Debido al dolor que nos ha causado el tema de la beatificación de Mons. Romero, verdadero adalid de la lucha revolucionaria que llevó el marxismo dentro de la Iglesia, creemos oportuno traer a colación estas notas, escritas el año pasado. Más precisamente los días 14 y 21 de mayo de 2014. En la Iglesia argentina no faltaron personajes de esa talla. No vaya a ser que la Conferencia Episcopal Argentina o el mismísimo Papa Francisco nos propongan al Padre Carlos Mugica para Beato.
BROCHERO, MUGICA Y LA OPCIÓN POR LOS POBRES
El 11 de mayo pasado se cumplió el 40° aniversario del asesinato del P. Carlos Mugica; hecho llevado a cabo luego de que celebrara la Santa Misa en la Parroquia de San Francisco Solano, por un comando de la organización subversiva Montoneros; a la cual perteneció y formó a varios dirigentes.
¿Por qué nos ocupamos de esto? Porque en el acto que se realizó en su memoria, el Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Mario Aurelio Poli, recordó al sacerdote asesinado presentándolo como mártir: “El homicidio del padre Mugica fue un verdadero martirio. Mártir de veras por la causa de los pobres”.
Rezamos por el alma de Mugica y esperamos que esté ya en la presencia de Dios. Un tiempo antes de morir, visitó al P. Julio Meinvielle y le dijo: “Padre, deseo morir en el seno de la Iglesia”. Esto nos reconforta, pero de ahí no se sigue que Mugica deba ser presentado como un arquetipo digno de imitar.
Nos preocupan las afirmaciones del Primado Argentino. Y lamentamos las omisiones al respecto. No puede llamar a Mugica “mártir por la causa de los pobres”. Este hombre estuvo muy lejos de la auténtica promoción social cristiana. Trabajar por los pobres, era para él, concientizarlos acerca del enemigo para transformar así el sistema vigente. ¿Amor a los pobres? ¡No! No trabajaron por los pobres. Se aprovecharon de ellos por su poca instrucción. Vieron en los pobres el caldo de cultivo apto para hacer la revolución.
¿Ignora el Cardenal Primado lo que provocó el P. Mugica con su prédica tercermundista? Esa prédica sembró odio, violencia, terror y muerte.
El P. Carlos Mugica, digámoslo con todas las letras, fue uno de los tantos sacerdotes responsables de envenenar el corazón de muchos jóvenes y transformarlos en asesinos.
¿Quiere el Primado proponer un ejemplo de sacerdote dedicado a los pobres? ¡Ahí lo tiene a nuestro Beato Cura Brochero!
El Cura Brochero es uno de esos paradigmas dignos de admirar y de imitar. ¿Por qué? Porque fue, ante todo y sobre todo, un Apóstol de Dios en el sentido pleno del término. Fue el hombre de las grandes hazañas apostólicas.
¿Por qué el Beato Cura Brochero pudo llegar a hacer tantas obras destinadas a la promoción social? Porque era llevado por el amor de Dios. Es el amor de los santos. Así de simple. Llevado del amor de Dios es que trabajó no sólo salvando las almas -sin duda, lo más importante- sino que los ayudó a elevarse de la miseria en que se encontraban. En una palabra: los dignificó. Brochero comprendía lo qué significaba la verdadera acción social, y por eso cooperó al restablecimiento eficaz de la armonía del plan providencial de Dios en esa sociedad.
No fue un adelantado al Concilio Vaticano II ni tampoco hizo la opción preferencial por los pobres. Sencillamente se ocupó de sus hijos con caridad evangélica llevándoles el Reino y la añadidura. Pero primero, el Reino.
Con cuánta exactitud se le aplican las palabras del Profeta Daniel a nuestro Beato Brochero: “los que hayan conducido a muchos a la santidad serán como las estrellas, eternamente y siempre”.
