INTRODUCCIÓN
En el presente artículo (que está tomado de una conferencia, y tiene por eso un estilo más propio de la lengua hablada) exponemos la cuestión de la antigüedad del Canon Romano. Es decir, del Canon de la Misa llamada (impropiamente) tridentina o de San Pío V.
De hecho, el nombre arriba indicado de Misa Tridentina no es exacto, porque la Misa Tradicional no es la Misa del Concilio de Trento, ni es una Misa compuesta por San Pío V. Es, por el contrario, la Misa de tradición apostólica, que San Pedro llevó a Roma cuando tuvo que huir de Jerusalén hacia el año 42 porque Herodes lo quería decapitar, como había hecho con Santiago.
Apenas fue martirizado Santiago, San Pedro fue detenido y encarcelado para ser sometido a juicio. Pero he aquí que, de noche, mientras estaba sujeto con un grillete a la muñeca de un soldado y con otro a la de otro soldado, llegó un ángel, rompió las cadenas, abrió la puerta de la cárcel y San Pedro traspuso las rejas de la cárcel, que se abrieron milagrosamente, y pudo escapar como si tal cosa.
Entonces, la comunidad cristiana de Jerusalén, para que San Pedro no terminara como Santiago, decidió que se fuera de Jerusalén. Así pues, se embarcó con rumbo a Roma, de donde regresó a Antioquía por un tiempo, hasta que finalmente volvió a la Ciudad Eterna hacia los años 55-60, y allí se quedó hasta el 64, cuando fue crucificado boca abajo sobre el monte Vaticano.
MARGHERITA GUARDUCCI
La arqueóloga Margherita Guarducci descubrió bajo el altar de Bernini la capillita en que se encuentran los restos del primer pontífice. Unas palabras escritas en griego decían: Petros eni (aquí está Pedro). Más tarde se encontró dentro de dicha capilla una manta de púrpura y oro (que únicamente solían usar los emperadores), en el interior de la cual había unos huesos que fueron examinados por un médico ateo, otro judío y otro católico de la Universidad La Sapienza y el Policlínico Umberto I. Los análisis revelaron que los huesos pertenecían a un hombre de constitución robusta, aquejado de una grave artrosis en la rodilla derecha (dato compatible con el oficio de San Pedro, que como pescador tenía que empujar la barca hacia la orilla precisamente con esa rodilla, siendo por tanto normal que tuviese bursitis). Por otra parte, según los exámenes forenses, los huesos encontrados corresponden a un hombre de unos 70 años que vivió hace aproximadamente 2000.
EL PADRE LOUIS BOUYER
En cuanto a la Misa Romana de tradición apostólica-petrina, voy a citar a algunos autores que no son tradicionalistas.
Para empezar citaré al padre Louis Bouyer, que era progresista, aunque serio como erudito, así como a dos que eran considerados conservadores, de la línea de Benedicto XVI.
Esto es lo que dicen dichos autores (vuelvo a decir progresistas o conservadores, no tradicionalistas) de la Misa de siempre: que San Pedro celebraba esa Misa, la decía en griego, y hasta la paz de Constantino no empezó el latín a ganar ventaja y convertirse en la lengua de la Iglesia. De hecho, el griego también había sido la lengua culta en Roma, y fue a partir de Constantino cuando el latín la suplantó.
El padre Bouyer, que falleció en París en 2004, fue confundador de la revista Communio junto con el entonces joven y progresista padre Ratzinger. Su formación intelectual no fue en modo alguno tradicionalista. Enseñó en el Instituto Católico jesuita de París.
En 1964 fue nombrado por Pablo VI consultor de la Comisión para la Aplicación de la Reforma Litúrgica. Pues bien, precisamente ese año, en el Concilio Vaticano II, se promulgó la constitución Sacrosanctum Concilium sobre la liturgia. Constitución que, de un modo bastante moderado, allana el camino para la reforma litúrgica de 1969. En realidad, no expresa todavía de un modo explícito las ideas maestras que surgirán de la nueva Misa, pero las contiene implícitamente. Por otro lado, Bouyer está encargado de velar por que se pongan en práctica dichas reformas.
