Sentimentalismo espiritual: la falsa espiritualidad orientalizante

¿En qué se diferencian la espiritualidad y la meditación católicas y los métodos de concentración de Extremo Oriente?1

En que la espiritualidad cristiana se basa en la fe en un Dios personal y trascendente, Creador del hombre, y éste le reza como a un Padre divino, lo conoce y ama sobrenaturalmente mediante las virtudes infusas de Fe, Esperanza y Caridad y, por último, entra en coloquio con Él por medio de la meditación u oración mental.

De hecho, por la gracia santificante, Dios habita real y físicamente en el alma del justo. De ahí que la vida espiritual sea conocimiento y amor recíproco, altruista y de convivencia entre Dios y el hombre, lo cual supone un auténtico diálogo entre Dios y el hombre (similar al que tiene lugar entre un pastor y su grey: el pastor conoce y ama a sus ovejas y las llama, una por una, para que lo sigan hasta los pastos. Reconocen su voz y lo siguen).

Con todo, Dios es siempre infinitamente diferente del hombre, el cual participa de la vida íntima divina de una manera finita y limitada, propia de las criaturas. Entre Dios y el hombre hay unión, pero no confusión, y el hombre tiene que intentar conformar su pequeña y mísera voluntad a la infinita y omnipotente de Dios.

La filosofía de Extremo Oriente (sea la hinduista o la budista)2 tiende a ser panteísta y esotérica o de índole gnóstica, porque identifica al hombre con la divinidad. No concibe a Dios como una persona que trasciende el mundo, infinita, inmutable, determinada, acto puro, Creador. Lo ve en cambio como un todo inmanente al mundo (en el hinduismo) o un silencio vacío y universal (en el budismo) que no trasciende al mundo sino que se identifica con él. Más que de Dios se trata de una divinidad vaga e indeterminada3, indiferenciada y anónima que se identifica con el mundo y es absorbida por éste (inmanentismo).

La oración, o mejor dicho concentración oriental hinduista o budista (que no es una religión, porque la religión une al hombre con Dios, sino una filosofía inmanentista, naturalista y panteísta) no es un trato de amor entre el hombre y Dios que resulta en un coloquio entre ambos, como dos amigos que conversan entre sí, según la comparación de San Ignacio de Loyola, sino un replegarse del hombre sobre sí mismo. Porque la concentración oriental no conoce a un Ser distinto del hombre; de ahí que el pensamiento humano tenga que concentrarse en sí mismo y coincida con la divinidad, entendida como un gran ser indiferenciado e impersonal.

En las filosofías mistéricas y esotéricas del Lejano Oriente no tiene cabida un conocimiento amoroso de Dios, porque no es un Dios distinto del hombre. No se trata de un coloquio entre el hombre y Dios, sino de un monólogo de un hombre que es dios o de una inmersión del hombre en el Todo impersonal e indeterminado.

La finalidad de la concentración oriental es que el hombre cobre conciencia de que no es una criatura de Dios, sino una totalidad de identidad con la divinidad. De ahí que el hombre tenga que concentrarse para llegar a concebirse como impersonal y como una amalgama entre el mundo, la divinidad y un sí mismo personalmente inexistente, o sea una partícula del Todo indeterminado. La anulación de la conciencia de la propia personalidad, la individualidad (que es ser indiviso en sí y distinto de todos los demás) y la conciencia de la unidad con el Todo o un yo indeterminado es el fin último de la concentración y de la filosofía oriental. Conocerse a sí mismo como individuo, como un yo, como persona, es una ilusión (maya) que el hombre tiene que perder mediante la concentración, que lo libera así del sufrimiento (nirvana, estado de indiferencia o liberación), que es la conciencia de la realidad objetiva, que con frecuencia impide que se cumplan los deseos del iniciado.

La oración cristiana nos permite cobrar conciencia de esa dificultad, y con la ayuda de Dios nos proporciona las fuerzas para aceptarla y superarla. Mientras que la concentración o desdoblamiento oriental nos lleva a perder la noción de la realidad objetiva y nos da una falsa esperanza de no ser engañados, es decir que nos hace creer que somos una parte del Todo.