«Obras son amores y no buenas razones», reza un refrán castellano. Son los actos lo único que puede contribuir al bien del prójimo. Si no existe una entrega efectiva, no hay propiamente amor. Y Brochero amó a los suyos con amor efectivo. No les llenó el corazón de odio y rencor a los paisanos.
FRANCISCO Y LOS CURAS TERCERMUNDISTAS
“El coraje de la Verdad es también la primera e indispensable caridad que los pastores deben ejercitar”.
S.S. Pablo VI
Hace diez días se cumplió el cuadragésimo aniversario del asesinato del P. Carlos Mugica. Hace diez días que venimos escuchando sandeces e inexactitudes del tema, cuando lo más sensato hubiese sido guardar silencio.
Leímos en la versión on-line del diario La Nación una nota de Silvina Premat que comenta una entrevista radial del Papa Francisco con la FM 88.1 Bajo Flores, de la villa de emergencia 1-11-14. El Sumo Pontífice se refirió en dicha entrevista, entre otros temas, al P. Mugica y otros sacerdotes más que pertenecieron al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
Las afirmaciones que hace el Papa Francisco nos duelen hasta el alma. Hemos meditado y medido cada palabra de esta nota, y sólo Dios sabe que no hubiésemos querido redactarla. No está en nuestro ánimo incitar a confrontaciones y divisiones. Pero el planteo central es gravísimo; y en este tan delicado tema no tenemos derecho de “bolichear con la verdad”, al decir de Anzoátegui. Callar no sería prudencia, sería pecado de omisión. El Sumo Pontífice ha causado confusión entre los fieles.
Le consultaron al Papa su opinión sobre la obra de los curas que trabajaron en las villas, como Rodolfo Ricciardelli, Jorge Vernazza y Carlos Mugica. Afirmó: «Algunos dicen que son curas comunistas. No. Éstos eran grandes sacerdotes que luchaban por la justicia». Agregó que esos sacerdotes, muchos de los cuales integraban el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo eran «sacerdotes, hombres que rezaban, hombres que escuchaban al pueblo de Dios, hombres que enseñaban el catecismo y que luchaban por la justicia». Y aseveró que: «La justicia es un valor evangélico».
También señaló Francisco que fueron «hombres que sufrieron mucho. Por ahí se equivocaron, o no, porque todos nos equivocamos en alguna cosita, pero su trabajo, su inspiración, no estaba equivocada».
No fueron grandes hombres ni lucharon por la justicia; y sus trabajos obedecieron a un plan subversivo de inspiración marxista. Esto es lo que se tiene que decir.
La justicia no era para ellos la vida de santidad, sino una lucha política envuelta en falsas dialécticas.
Es inadmisible e inaudito que minimice o justifique el accionar de la subversión clerical diciendo que “todos nos equivocamos en alguna cosita”. ¿Cuáles fueron esas “cositas” en las que tal vez se equivocaron los Curas que hoy recuerdan y homenajean? ¿Llenarle la cabeza y el corazón de rencor y odio a muchos jóvenes y convertirlos en asesinos guerrilleros?
¿Aprovecharse de la gente más humilde, pobre y con poca o ninguna instrucción para hacer la revolución?
¿Es de hombres grandiosos y que luchan por la justicia incitar a la violencia como única alternativa eficaz y legítima para poder solucionar los problemas sociales?
¿Es luchar por la justicia la liberación del hombre?
Todo eso fue terrible. Pero hubo cosas peores. Lo grave, gravísimo, fue el accionar de esos “grandes hombres” dentro de la Iglesia. Luchaban para que Esta fuese antropocéntrica, temporalista, naturalista, materialista, secularizante y que estuviese embarcada al servicio del marxismo. Su pelea fue para cambiar la Fe.
Todo esto el Papa Francisco no lo ignora. Por eso sus declaraciones, lo repetimos, nos duelen hasta el alma.
¿Cuál era, entonces, la necesidad de hablar del tema? Hubiese sido más provechoso seguir el sabio consejo de San Gregorio Nacianceno: “Habla si tienes algo que valga más que el silencio”.
Daniel Omar González Céspedes