A pesar de todo, escribe el padre Louis Bouyer que el Canon Romano, tal como hoy lo conocemos, se remonta hasta San Gregorio Magno, que falleció el año 604 después de Cristo, si bien en realidad dicho Canon comenzó a existir con San Pedro, alrededor por tanto de los años 40 a 50, y no más tarde del 61.
Por esa razón, no existe una oración eucarística más antigua que el Canon Romano. El P. Bouyer reconoce la antigüedad de este canon, «que es lo más bello, antiguo, venerable y digno de veneración que poseemos, y que habremos de guardar como oro en paño».
MONSEÑOR KLAUS GAMBER
El segundo estudioso que habla de la antigüedad del Canon Romano es monseñor Klaus Gamber, obispo de Ratisbona, que falleció en 1979. Escribe: «La liturgia romana, sin cambios sustanciales, atraviesa la historia y llega hasta nuestros días. Es el rito más antiguo que tiene la Iglesia».
El propio Benedicto XVI (amigo de monseñor Gamber) afirmó que cuando Pablo VI reformó y prohibió la Misa antigua quedó estupefacto, porque, como dice el Concilio Vaticano I, un papa ha sido elegido para mantener la Tradición, no para cambiarla; para mantener la Fe y defenderla de los errores, no para alterarla. Por lo que si se abroga una Misa que es de tradición apostólica, y que nace con San Pedro que vino a Roma, se comete un abuso de autoridad.
En realidad no se puede abrogar una Misa de rito apostólico para obligar a celebrar una Misa creada artificialmente en equipo con pastores calvinistas que no tienen la Fe católica.
Por otra parte, los papas que terminaron el Canon Apostólico después de San Pedro fueron San Dámaso (muerto en 384) y San Gregorio Magno (fallecido en 604), que le dio los últimos toques.
Así pues, en sentido estricto, la Misa Romana no es la Misa de San Pío V. Es más, lo que hizo San Pío V fue simplemente declarar obligatoria la Misa que se celebraba en Roma. La que San Pedro llevó a Roma. La que se dice en la Ciudad Eterna desde aproximadamente los años 42 ó 45 después de Cristo y que se mantuvo sin cambios hasta el año 384 y luego el 604. De ahí que hablar de la Misa de San Pío V no sea exacto desde el punto de vista histórico.
Por esa razón, la Misa apostólica no se hizo obligatoria en todo el mundo hasta San Pío V, que fue un gran papa reformador: el Breviario Romano, el Misal Romano, los seminarios, son reformas introducidas por este pontífice. Puso en práctica el Concilio de Trento, que se prolongó durante dieciocho años, y con su doctrina y santidad infundió vida a santos que participaron en el mencionado Concilio. Santos de talla tan descomunal como San Carlos Borromeo, que se lanzaron a poner por obra el Concilio de Trento.
Esa Misa se mantuvo intacta hasta 1969, y entonces Pablo VI intentó abrogarla. Mientras que San Pío V respetó y mantuvo los ritos que gozaban de al menos de 200 años de antigüedad. Como vemos, el papa Ghisleri respetaba la Tradición, y es que Pío V considera que el Papa no puede derogar así como así un rito cuenta con al menos dos siglos de existencia.
Entonces fueron autorizados los ritos que existían desde hacía más de dos siglos: el mozárabe, el ambrosiano (que todavía se celebra en Milán), el dominico, que es muy hermoso y diferente del romano, y el cartujo.
El Misal Romano se remonta a San Pedro, mientras que el Novus Ordo Missae es un rito nuevo, sustancialmente distinto del de tradición apostólica. Para verlo, basta con asistir a una y otra Misa. La ruptura es evidente, no es preciso demostrarla. Es patente, no necesita pruebas.
En cambio, para darse cuenta de que los documentos del Concilio suponen una ruptura con la Tradición hace falta leerlos y estudiarlos. Mientras que si uno va a una Misa ruidosa dicha sobre una mesa en la que el cura mira de frente al pueblo, y luego asiste a otra que es rezaba en voz baja ante un altar dirigido a Dios, salta entonces a la vista la diferencia entre ambas sin necesidad de estudiar el asunto con detenimiento.