EN RESUMEN:

1º) La verdadera mística sólo significa pasividad o falta de resistencia relativamente, ante el movimiento sobreabundante del Espíritu Santo; no en lo que se refiere a la cooperación humana con la Gracia divina para alcanzar la salvación eterna: «Gratia Dei sum id quod sum, sed gratia ejus in me vacua non fuit» (San Pablo).

2º) El falso misticismo, en cambio, significa pasividad total (o sea, no hacer nada), lo que incluye no vivir conforme a la virtud ni resistir al mal moral Pecca fortiter, sed fortius crede (Lutero).

3º) La consecuencia del falso misticismo, que es la corrupción de la unión transformante con Dios (corruptio optimi pessima), supone la destrucción de la recta razón, la fe sobrenatural, la moral objetiva y la obediencia a la jerarquía eclesiástica como Cristo ha dispuesto. En resumidas cuentas, significa el fin de la verdadera religión (si fieri potest) y del hombre como animal racional y libre, al que reduce a una entidad sentimental.

4º) La falsa mística ha contaminado todas las épocas a lo largo de la historia: la antigüedad con el montanismo, el Medievo con los begardos, la primera parte de la modernidad con Lutero y con el quietismo, la segunda parte de la modernidad con el modernismo americanista y la postmodernidad con el neomodernismo postconciliar de los diversos movimientos y caminos actualmente aprobados desde las más altas instancias de la Iglesia. Pero hasta los años cincuenta del siglo XX toda desviación era condenada y contenida. Ese es el problema y el drama de este momento, que sólo la omnipotencia y la justicia de Dios podrán resolver. Hasta ahora el hombre moderno y contemporáneo ha resistido su misericordia.

5º) La influencia del judaísmo cabalístico tuvo un peso enorme en el Concilio Vaticano II (V. Nostra aetate, 1965) y durante el postconcilio con la fascinanción demostrada por Karol Wojtyła (†2005), Joseph Ratzinger (†2022), Martin Buber (†1965) y Emmanuel Lévinas († 1995), que convirtieron a la cábala esotérica elitista judía en un fenómeno de masas sirviéndose del movimiento jasidista judío, padre del Camino Neocatecumenal. También Freud convirtió el talmudismo en un fenómeno de masas por medio del psicoanálisis.

6º) Más que una religión positiva (que une el hombre a Dios, religio viene de religare), la religiosidad hinduista y budista del Lejano Oriente es una filosofía esotérica y gnóstica, inmanentista y como mínimo tiende al panteísmo. Para ella, no existe un Dios separado del mundo y trascendente, y por tanto no subsiste una religión, sino una vaga divinidad impersonal e indeterminada que es una misma cosa con el mundo y con el hombre. Por eso, es un conocimiento mistérico, secreto, elitista, gnóstico y esotérico que aleja a Dios del hombre.

7º) Los métodos de concentración de Extremo Oriente no tienen nada que ver con la oración cristiana ni con la oración mental (meditación y contemplación). En realidad, la oración es un trato amoroso con Dios por parte del hombre que conduce a la unión y a vivir unidos en un coloquio, como dos amigos que conversan, aunque sean distintos (Dios es infinitamente superior a toda criatura, incluso a los ángeles).

La concentración oriental (yoga o zen) parte de la falsa premisa de que el hombre no es un ser distinto de los otros, del mundo y de Dios; hombre, divinidad y mundo forman un todo o un vacío indeterminado. Esta falsa filosofía se vale del yoga y el zen para hacer creer al iluminado que es una parte del todo o una gota de agua que se diluye en el océano de la divinidad.

8º) Las consecuencias morales de la filosofía panteísta del Lejano Oriente son desastrosas y llevan al nihilismo filosófico, que sobre todo desde el paroxismo sesentayochista está destruyendo al hombre contemporáneo en cuanto a la razón y la moral y hasta en su propio ser.

Si el hombre es una gota en el mar, es una partícula de un todo, y luego un vacío indeterminado y potencial, un no ser en perpetuo devenir. Así, el hombre, el mundo y la divinidad no son o no existen, sino que siempre están en evolución sin llegar a estar en acto.

9º) Hay que escoger: o la recta filosofía, la verdadera religión y la oración dirigida a Dios Creador, o el absurdo filosófico del inmanentismo panteísta y la concentración engañosa que convierte al sujeto en objeto. Tertium non datur. Parafraseando a Guenon, ¡perditio ex oriente!

Epiphanius

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

SÍ SÍ NO NO
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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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