El esplendor del arcoíris cristiano y el carácter satánico de su  inversión

La manera en que se ha adueñado por la fuerza del arcoíris y el mes de junio, tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, una de las fuerzas más moral y socialmente destructivas del mundo, el movimiento LGTB+, no sólo es una ofensa pública, sino que es algo claramente demoniaco. Por eso, cuando el P. James Martin SJ afirma que en las iglesias debería celebrarse junio como mes del orgullo, y que de esa forma encarnarían el mensaje de la devoción al Sagrado Corazón, no podía estar más equivocado.

Prácticamente no es necesario aclarar a ningún cristiano que, ante todo, el arco iris es una señal de Dios, y que todo uso legítimo del mismo debe estar relacionado con la intención que Él le dio:

«Pondré mi arco en las nubes, que servirá de señal del pacto entre Mí y la tierra. Cuando Yo cubriere la tierra con nubes y apareciere el arco entre las nubes, me acordaré de mi pacto que hay entre Mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y las aguas no volverán más a formar un diluvio para exterminar toda carne. Pues cuando aparezca el arco en las nubes, Yo lo miraré, para acordarme del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, de toda carne que existe sobre la tierra.” Dijo, pues, Dios a Noé: “Esta es la señal del pacto que he establecido entre Mí y toda carne sobre la tierra”» (Gén. 9,13-17).

El Arca de Noé es imagen en las Escrituras de la nave de salvación de Dios. Estar en el Arca es estar en Cristo, en su Cuerpo, en la Iglesia. El diluvio de pecado y vicio arrasa y mata a los que se ven atrapados en él, pero los que pasan por las aguas del Bautismo –mediante el misterio de la muerte y resurrección en Cristo– se lavan de sus pecados y obtienen la gracia de ser hijos de Dios. Así como el género humano se preservó para la vida temporal en Noé y su familia, también se salva para la vida eterna en la Iglesia.

El arcoíris es una de las muestras más alegres de belleza del mundo natural (y además, como el viento del Espíritu Santo que sopla donde quiere, es uno de los más escurridizos y sorprendentes) se nos dio como señal de Dios y como promesa cuando se retiraron las aguas destructoras del Diluvio. Promesa de que Dios no volvería a castigar a la Tierra… mediante el agua. La próxima vez, al final de los tiempos, la Tierra será destruida por el fuego. La ambivalencia simbólica del agua (lo mismo ahoga que da vida) guarda un paralelo con la simbología del fuego (arder de lujuria, destruir reduciendo a cenizas, incendiar contagiando amor).

Diversidad auténtica y no fingida

El arcoíris también nos hace pensar en la verdadera diversidad que se da en la Iglesia de Cristo, que congrega a judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, a gentes de todas las naciones, culturas, razas y pueblos y las amalgama en una familia única de Dios. Los santos, perfeccionados por su unión con Cristo, son también las personalidades más luminosas de la historia del hombre, y presentan las facetas muy diversas. El teólogo Sergei Bulgakov llama a la multitud de los santos el arcoíris de Dios:

Rezo a los santos de Dios, contemplo sus rostros en los iconos, llamo a cada uno por su nombre, converso con ellos, les pido por mis necesidades y oro junto con ellos al Dios de la gloria. Los iconos de los santos rodean el altar de mi casa y le sirven junto conmigo y rezan conmigo. «Mirabilis Deus in sanctis suis» [Salmo 67,36 Vulgata], y bienaventurado es el hombre que está con los santos de Dios. Ése es el arco iris de Dios, el coro de ángeles y hombres que junto con pecadores como nosotros y con un miserable como yo ruega a Dios. Ni ello abominan de mi vileza ni yo me avergüenzo ante ellos, sino que los invoco. Cuanto más les rezamos, más cálido, palpable y vital se hace nuestro amor por los santos, y a cambio de ello, su amor por nosotros se vuelve más ardiente, si es que es posible que aumente más de lo que ya es. Y sin embargo los santos de Dios son personas, y existe para ellos un más eterno, y se enriquecen en Dios de amor a nosotros mediante las oraciones que les dirigimos. Así funciona el círculo de las interconexiones humanas enlazando el Cielo con la Tierra, a los humanos pecadores con los santos de Dios. Tal es la cualidad palpable de la Iglesia visible e invisible; ése es el arcoíris, el puente por el que ascendemos de la Tierra al Cielo. Todos los santos responden a nuestras oraciones, cada uno a cada oración, según lo que les pidamos, y cada uno habla con su pueblo en su idioma: San Nicolás, San Sergio, San Serafín, el gran mártir Pantelemón, María Magdalena, la gran mártir Bárbara… cada uno con los suyos. ¡Maravilloso en sus santos es Dios, el Dios de Israel!

