¿Comunión o discriminación eclesial?

Recientemente en una reunión asociativa seglar, una de las integrantes preguntó: ¿por qué se tiene que tener como «opción» de toda una diócesis a las comunidades eclesiales de base, cuando la mayoría de los fieles no formamos parte de ellas?[1]

Ya el Papa Pío XII en 1947 decía: «Es necesario prevenir el error que algunos impulsados de buen celo, pueden tener de querer uniformar las actividades en pro de las almas y someterlas todas en forma común, con miopía de concepción, del todo ajena a las tradiciones y al suave impulso de la Iglesia, heredera de la doctrina de San Pablo: “Unos tienen un don, y otros, otro; pero el mismo espíritu” (1 Cor 12, 4)».

Observa el P. Rotondi, que el Papa Pío XII, gran propulsor del apostolado de los seglares y bajo cuyo pontificado se verificaron los dos primeros Congresos mundiales para el apostolado de los laicos (1951 y 1957), insistió siempre en la unidad de fuerzas excluyendo la «unicidad» o uniformidad de organización o de procedimientos -afirmando el Pontífice- «que la variedad, no sólo posee un valor estético sino también ventajas estratégicas».

La unidad del Cuerpo místico se da en la diversidad de sus miembros, no en la uniformidad de ellos. Común unión de los cristianos entre sí que nace de la comunión con el Señor. Según San Cirilo de Alejandría somos «todos una sola cosa, en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo»,[2] y San Cipriano «un pueblo aunado a la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».

«Esta alegoría del cuerpo humano, no es pues, según vemos, sino el desarrollo de la alegoría propuesta por el mismo Señor sobre la vid y los sarmientos: algo vital y orgánico, e infinitamente más real y profundo que toda figura literaria, como que los cuerpos físicos y todas las cosas creadas son imágenes visibles de las invisibles realidades espirituales, según lo vimos en Rm. 1, 20 y nota, y como lo señala aquí el v. 24 al mencionar la expresa disposición de Dios. S. Pablo presenta aquí el concepto de cuerpo especialmente en cuanto a la solidaridad entre los miembros, de donde se deduce también la comunidad de bienes espirituales (cf. 2 Co. 10, 15)».[3]

A partir Vaticano II, en el lenguaje episcopal y clerical «la noción de comunión es, muy significativa para la evangelización», [4] la realidad de la Iglesia-Comunión es entonces parte integrante, más aún, representa el contenido central del «misterio» o sea del designio divino de salvación de la humanidad.[5]

Así, en muchas Iglesias, la expresión eclesiología de comunión, ha pasado a ser un término engañoso, que para algunos significa un simple estar de acuerdo, o lo que es peor, el sacramento eucarístico queda como una fuerza contrarrestada por otra: por la idea de la comunión de los hombres entre ellos, erróneamente considerada como verdadera comunión en el Cristo-Espíritu-Social, ideología que no edifica la comunidad de los hermanos, sino que promueve el mitin de los camaradas.

Por poner un ejemplo, fue muy sabio el fundador de la Legión de María, el seglar Frank Duff. Durante el último Concilio, muchos obispos destacados, querían mencionar en uno de los decretos expresamente a la Legión de María. «Esto se sopesó –dijo Duff– pero luego fue descartado por razones de peso: en primer lugar, porque provocaría celos contra la Legión que no la beneficiarían, en segundo lugar, suponiendo que por designios de la Divina Providencia, la Legión desapareciera, y la Providencia suscita la creación de otra cosa mejor que la Legión, bueno, pues esa asociación no aparecería en ningún Decreto y la asociación desaparecida sí».[6]

Se da sin embargo, que con mucha frecuencia, cada cual estima que su propia asociación es la más adecuada y mira con recelo, cuando no con alguna hostilidad, a las otras asociaciones o apostolados. Esto lo podemos comprobar, de parte de laicos, como de religiosos, sacerdotes y obispos, en su trato con las asociaciones de fieles laicos: «el sobre-aprecio que cada uno suele tener por su grupo, su asociación, su camino, su propia fórmula de vida, y el menos-precio por el que ve, normalmente con no poca incomprensión, otras obras y otras síntesis de espiritualidad, aunque estén aprobadas, bendecidas y recomendadas por la Iglesia».[7]

Tema espinoso el de la «comunión eclesial», precisamente por el deber y el derecho de cada bautizado de ocupar su lugar en el Cuerpo místico de Cristo.

Consecuentemente, ¿cómo está la Iglesia allí donde un grupo de laicos que crea en la doctrina católica sobre Jesucristo, la Virgen, los ángeles, la Providencia, la anticoncepción, el Diablo, etc., y se atreva incluso a «defender» estas verdades agredidas por otros, sea marginado, perseguido y tenido por integrista?

