Por Carlos Alvarez Cozzi
En Buenos Aires, Argentina, un trabajador del ferrocarril hace unos veinte años aproximadamente sufrió un accidente laboral impresionante, recibió una descarga eléctrica en su cuerpo, atravesándolo, de 20.000 voltios. Pero el hecho recién tomó estado público por el testimonio que su protagonista Alejandro Peluso hizo el 31 de marzo de 2016 para la televisión argentina, junto a su esposa y al cirujano que lo operó centenares de veces para tratar de salvar su vida.
Las quemaduras de las descargas eléctricas de ese porte son internas más que externas, queman los huesos y hacen hervir literalmente los músculos. Lo ordinario es que el quemado muera en el acto o luego de horas o días, por las infecciones que se producen además de la afectación de órganos vitales. Cuando recibió la descarga, Alejandro, según testimonia, le dijo a Dios: “ya está Diosito, llevame”. Narra que vio una gran luz y tuvo una enorme paz que lo atraía hacia el Creador. Pero los planes de éste eran otros.
Alejandro estuvo tres meses en coma farmacológico porque los dolores que su cuerpo experimentaba eran insoportables. Perdió su mano y pie derechos, que debieron serle amputados. Los cirujanos debieron sacarle un músculo de su hombro derecho para taparle el agujero en su cuerpo que dejaba ver sus pulmones y varias arterias. La recuperación duró varios años, estuvo internado luchando con la muerte. El click para querer salir definitivamente de ese estado fue, según narra el quemado, ver a su hija de tan sólo tres años sentada sobre su cama mirándolo. Y por supuesto la fidelidad heroica de su esposa que durante los años que estuvo internado todos los días salía de su casa en la Provincia de Buenos Aires para tomar el tren y recorrer los 40 kms que lo separan de Capital Federal para cuidar a su esposo hasta la noche, en que volvía a lo de su suegra a recoger a los chicos para dormir y al otro día volver a hacer lo mismo. ¡¡¡Cuánto amor!!!
Y luego del alta tuvo mucha fisioterapia y cuidados domiciliarios rodeado por su familia. Cualquiera podría pensar que se trató de un tema de azar, pero el cirujano que testimonió ante las cámaras de televisión de TN aseguró que médicamente la salida del accidente de Alejandro es inexplicable, atribuyendo claramente a Dios, aunque sin nombrarlo, la autoría de un milagro. Y recalcó que los médicos deben poner todo de sí porque no son ellos los que en última instancia deciden quien vivirá o morirá, en elíptica alusión crítica a la eutanasia. Alejandro dio batalla, los médicos lucharon con todos los recursos a disposición para la época, pero la razón de que el accidentado esté con vida no se puede encontrar más que en un milagro obrado por Dios.
Los creyentes no lo necesitamos, pero el mundo sí. Este fue un milagro, el milagro de la fe y del amor. ¿Cómo no llorar de emoción y como no dar gracias ante tanto amor?