La Congregación para la Doctrina de la Fe, ha hecho pública la pena de dimisión del estado clerical a Theodore Edgar McCarrick, «declarándolo culpable de los siguientes delitos perpetrados como clérigo: solicitaciones en confesión y violaciones del sexto mandamiento del Decálogo con menores y adultos, con la circunstancia agravante del abuso de poder».
I. Prolegómenos
Declaración que emerge muy cerca de la reunión convocada por Francisco entre el 21 y 24 de febrero de 2019 en el Vaticano con la participación los presidentes de las Conferencias Episcopales para tratar el tema de los abusos a menores por parte del clero.
Al respecto, el obispo de Metuchen, Nueva Yersey, Monseñor James Checchio, ha dicho: «El anuncio de su retiro del sacerdocio por parte de la Iglesia es una respuesta justa a la vida destructiva oculta que aparentemente llevó, y una señal a la Iglesia en todo el mundo de que todos en la Iglesia están llamados a la integridad del Evangelio».
El domingo 17 de febrero, dirigentes de la organización estadounidense contra el abuso «Bischop Accountability», una institución dedicada a documentar la crisis de abusos sexuales del clero, en conferencia de prensa en los exteriores de la Plaza de San Pedro, ha pedido que se retiren del sacerdocio a cinco «McCarricks» más.
«Bischop Accountability», pide la secularización del arzobispo John Nienstedt de St. Paul-Minneapolis, Minnesota; arzobispo Anthony Sablan Apuron de Agaña, Guam; obispo Aldo di Cillo Pagotto de Paraiba, Brasil; el obispo Roger Joseph Vangheluwe de Brujas, Bélgica; y el obispo Joseph Hart de Cheyenne, Wyoming.
Frédéric Martel que este 21 de febrero lanzará su anunciado libro Sodoma: poder y escándalo en el Vaticano, de 570 páginas, acerca de la homosexualidad en el Vaticano, (al que llama una de las comunidades gay más grandes del mundo) declaró haber investigado durante cuatro años al interior del mismo, así como en otros países entrevistando a unas 1500 personas.
El activista LGTB afirma que «hay una regla no escrita que se cumple casi siempre en Sodoma: cuanto más homófobo es un prelado, más probabilidades hay de que sea homosexual (…) Cuanto más arremete un obispo contra los gays, cuanto mayor es su obsesión homófoba, más probabilidades hay de que sea hipócrita y de que su obsesión oculte algo». La contradicción del activista homosexual, estriba en que a la vez que niega la existencia de un lobby gay al interior de la Santa Sede, adelanta que en su escrito-bomba, desvela una cultura del secreto que fue creada desde al menos Paulo VI (Papa entre 1963 y 1978) para proteger la homosexualidad masiva en el Vaticano.
«Arthur Evans, co-fundador de la Gay Activists Alliance (GAA), explica cómo el Movimiento Homosexual llegó a usar la palabra homofobia para caracterizar a sus opositores: Por suerte, George Weinberg, un psicólogo heterosexual que ha sido desde hace tiempo un amigo de nuestra comunidad, asistía regularmente a las reuniones del GAA. Viendo con fascinación nuestros golpes y respuestas a la prensa, encontró la palabra que habíamos venido buscando: “homofobia”,… el temor irracional de amar a alguien del mismo sexo…
La invención de la palabra “homofobia” es un ejemplo de cómo la teoría puede estar enraizada en la práctica. La palabra no procedió de un académico de butaca viendo el movimiento de lejos… Por el contrario, vino de una interacción personal con la gente activa y pensante que compartía un valor: la transformación para mejor de la sociedad.
George Weinberg calificó así la oposición a la homosexualidad como una fobia: “Jamás consideraré a un paciente sano a menos que haya superado su prejuicio contra la homosexualidad”.
El raciocinio de Weinberg tiene consecuencias religiosas inevitables: la Moral sexual de acuerdo con la Ley Natural y las enseñanzas de la Iglesia Católica es dañina porque engendra prejuicios y temores irracionales.