Describir aquí, por ejemplo, el calvario inacabable que pasan ciertos grupos de laicos que pretenden difundir en sus diócesis, según la Iglesia lo quiere, los medios lícitos para regular la natalidad, excede nuestro ánimo. Se ven duramente resistidos, marginados, calumniados. Mientras otras obras, quizá mediocres y a veces malas, son potenciadas, ellos están desasistidos y aparentemente ignorados por quienes más tendrían que apoyarles. [8]

A costa de una «comunión-máscara» se han desconstruido movimientos y asociaciones, se han apagado y frenado entusiasmos, se han destruido organizaciones apostólicas, para supuestamente reedificarlas, «purificarlas», o «ponerlas al día», satanizándolas, desprestigiándolas y acomplejando su acción evangelizadora, pervirtiendo la verdadera vocación y misión de los seglares en la Iglesia y en el mundo, con la insuflación en esas asociaciones eclesiales de piratas agentes del progresismo, «convertidos» no a la salvación de Cristo el Señor, sino convertidos en sembradores de malicia, promotores de la soberbia y el engreimiento pastoral, comunión que en definitiva no es comunión, sino persecución y discriminación eclesiástica.

Hay de parte del clero en particular una tendencia dirigida a dominar asociaciones y movimientos y cambiarlos conforme a ideas propias. Siguiendo ese modelo, en mi propia diócesis, un obispo quiso además, suprimir los movimientos apostólicos para que se tornaran en Comunidades eclesiales de base, dirigidas en ese momento por un clérigo progresista, que las había politizado completamente. Uno de los movimientos en particular, puso una muralla de oración y fidelidad a su propio carisma, recordándole al obispo en cuestión, que su tarea respecto de los movimientos era la de exigir que se viva el carisma asociativo y no que se lo eche a la papelera, con lo que salvaron también a las otras asociaciones, ya que «debe decirse claramente a las iglesias locales, también a los obispos, que no les está permitido ceder a una uniformidad absoluta en las organizaciones y programas pastorales».[9]

Afirmó en su momento el cardenal Joseph Ratzinger: «Un proyecto de unidad eclesial, donde se liquidan a priori los conflictos como meras polarizaciones y la paz interna es obtenida al precio de la renuncia a la totalidad del testimonio, pronto se revelaría ilusorio. No es lícito, finalmente, que se dé una cierta actitud de superioridad intelectual por la que se tache de fundamentalismo el celo de personas animadas por el Espíritu Santo y su cándida fe en la Palabra de Dios, y no se permita más que un modo de creer para el cual el «si» y el «pero» es más importante que la sustancia de lo que se dice creer».[10]

La planificación es buena, y hasta necesaria, «pero lo que es preciso atacar con energía –decía el P. Daniel Elcid, OFM-, es el que cada cual crea que en la viña del Señor tiene la exclusiva y el monopolio de cuanto ha de hacerse».

Germán Mazuelo-Leytón

[mks_separator style=»solid» height=»5″ ]

[1] cf.: MAZUELO, LEYTÓN GERMÁN, ¿Regresan las comunidades de clase? http://infocatolica.com/blog/contracorr.php/1401060530-iregresan-las-lcomunidades-de

Actualidad de la encíclica Mystici corporis, http://infocatolica.com/blog/contracorr.php/1401130457-actualidad-de-la-enciclica-my

[2] SAN CIPRIANO.

[3] cf.: STRAUBINGER, Sagrada Biblia, comentarios.

[4] DOCUMENTO DE TRABAJO, 50º Congreso Eucarístico Internacional.

[5] CRISTIFIDELES LAICI, Exhortación Apostólica, Juan Pablo II, nº. 19.

[6] MAZUELO, LEYTÓN GERMÁN, Frank Duff, al servicio de María por la evangelización del mundo.

[7] IRABURU, JOSÉ MARÍA, Evangelio y Utopía.

[8] IRABURU, JOSÉ MARÍA, Infidelidades en la Iglesia.

[9] RATZINGER, JOSEPH, Los movimientos eclesiales y su colocación teológica, 27-5-1998.

[10] Ibid.

Artículo anterior
Artículo siguiente
Germán Mazuelo-Leytón
Germán Mazuelo-Leytón
Es conocido por su defensa enérgica de los valores católicos e incansable actividad de servicio. Ha sido desde los 9 años miembro de la Legión de María, movimiento que en 1981 lo nombró «Extensionista» en Bolivia, y posteriormente «Enviado» a Chile. Ha sido también catequista de Comunión y Confirmación y profesor de Religión y Moral. Desde 1994 es Pionero de Abstinencia Total, Director Nacional en Bolivia de esa asociación eclesial, actualmente delegado de Central y Sud América ante el Consejo Central Pionero. Difunde la consagración a Jesús por las manos de María de Montfort, y otros apostolados afines

Del mismo autor

Misa ecuménica

Para conmemorar el V Centenario de la apostasía luterana, en la...

Últimos Artículos

La Semana Santa no es momento de playa ni diversiones

https://youtu.be/ZBsa00JGhcE?si=UDriQzFjW7m7hccQ Padre Michel Boniface, FSSPX

 “Et Verbum caro factum est”

I. El 25 de marzo la Liturgia de la...