En el magnífico cuadro del Juicio Final de Marx Reichlich (sur de Alemania, trabajó entre 1485 y 1520), podemos contemplar a Nuestro Señor sentado en un arco iris que va desde Nuestra Señora al precursor de Él.

Es el Señor de la Creación y el Rey de los santos, la unidad de la que nace toda diversidad y a la que todo ha de volver para que sea natural, recto, bueno y bendito. Y eso es lo que también debe recordarnos el mes de junio, tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón (desde 1763 según he          leído): que el Señor nos amó primero, y que con su amor, lo que hizo por nosotros y lo que nos da aprendemos a quién amar y cómo amar. Fuera de Él no hay sino antinaturalidad, perversión, malicia y sufrimiento demoniacos.

La inversión del símbolo

En el artículo Lighting a Candle to Rainbow Zeus, Austen Ruse escribe lo siguiente:

Comienza el peor mes del año. La perversión se ha apoderado de junio, mes del Sagrado Corazón. El amor oscuro y vergonzoso nos grita en la cara a lo largo de estos treinta días. No hay escapatoria. Invasión de arcos iris. Dan ganas de no salir, de bajar las persianas, como en los tres días de tinieblas, rezando para que pasen de largo los demonios.

Desde tiempos muy antiguos se entiende que el espíritu del Anticristo remeda burlonamente a Cristo, poniendo al revés todo lo que tenga que ver con Él. La inversión moral o doctrinal de un símbolo cristiano, por ejemplo una cruz boca abajo –salvo en un contexto muy concreto que tenga que ver con San Pedro, que fue crucificado de esa manera–, sería una anticruz o un rechazo de la Cruz de Cristo. Que el arcoíris, señal del pacto divino en una creación restaurada, se ponga en una bandera para representar una tremenda inmoralidad y hasta la misantrópica destrucción de la humanidad (pues Dios los creó varón y hembra), es en sí clara prueba del espíritu del Anticristo. Pero hay una indicación más de ello, que estando a la vista pasa inadvertida: el demoniaco símbolo es un arcoíris de seis colores; según la numerología antigua, seis es número de hombre, en vez de siete –número divino– como en el arcoíris natural.

Todo lugar en que se ice o despliegue esa enseña será foco de actividad demoniaca, y posiblemente de infestación diabólica. Donde se alza ese pendón, es la bandera de Satanás la que ondea al viento en abierta competencia con la Vexila Regis, la enseña del Rey.

La relación entre, por un lado, una sexualidad desordenada que alcanza su clímax en uno de los pecados que claman venganza al Cielo –la sodomía y otras relaciones sexuales aberrantes–, y por otro lado la apostasía, el ateísmo, el odio a Dios, el rechazo violento de todo lo sagrado, la idolatría, el culto a los demonios está patente en innumerables páginas de las Sagradas Escrituras, sobre todo en el Antiguo Testamento. Ya sólo falta añadir a la pócima ingredientes como la transexualidad, que añade a la perversión sexual delitos de automutilación. El Diablo, padre de la mentira, es el mono imitador de Dios. Es incapaz de crear; lo máximo que puede hacer son remedos y estropicios. No puede inventar un símbolo nuevo; lo que hace es profanar uno antiguo, y ahora el transhumanismo permite corromper el símbolo supremo: el cuerpo humano.