El Movimiento Homosexual emplea palabras y conceptos como armas semánticas para cambiar a los individuos y a la sociedad. Conceptos como compasión son usados para generar una aceptación, mientras otros, como homofobia, son utilizados para inhibir y hasta paralizar las reacciones.
Colocando la etiqueta de homofóbicos a sus opositores, el movimiento espera intimidar y descalificar a sus antagonistas, descartando los argumentos basados en la recta razón como “temores irracionales”.
Quienes defienden la Ley Natural y los Diez Mandamientos deben denunciar esta táctica deshonesta. Deben cuestionar el uso demagógico de la etiqueta de homófobo pidiendo las pruebas científicas de esta así llamada fobia, “descubierta” por un intento de los activistas para impulsar la agenda homosexual».[1]
Así no es difícil colegir que la bomba mediática de Martel, ha sido construida para presionar a la Iglesia Católica a que acepte la homosexualidad como algo lícito.
II. Interpretaciones y estudios
Durante los años recientemente pasados, ha sido recurrente el tema de los abusos sexuales del clero.
Se han dado diversas interpretaciones y conclusiones, una de ellas, la del Obispo de Roma Franciscus, que afirmó que tales abusos se deben al clericalismo, «manera anómala de concebir la autoridad en la Iglesia, muy común en numerosas comunidades en las que se han verificado comportamientos de abuso de poder, de conciencia y sexual».
El sacerdote dominico Thomas Doyle, orador principal en la convención «Voice of the Faithful National Conference» (VOTF), también afirmó que el abuso sexual es solo el síntoma de «una enfermedad más profunda: una enfermedad más profunda y mucho más generalizada y destructiva: la falacia del clericalismo»,crisis actual que marca «el comienzo de la agonía del modelo monárquico medieval» de la Iglesia.
Casi todos los estudios independientes respecto de los abusos clericales, señalan que la causa de tales abusos sería el celibato sacerdotal, sin embargo, el escándalo de abusos sexuales no pudo haber ocurrido sin la existencia de una línea de sacerdotes agrupados en las mismas prácticas, fomentados, o protegidos por sus superiores. Un estudio concluyó que aunque los homosexuales representan solo el 1-3 por ciento de la población total, están cometiendo hasta el 33 por ciento de todos los delitos sexuales contra niños.[2]
Con la ola de escándalos sexuales, se viene a dar una nueva lucha de clases. La clase oprimida la conforman las víctimas de abuso sexual, y por extensión, el laicado. Los opresores los clérigos y la estructura jerárquica de la Iglesia. La solución propuesta es acabar con esta opresión clerical.
El Padre Enrique Rueda fue de los primeros en señalar la infiltración homosexual en el clero católico en 1982, en su obra The Homosexual Network, Private Lives & Public Policy: «No hay duda, que el principal obstáculo contra la aceptación teórica y práctica de la homosexualidad por la sociedad americana es la religión tradicional. Esto fue comprendido perfectamente por los dirigentes del movimiento homosexual».
El 25 de enero de 1977, el New York Times, publicó un artículo intitulado «De seminarista discreto a portavoz de los homosexuales» entrevista de la periodista Lucy Fosburgh a William R. Johnson, un activista homosexual.
Los factores que Johnson consideró importantes son:
– Disminuir la sensibilidad de la Iglesia en relación a la ética sexual.
– Promover legislación pro-homosexual en las organizaciones religiosas.
– Organizar comisiones oficiales u organismos semejantes con el objetivo de estudiar la cuestión de la homosexualidad.
– Establecer organizaciones homosexuales al interior de las iglesias.
– Ordenar homosexuales para el sacerdocio, de preferencia homosexuales liberados que se identifican con la ideología del movimiento.
– Persuadir a los clérigos homosexuales a aceptar papeles duales, como jefes de sus grupos religiosos y también del movimiento homosexual –efectivamente, como agentes del movimiento dentro de sus Iglesias. Johnson explicó que su notoriedad lo catapultó al liderazgo de la causa de los homosexuales. «Se hizo claro», dijo, «que las personas gays hoy ya no están dispuestas a ser arrumbadas en un cuarto al fundo de la Iglesia, en una atmósfera de sigilo y de culpa».
