Nuestro pecado No cambia jamás la ley de Dios

Cuando echo la vista atrás y pienso en mi infancia y en los valores que como Católica, me inculcaron mis padres, no puedo por menos que preguntarme, qué está sucediendo en estos momentos…Se habla de un Sínodo de la familia y sólo se mencionan modelos desestructurados de «familia»¿Ha cambiado tanto el mundo en pocos años, o es que se está imponiendo el mal, incluso dentro de nuestra Iglesia  y no nos enteramos, o no nos queremos enterar?

Lo normal, hasta hace poco tiempo, es que nuestro padre y nuestra madre, fueran un hombre y una mujer, que bajo el Sacramento del matrimonio y con la ayuda de Dios, se esforzaban en luchar por su Santidad y construir una familia, siguiendo el modelo de la Familia de Nazaret. Por lo menos, esto es lo que yo he vivido en mi casa, lo que me han enseñado y lo que espero inculcar a los que están a mí alrededor.

A lo largo de estos días, en distintas Comunidades Parroquiales, he podido escuchar la alegría de algunos,  deseosos de que se agilicen las nulidades matrimoniales y que los divorciados que están en situación irregular ante la Iglesia, puedan Comulgar. Cuánto menos, me llama la atención, tanta algarabía. Gente que acude regularmente a Misa, se muestra partidaria de las relaciones prematrimoniales y de que las parejas cohabiten sin estar casadas. No es raro escuchar que todo esto, es lo “normal y moderno” ¡Que bajo caemos! Alegría impropia de un buen hijo de Dios y esto se ve y se escucha en muchos ambientes eclesiales, desafortunadamente.

A mí y supongo que a cualquier Católico que vive coherente a su fe, me alegraría, si esa pareja que se quiere divorciar, decidiera reconsiderar su postura a luz del Sagrario y con la ayuda de Dios, volver a intentar ese camino que se propusieron un día, hacer juntos. Me parecería apropiado y un buen ejemplo, si un matrimonio que se separó porque no había solución factible a sus problemas, vivieran la castidad, hasta que se regulara su situación o quizás, de manera indefinida…Si verdaderamente uno quiere recibir al Señor, lo tiene fácil, vivir en Gracia de Dios, es lo principal. Comulgar, no es una cuestión de derechos

Resulta sorprendente, como los Católicos hemos caído en la trampa civil, mejor dicho, en la trampa del demonio. Nos olvidamos que las leyes de Dios, no son las leyes del hombre. Lo que ayer era pecado, ¿Cómo podemos pensar que hoy no lo es? ¿Han cambiado los Mandamientos? La Palabra de Dios, es invariable, permanece en el tiempo, es siempre la misma. Que el mundo civil acepte el divorcio y lo promueva, no puede hacernos creer que eso está bien y que es un modelo de vida a seguir. Que una persona tenga relaciones y conviva con otra persona de su mismo sexo, está lejos de ser el modelo de familia y menos, Católica. Hoy en día, se trata nuestro cuerpo como si fuera mercancía, usar y tirar. ¿Es esto hablar de modernidad y de derechos? ¿Es acaso este, el modelo que nos propuso Jesucristo?

La historia de la Iglesia, sin duda, se escribe a la luz de la misericordia, no sólo con el Papa actual, sino con los anteriores, pero eso, no quiere decir que el pecado, haya dejado de ser pecado y que debamos modificar o justificar todo tipo de actitudes pecaminosas y que alejan al hombre de Dios. Desde luego, la Santidad, no parece estar de moda, en estos momentos, es un valor a la baja.

Muchos de nosotros, hemos dejado de ser familias, sin más, para, por lo visto, pasar a ser «familias tradicionales” y a punto de extinción. Así lo consideran, incluso, algunos Obispos, que han hecho público este punto de vista. ¡Cuánto menos, sorprendente!

¿Cómo es posible que los Católicos veamos normal el divorcio, las uniones homosexuales, la convivencia de una pareja, sin estar casados? ¿Hemos perdido el norte, nos hemos aborregado, o nos están aleccionando hacia el mal? Quizás las tres cosas juntas. No puede por menos que conmovernos, cuando escuchamos a un padre o a un abuelo decir, «bueno, ahora, esto es así, hay que aceptarlo». No se trata de coger una recortada y aniquilar al ser humano, pero tiene que dolernos el alma, de que a lo “anormal” los Católicos, le llamemos “normal” y poco a poco, vivamos más alejados de Dios y más cercanos al Demonio.

Sínodos, Consejos parroquiales, reuniones en la puerta de la Iglesia y todo con un tema en común, una “apertura de la Iglesia” ¿Apertura a cambio de nuestra condenación?.. Sale caro el intercambio

Debería ser, precisamente, en las Parroquias, donde tendríamos que promover las uniones Santas, como modelo para el mundo. ¿Donde están las familias Católicas, en las que tres generaciones iban juntos a Misa y eran un modelo a seguir? Luchemos por recuperar esto, en vez meternos en contiendas por convertir la Comunión y las cosas de Dios, en un acto de desamor, en vez de en un acto de amor.

Sonia Vázquez

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