Un deber social: cristianos, ¿dónde están?

Ya no se disimula la conexión entre el movimiento LGBT+ y el satanismo. La marca de camisetas Target lanzó unas glorificando a Satanás que tuvieron que ser retiradas rápidamente del mercado ante la avalancha de protestas. Me parece bien, como es natural, que hubiera protestas, pero las fuerzas de las tinieblas son multitudinarias, cuentan con ingentes recursos mundanos y son diabólicamente tercas, y seguirán intentando ver hasta dónde pueden llegar cada día, cada mes, cada año, desgastando la oposición y conquistando a los que todavía no han tomado partido. No debemos cejar en nuestro empeño de hacer cuanto podamos, pero también tenemos que comprender que el motivo primordial para boicotear ciertas marcas es que estaría moral mal contribuir económicamente con ellas adquiriendo sus productos, aunque no haga mucha diferencia que nos neguemos o no a comprarlos.

En Facebook he visto lo siguiente:

En 1999 el presidente demócrata Bill Clinton declaró a junio mes del orgullo gay y lésbico. Desde entonces, cuando llega la primera semana de ese mes la compañía Disney aprovecha para celebrar en sus instalaciones durante los treinta días la victoria de los homosexuales sobre el cristianismo. Entre los días 13 y 15 la compañía celebra fiestas nocturnas del orgullo gay en sus parques de atracciones. En el año 2010 apoyó la transformación por parte del presidente Barack Obama del Ejército en un refugioo para homosexuales, plantando abiertamente cara a Dios. La compañía Disney apoyó enstusiásticamente la legalización del matrimonio entre parejas del mismo sexo. Entre 2010 y 2015, con la entusiasta colaboración del país coaccionó a los grupos de scouts cristianos para que aceptasen entre sus miembros, guías y jefes de tropa a homosexuales activos.
Las películas de Disney que se proyectan en los cines están plagadas de personajes homosexuales. Algunos lo son descaradamente, mientras que otros son más sutiles y disimulados, más subliminales, pero hay películas desfachatadamente homosexuales. La mayoría de los textos para niños que publica Disney contiene sugerentes insinuaciones subliminales de índole homosexual. Romanos 1,26-28 y veinticinco pasajes más declaran categóricamente que Dios condena los comportamientos homosexuales, entre los que se cuenta toda conducta contraria al sexo biológico de uno. Aunque Dios condena la depravación homosexual, Disney la promueve, las autoridades la respaldan, centenares de empresas la aprueban, los ciudadanos que comparten esas ideas la aceptan y la mayoría de los cristianos la tolera. Parece mentira. ¿Y qué hacemos los cristianos? Si es que hacemos algo.

Los boycots a marcas comerciales como la cerveza Budweiser sin alcohol o las camisetas Target han tenido mucho éxito y demostrado que los capitalistas se pueden tomar muy en serio esos gestos, ya que el único idioma que ellos entienden es el del dinero. Tenemos que ser mucho más conscientes de ello. No podremos impedir que cada compañía o tienda progre promueva campañas así, pero al menos podremos evitar las peores de todas, como Disney. No tenemos por qué darles ni un céntimo ni venderles nuestra alma.

Igual actitud debemos tener para con las diócesis cuyos obispos pisotean los derechos de los fieles o promueven un plan inicuo: al enemigo ni agua.

Nuestros hermanos de África dan ejemplo al mundo entero de mantener la fe y preferir la verdad al culto idolátrico al dinero occidental, y se ocupan de promulgar leyes saludables y sensatas contra los planes de sodomización de la sociedad, afirmando que las promulgan por el bien de sus hijos. No es de extrañar, pues, que Uganda sea un modelo para el mundo de lo que es una legislación razonable, correcta, proporcionada y suficiente en derecho de familia y contra la perversión moral, teniendo en cuenta que los mártires de Uganda prefirieron morir a cometer la abominación sodomítica con su rey. Como tampoco sorprende que los prelados africanos rechazaran en bloque Fiducia supplicans en contundente reacción a un pontificio abuso de autoridad.