Pues bien: el Papa debe transmitir el depósito de la Fe, no cambiarlo, porque es el Vicario de Cristo; no es Dios. Por tanto, no puede derogar lo que Dios inspiró y transmitió a San Pedro, como dice monseñor Gamber.
Desde el principio la Misa se dijo de cara al Señor, ad orientem, y también Ratzinger sacó a colación este tema que Gamber estudió a fondo. Volverse hacia el Señor es el título de un libro prologado por Ratzinger que retoma la doctrina de su maestro de liturgia, que fue monseñor Gamber: la Misa de Tradición apostólica no se celebra cara al pueblo, sino mirando al Señor.
La primera misa de cara al pueblo fue celebrada por en 1517 por Lutero. En la Misa Tradicional, los fieles sólo le ven la cara al sacerdote durante la homilía, hasta tal punto que para predicar el celebrante se quita la planeta y el manípulo, dando a entender con ello que no va a realizar un acto sagrado, que no es la Misa en sí.
¿Qué pasaba en la Misa romana? ¿Se ha fijado el lector en la columnata de Bernini? Téngase en cuenta que donde éste termina, donde se acaban las columnas, frente por frente a la basílica, hay luz; hay sol. O sea, es como ver a Jesús, nuestro oriente. Fuera de esa zona, los fieles se sitúan en paralelo a las columnas. Donde está la Basílica, está el sacerdote ante el altar. Los fieles no miran al sacerdote, sino que se colocan en semicírculo, a la manera de la columnata de Bernini, y al igual que el sacerdote miran a oriente: el sol/Jesús (los altares antiguos tenían unos candelabros muy altos y gruesos que prácticamente impedían que se viera la cara del sacerdote. Por eso éste tenía que subirse al ambón para predicar. En fin, que el celebrante y los fieles están vueltos hacia el Señor, ad orientem; no cara a cara.
EL PADRE PATRICK FAHEY
Seguidamente, vamos a echar un vistazo a otro gran erudito, el padre Patrick Fahey, que falleció en 2006. Pertenecía a la orden de los agustinos, e impartía clases en el Augustinianum de Roma, contiguo a la Basílica de San Pedro. Fue provincial de su orden y profesor en el Pontificio Istituto Liturgico, y tenía un doctorado por el Angelicum, la universidad dominica. En 1994 redactó una entrada para el Dizionario di Antichità Cristiane de Marietti –que se componía de cuatro volúmenes de unas dos mil páginas cada uno– en la que explicaba que el Canon procede del tiempo de los Apóstoles, y para ello cita a los Padres Apostólicos. Es decir, a los que conocieron personalmente a los Apóstoles. Pues bien: los Padres Apostólicos decían que la Misa Romana era de tradición apostólica y petrina.
Tenemos además de ello lo que dice sobre la Misa en loa Hechos de los Apóstoles, escritos más o menos el año 62. Y en la 1ª Epístola a los Corintios, que es del año 55, San Pablo habla de forma muy explícita de la Misa del ágape fraterno, hasta el punto de afirmar que antes de la Misa se comía (ágape).
Pues bien, escribe el padre Fahey que la Misa tiene cuatro partes: el Ofertorio (que ha desaparecido totalmente de la nueva Misa, luego veremos por qué, nota del autor); el Canon, del que ya hemos hablado; la Consagración («éste es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre), y por último la Comunión.
Los Padres Apostólicos son los que conocieron a los Apóstoles. Por ejemplo, San Justino Mártir, que escribió dos apologías: la Apología, en el año 130, y el Diálogo con Trifón, en 150. Justino describe en detalle la Misa, que se compone de lecturas, homilía, Ofertorio, Consagración y Comunión.
Hemos visto que el último retoque al Canon de la Misa se lo dio San Gregorio Magno. El Canon no se ha tocado jamás con excepción del Gloria, que fue añadido en el siglo VI por el papa Símaco (498-514), y el Agnus Dei, agregado a fines del siglo VII por el papa Sergio, que falleció en 601.
DCN
Continuará
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)