
[8] Riché, P., Ecoles et enseignement dan le Aut. Moyen Age, Picard, Paris, 1999, cap. V, pp. 363/364 , en especial los textos seleccionados sobre la “douceur dans la discipline”, “contre la sévérité des maîtres”, y los “scrupules d´un pédagogue trop sévère, en castellano del mismo autor: La educación en la cristiandad antigua, Herder, Barcelona, 1983, los textos seleccionados sobre “la suavidad en la disciplina”, “la corrección de las faltas”, y “la recta comprensión del rigor”, pp.119, 145/146.
[9] Raquel Homet en Sobre la educación medieval, colección dirigida por Nilda Guglielmi, Tekne, Buenos Aires, 1985, especialmente las pp. dedicadas a la disciplina en las escuelas monacales, pp.59/66.
[10] Vives, J.L., Las disciplinas, Hyspamérica, Orbis, Barcelona, Vol.I, Libro Primero, Cap.XI, 1985, p.96,
[11] Calasanz, L.2571: Ep.IV p.344 a 345, citado en Santha, G., San Jose de Calasanz, obra pedagógica, BAC, Madrid, 1956, p.121.
[12] Castiglione, B., El Cortesano, 1ª. ed., Bruguera, Argentina, 1972, Primer libro, Cap.IX, p.135.
[13] De La Salle, San Juan Bautista de la Salle, Tomo II, Escritos, B.A.C., Madrid, 1986, “Meditaciones para domingos y fiestas, para el domingo vigésimo primero después de Pentecostés”, P.I,, p.416.
[14] idem. anterior.
[15] Foucault, Vigilar y castigar: el nacimiento de la prisión, siglo veintiuno, 17ª ed., Argentina, 1989; “no es ya el cuerpo el objeto de la penalidad (…) no es el cuerpo, es el alma”, p. 24; “objetivo de este libro: una historia correlativa del alma moderna”, p.29.
[16] Foucault, Vigilar y castigar… ob.cit., p.184.
[17] Calcutt, A., De La Salle a city saint and the liberation of the poor through education; De la Salle Publications, Oxford, 1994, p.313.
[18] De La Salle, San Juan Bautista de la Salle, Tomo II, Escritos, B.A.C., Madrid, 1986, “Guía de las Escuelas Cristianas”, p.746.
[19] De La Salle, San Juan Bautista…,ob.cit., “Guía de las Escuelas Cristianas”, p. 753.
[20] De La Salle, San Juan Bautista…, ob. cit., “Meditaciones para domingos y fiestas”, p. 325.
[21] De La Salle, San Juan Bautista…, ob.cit., “Guía de las Escuelas Cristianas”, p. 760.
[22] idem. anterior.
[23] idem. anterior.
[24] De La Salle, San Juan Bautista…, ob.cit., “Guía de las Escuelas Cristianas”, p. 761.
[25] De La Salle, San Juan Bautista…, ob.cit., “Regla del Hermano Director”, p.182.
[26] De La Salle, San Juan Bautista…, ob.cit., “Reglas comunes de los Hermanos”, p. 149.
[27] De La Salle, San Juan Bautista…, ob.cit., “Reglas comunes de los Hermanos”, p. 145.
[28] De La Salle, San Juan Bautista…, ob.cit., Meditaciones para los días de retiro, p. 667.
[29] Foucault, Vigilar…, ob.cit., p.175.
[30] Shakespeare, W., Noche de reyes o como queráis, Altaya, Barcelona, España, 1995, acto I, escena V, p.137.
[31] Hoskin, K. “Foucault y el exámen”, en Foucault y la educación, Morata, Madrid, 1993, p.49.
[32] idem. anterior.
[33] idem. anterior.
[34] idem. anterior.