La importancia de ganar el apoyo de las Iglesias, o por lo menos neutralizarlas, es generalmente reconocida por el liderazgo de los homosexuales.
Agenda que -como explica el Padre Rueda en su estudio- constituye un programa a modelar para la conversión de una «Iglesia» en un agente del movimiento homosexual.
El sacerdote polaco P. Dariusz Oko, en 2012 denunció la existencia de una «homoideología» y «homomafia» en toda la Iglesia:
«Di comienzo a mi obra contendiendo contra una amenaza mortal externa al Cristianismo, pero luego descubrí gradualmente que la división no es tan simple. El enemigo no está solamente fuera de la Iglesia sino también dentro de ella, en ocasiones perfectamente camuflado como el caballo de Troya. Lidiamos no solamente con el problema de la homoideología y el homolobby fuera de la Iglesia, sino también con un problema análogo intramuros, donde la homoideología adquiere la forma de una homoherejía».
Deja muy en claro que la mayoría de los casos de abusos de menores se dieron en adolescentes no en niños, «el hecho de que esto haya sido cuidadosamente ocultado e ignorado revela claramente la hipocresía del homolobby en el mundo y en la Iglesia».
En su escrito el autor sin ambages afirma que «si el lobby homosexual existe y tiene algo que ver en las estructuras de la Iglesia, es porque nosotros se lo permitimos, nos rendimos, nos retiramos, hacemos de cuenta que no existen y así por el estilo… le debe haber sido permitido al lobby hacer lo que quisiera por un largo tiempo para que tal situación fuera -y todavía sea- posible», y cita al P. Józef Augustyn S.J., quien dijo: «El problema, en mi opinión, no está “en ellos” sino en nuestra reacción “ante ellos”.», concluyendo que «para que ese mal se oculte y se tolere, es necesario que ciertas personas ocupen puestos clave, y no sólo es necesario que haya un homolobby, sino también que exista una homocamarilla o una homomafia».
En otras palabras un poderoso e influyente grupo que ad intra, trabaja para favorecer a sus coaligados, y desde elevados sitiales influir para que se imponga la homoherejía. Una paulatina y eficaz infiltración comuno-progresista en la Iglesia, gradual en la estrategia y radical en sus objetivos, que tanto Douglas Hyde el ex comunista convertido al catolicismo como asimismo Bella Dodd[3], ex comunista, y bautizada luego católica denunciaron a su tiempo, esta última afirmó: «Pusimos más de mil cien hombres en el sacerdocio con el fin de destruir la Iglesia desde adentro… que en este momento se encuentran en los lugares más altos de la Iglesia».[4]
III. La raíz de los escándalos
Sin lugar a dudas, la raíz está en una profunda crisis de la fe.
La crisis actual muestra hasta qué punto ha llegado la destrucción del sentido moral en nuestros días, incluso entre el clero.
San Pablo denunció la estrecha asociación de la cultura homosexual con el rechazo a Dios y con la idolatría (Rom. 1, 18-32), cierto, «la crisis presente tiene muchos aspectos diversos. Uno de los fenómenos más curiosos que se verifica en ella es una especie de arrodillamiento ante el mundo, que se manifiesta de mil maneras» (Jacques Maritain), en este caso nada menos que la sacralización de la sodomía. Consecuentemente, uno debe buscar las causas más profundas de los escándalos morales que sacuden a la Iglesia en una crisis de fe.