Es urgente que todos los padres se muevan, y de todas las formas posibles, en cualquier parte del mundo en que vivan, motivados por su instinto parental, aunque haya que plantar cara a los progres del Vaticano o al mundo entero si hace falta. Vale la pena cualquier sacrificio para librar a nuestros hijos de la porquería de Satanás.

El difícil diálogo

Personas bien intencionadas nos dicen que hay que aprender a dialogar con las personas de otra orientación sexual. No me cabe duda de que hay que estudiar maneras eficaces de convertirlas. Pero en muchos casos el diálogo es imposible, porque siempre resulta algo por este estilo:

–Fulano: Yo quiero hacer tal y cual.

–Iglesia Católica: Tiene libre albedrío para hacerlo.

–Fulano: Pero según ustedes está mal hacer tal y cual.

–Iglesia Católica: Efectivamente.

–Fulano: ¿Es que quieren dictar lo que tengo que hacer?

–Iglesia Católica: No. Es libre para hacer lo que quiera.

–Fulano: Pero a ustedes les parece que tal y cual está mal.

–Iglesia Católica: Sí, pero es porque queremos lo mejor para usted.

–Fulano: Pero yo quiero hacer tal y cual.

–Iglesia Católica: Tiene libertad para hacerlo.

–Fulano: Quiero que diga que tal y cual está bien.

–Iglesia Católica: No puedo.

–Fulano: ¿Por qué me odia?

Ahora más que nunca, será el ejemplo manifiesto de los cristianos normales, relativamente felices, tranquilos, compasivos y de ideas claras el que conquiste a los que acaben agotados y asqueados de una vida contraria a la naturaleza y al Dios de la naturaleza, contraria a Cristo y a su Iglesia, lo cual también significa contraria a lo mínimo imprescindible para estar cuerdo y ser feliz. Cuando alguien empiece a cuestionarse qué está haciendo consigo mismo y a tener dudas, ver que ha cometido un error, plantearse cosas, estemos a su lado para escucharle y responderle.

Y ante todo, demos testimonio del Evangelio de la Vida con matrimonios fieles y acogiendo generosamente, amando y educando a los hijos que nos mande Dios. Con la ayuda de Él, llenemos el mundo de gente que ama a Dios y al prójimo, dentro de la grandiosa diversidad querida por Dios. Será de esa forma como rehabilitaremos el verdadero sentido simbólico del arcoíris, actualmente secuestrado por nuestros enemigos en esta versión cósmica del juego de la captura la bandera en el que estamos participando, para ganar un premio eterno.

Podemos aportar nuestro granito de arena poniendo en el balcón este mes la bandera del Sagrado Corazón [Se puede adquirir aquí, aquí, aquí y en otros lugares].

Gracias por su atención, y que el Sagrado Corazón de Jesús los guarde y guarde a sus seres queridos durante este mes de junio.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Peter Kwasniewski
Peter Kwasniewskihttps://www.peterkwasniewski.com
El Dr. Peter Kwasniewski es teólogo tomista, especialista en liturgia y compositor de música coral, titulado por el Thomas Aquinas College de California y por la Catholic University of America de Washington, D.C. Ha impartrido clases en el International Theological Institute de Austria, los cursos de la Universidad Franciscana de Steubenville en Austria y el Wyoming Catholic College, en cuya fundación participó en 2006. Escribe habitualmente para New Liturgical Movement, OnePeterFive, Rorate Caeli y LifeSite News, y ha publicado ocho libros, el último de ellos, John Henry Newman on Worship, Reverence, and Ritual (Os Justi, 2019).

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