¿Por qué el Diablo odia el latín?

Recientemente en Misa el sacerdote bromeó durante la homilía diciendo: “¿Pueden creer que un parroquiano me dijo que el diablo odia el latín?”. Esto fue seguido por risa de la asamblea, pero no estoy muy seguro de que sea un asunto gracioso. De hecho recordé un artículo sobre cómo el Diablo odia la Musica Sacra.

Y en el plano personal recuerdo estar saliendo de un tratamiento de radioterapia por un cáncer hace algunos años. Sentado en un banco y esperando que mi mujer viniera a recogerme saqué mi breviario y empecé a rezar la Liturgia de las Horas, en inglés. Ahora, ¿es esta la peor o la mejor forma de oración?. Por una parte es la mejor, en cuanto que uno está dando un ejemplo de “rezar en público” descaradamente y sin remordimientos. También le permite a la gente preguntar, “¿Eso es una Biblia?, ¿Que estás rezando?, ¿Eres católico?” y de esa forma abrir una puerta de entrada para que otros, a través del buen ejemplo puedan seguirlo.

Pero por otro lado tiene de negativo en cuanto que llama la atención hacia uno mismo, tal vez exageradamente y puede llegar a ser la peor forma de hacer algo “bueno”: Es como que lo haces para que otros te vean haciendo el bien y te admiren. De todas formas, como mi recogida se retrasaba, era tiempo de las oraciones vespertinas, así que recé.

Mientras rezaba, un anciano Judío – otro paciente de radioterapia con cáncer – se sentó a mi lado en el banco. Sacó su libro de oraciones y comenzó sus plegarias, algo más fuerte que las mías y con el concomitante balanceo hacia adelante y hacia atrás que es propio y singular de “nuestros Hermanos Mayores en la Fe”, como llamaba Juan Pablo II al pueblo judío.

El problema fue que como yo tenía algo de náuseas por la radiación, el balanceo hacia adelante y hacia atrás del hombre judío estaba empeorando mis náuseas. Me volví para decirle algo y al hacerlo miré su libro de oraciones: era completamente en hebreo. No estoy seguro de por qué esto me sorprendió tanto como lo hizo: todos mis doctores en el Sloan-Kettering eran judíos y uno era un judío Hasídico cuyos siete hijos asiduamente estudiaban el Talmud desde temprana edad en el idioma original.

Ese día me sentí como un fraude. Cualquier idiota puede rezar en su idioma natal. Y dada la panoplia de tele-predicadores evangelistas, parece que muchos idiotas de hecho lo hacen. Además: nuestra Iglesia TIENE un idioma oficial: el Latín – de ahí el término “La Iglesia Latina”. Es verdad, en el propio Vaticano el idioma cotidiano es el italiano, pero todos los documentos oficiales son en latín. Todos los libros de oración oficiales también son publicados primero en latín, así como el Catecismo, el Código de derecho Canónico y por supuesto, la versión Vulgata de la Biblia.

Poco después de ese día compré El Pequeño Oficio de la Santísima Virgen en una edición bilingüe (inglés y latín), convenientemente editados uno al lado del otro. Sin embargo, la única versión es la edición previa al Vaticano II de 1962, así que no es igual que el Pequeño Oficio revisado. Pero eso no tiene demasiada importancia y cuando me quedaba trabado en alguna palabra multi-silábica en latín, volvía al inglés.

Pero no tengo el don para aprender idiomas. Aunque estoy casado con una española no se absolutamente nada de español después de 13 años. Tengo siete años de italiano, cinco de francés y un semestre de irlandés: todo absolutamente en balde. Simplemente no tengo el “chip” necesario para aprender idiomas extranjeros.
Sin embargo, una vez que me acostumbré al Pequeño Oficio de la Santísima Virgen en latín, sucedió algo casual: Benedicto XVI proclamó su Motu Proprio reinstaurando la Misa en Latín y el Oficio Divino en Latín. Enseguida compré los dos tomos del Breviarium Romanum, y traté de rezar la Liturgia de las Horas en latín sin la asistencia del inglés. (los volúmenes están publicados en Alemania).

“Bien, y qué”, podría preguntarse. Bueno, por una parte exige esfuerzo rezar el Oficio en latín. Las Liturgias de las Horas pre-Vaticano II son todas más largas y hay más que en las versiones vernáculas post-conciliares (y hay más de ellas), por lo que se pasa más tiempo orando. Además, creo que Dios aprecia el esfuerzo. Mientras que la Liturgia de las Horas es ciertamente “La oración de la Iglesia”, al cabo de varios años rezando con el Breviario es imposible NO haber aprendido de memoria muchos de los pasajes, “las oraciones de los salmos”, el Oficio de Lecturas, los Himnos. Esto puede llevar a poco más que una recitación repetitiva y creo que Dios siempre está llamándonos para que salgamos de nuestra “zona de confort”, sea esa zona el sentarse en el sofá a mirar un partido de futbol en vez de pasar un tiempo en un comedor comunitario, o incluso tan solo salir a dar un paseo con la familia o rezar en la lengua oficial de nuestra Iglesia Católica.

Tal vez el mejor resumen de esto viene del mismo sacerdote que rió mientras decía “¿El diablo odia cuando rezamos en latín?” Le envié un email sobre eso y expresé mi opinión. Vale la pena repetir su respuesta y la comparto con ustedes:

“El Evangelio según San Mateo (5, 41) dice, ‘Y si alguno te quiere llevar por fuerza una milla, ve con él dos’, Mateo (5, 46) dice, “porque, si amáis a los que os aman ¿qué recompensa tendréis? Los mismos publicanos ¿no hacen otro tanto?”. El evangelio siempre nos desafía a ir más lejos, ser mejores y esforzarnos por lograr la perfección. Si nuestra manera de mostrar un esfuerzo adicional, un acto de devoción o amor es rezar el oficio en latín, sea pues entonces. De tantas maneras, personalmente siento que la Liturgia Tradicional, en la cual estoy profundamente enraizado desde mi niñez, me provee la oportunidad de ofrecer ese algo más a Dios, ya que requiere una gran energía intelectual activa, precisamente por ser en latín y también requiere una gran dosis de memorización, aparte del hecho de ser tan precisa y sobria en cada uno de sus gestos acompañados por palabras precisas a ser dichas en ese mismo momento. Cuando es celebrada correctamente, la Liturgia Tradicional es como una grácil danza o un ballet cuidadosamente coreografiado, en paso acompasado con las armonías polifónicas del coro y el órgano. Los pasajes de canto nos proporcionan un fluir de energía interna espiritual que se muestra en el refinamiento, externalizado en la dignidad de los movimientos, las palabras y los hechos”.

No soy más versado en latín hoy que lo que era el primer día que cogí el Breviario en latín-inglés. Sin embargo estoy convencido que el Diablo, el cual nos está diciendo constantemente que no existe, debe verdaderamente odiar a cualquiera que con un corazón sincero y esfuerzos adicionales, reza en el idioma oficial de la Iglesia, un idioma que se remonta a los grandes Padres de la Iglesia y sus inestimables escritos. Y si vamos al caso, estoy bastante convencido que el Diablo odia la oración en cualquier idioma pero me gusta pensar que el latín lo vuelve absolutamente loco y lo mantiene lejos.

Rezar para “mantener lejos al diablo” antes que para mantener a Dios cerca y nos mantendremos cerca de Dios, es como tocar el timbre al revés. “Someteos pues a Dios; al Diablo resistidle y huirá de vosotros.” (Santiago 4, 7).

Kevin Di Camillo

[Traducción por Alex Bachmann Articulo Original ncregister.com]

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