Al analizar las palabras de San Pablo en Romanos 1: 26-27, el jesuita P. Fernand Prat explica que el proceso de decadencia tiene dos fases: primera, el empañamiento gradual de la mente y luego la perversión del corazón y la destrucción del sentido moral.[5]
«¿Qué parte tienen los obispos en la actual crisis de la Iglesia? “La crisis de la Iglesia es una crisis de obispos”, ha dicho el cardenal Seper. De los cuatro mil obispos de la Iglesia Católica, hay ciertamente quienes quieren ser católicos y servir a la fe, pero en la mayor parte de ellos, la fe es mal entendida. En lugar de defenderla, dejan hacer a los sacerdotes y profesores que niegan una o varias verdades de fe; o hasta los apoyan. Muchos de los obispos sostienen abiertamente posiciones que son incompatibles con la fe y la moral católicas».[6]
Hay que decirlo sin ambages: los largos años de tolerancia y negligencia, e incluso la connivencia de los obispos en algunos casos, permitieron que la crisis alcanzara su proporción actual.
La jerarquía dejó que sucediese. Los cardenales, obispos y sacerdotes que han permitido tal escándalo en la Iglesia, no solamente han lesionado directa e indirectamente a los fieles a ellos confiados para su salvación eterna, sino que, mucho peor, han ofendido gravemente a su propio Creador. La actitud de muchos obispos hacia los casos de pederastia sacerdotal parece condicionada más por el clamor de los medios que por el bien de las almas.
San Agustín explica que siempre habrá algunos obispos que se parecen al Buen Pastor y otros que representan a los asalariados:
Les exhorto a que no se preocupen demasiado por los escándalos, que de hecho se predijeron con precisión para que, cuando sucedan, recordemos que fueron predichos y no desconcertados. Porque el Señor mismo los predijo en el Evangelio. «¡Ay del mundo por los escándalos! Porqué forzoso es que vengan escándalos, pero ¡ay del hombre por quien el escándalo viene!» (Mat. 18, 7)… Por lo tanto, hay quienes tienen el cargo de pastores para que puedan velar por la vida de las ovejas de Cristo; y hay quienes lo sostienen por honores temporales y ventajas mundanas. Estos dos tipos de pastores, que siempre mueren y dan lugar a otros, se perpetuarán en el seno de la Iglesia Católica hasta que el tiempo termine y el Señor llegue al juicio. [7]
En su primera encíclica, el Papa San Pío X alude a esta apostasía, diciendo: «Nos llenaba de temor sobre todo la tristísima situación en que se encuentra la humanidad. ¿Quién ignora, efectivamente, que la sociedad actual, más que en épocas anteriores, esta afligida por un íntimo y gravísimo mal que, agravándose por días, la devora hasta la raíz y la lleva a la muerte? Comprendéis, Venerables Hermanos, cual es el mal; la defección y la apostasía de Dios».[8]
En las revelaciones de Fátima de 1917, hay un marcado acento respecto de la pecaminosidad del mundo. Nuestra Señora llamó al mundo a recobrar la conciencia de su propia pecaminosidad.
Treinta años más tarde el Papa Pío XII declararía que el más grande pecado del mundo actual es tal vez el hecho que los hombres han perdido el sentido del pecado.[9]
La
crisis de los abusos sexuales del clero, es también un resultado de lo que Sor
Lucía llamó la desorientación diabólica que afecta a tantas personas que ocupan
cargos de responsabilidad en la Iglesia, de la que Theodore Edgar
McCarrick, es paradigma.
[1] The American Society for the Defense of Tradition, Family and Property – TFP. En defensa de una Ley superior.
[2] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, Indignidad eclesial: obispos de Chile y neo cardenales. https://adelantelafe.com/indignidad-eclesial-obispos-de-chile-y-neo-cardenales/
[3] https://www.youtube.com/watch?v=37HgRWTsGs0
[4] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, ¿Triunfa la «homoherejía»? https://adelantelafe.com/triunfa-la-homoherejia/
[5] PRAT S.J., FERNAND, The Theology of Saint Paul.
[6] GAUDRON, P. MATTHIAS, Catecismo católico de la crisis en la Iglesia.
[7] SAN AGUSTÍN, Carta a Felicia.
[8] SAN PIO X, Encíclica E Supremi, Oct. 4, 1903, n° 3.
[9] 27-X-1946.