El 19 de marzo se celebra la solemnidad de san José, esposo de la Madre de Dios y padre putativo de Jesús. La Iglesia lo venera como custodio de la sagrada familia, patrono de la Iglesia y de los trabajadores, modelo de entrega a Dios y testimonio vivo de humildad, entre otras muchas aclamaciones. Y sin menoscabar ninguna de ellas en este breve artículo lo recordamos y ponemos de ejemplo como santo de la castidad vivida en modo heroico. Y desde ese justo calificativo san José es la respuesta firme a la funesta teoría, sostenida hoy por no pocos católicos, de la “utopía de vivir en castidad”. San José demuestra con su vida que la pureza SI puede vivirse y no es un imposible impuesto por Dios.
El contexto vital de san José es llamativo desde el primer momento: es un hombre joven (no es el ancianito que algunos artistas han planteado de forma errónea), fuerte, trabajador y lleno de ilusiones propias de un hombre normal: casarse, formar una familia, trabajar por el hogar…; y, sobre todo: un hombre profundamente enamorado de María. María era una joven llena de virtudes y, con toda seguridad, prendada de hermosura no solo interna. José sentía la atracción natural que un hombre siente por la mujer de la que se enamora y desea unirse con ella para toda la vida. No era el de José un amor “platónico” o “místico” sino real y normal, y esa naturalidad incluía la atracción física y el noble deseo de la unión íntima una vez celebrada la boda. José NO estaba privado del pecado original y su concepción no fue inmaculada como SI la de su esposa. La concupiscencia tentaría a José como a cualquier hombre. Y bien: a este hombre joven, fuerte y enamorado, Dios le pide lo más difícil: respetar (e incluso amar) la virginidad perpetua de su esposa la Virgen María. Y José lo cumple con todo su corazón. José no va a recibir la valiosa ayuda espiritual que, por el sacramento del orden, recibimos los sacerdotes, o la que reciben los consagrados por los votos religiosos. Por tanto su vivencia de la castidad tiene un mérito mayor que ha de calificarse de heroico. Y José dijo SI a esa voluntad divina toda su vida. Convivió con la mujer de la que estaba enamorado y respetó la distancia toda la vida. José, por tanto, demuestra con su vida que la virtud de la pureza no es IMPOSIBLE de vivir.
¿Cómo debería afectar este ejemplo en la pastoral católica?
Debería afectar como antídoto, o vacuna, frente a las ideas modernistas que afirman la “contradicción “divina (mandar algo imposible) para, desde esa regla de tres, afirmar que debe reformularse la doctrina cristiana sobre el sexto mandamiento del decálogo y de esa manera eliminar el concepto “PECADO” de:
- Relaciones prematrimoniales de novios
- Relaciones adúlteras extramatrimoniales
- Relaciones homosexuales
Y en los tres casos expuestos con la misma justificación de doble cara:
- Por una parte se prioriza el afecto humano por encima de todo argumento moral (“se quieren y no hacen daño a nadie”)
- Por otra parte se incide en la imposibilidad física de vivir la virtud dado el contexto sociológico liberal de la actualidad
Por tanto san José debiera ser santo y seña de toda formación moral en relación a la virtud de la castidad y la urgente catequesis al respecto en todos los niveles de educación cristiana: adolescentes, novios, matrimonios, solteros…y por supuesto religiosos y sacerdotes.
En más de una ocasión alguien me ha preguntado que hace cuantos….años….no se escucha o se lee una carta de algún obispo en relación al sexto mandamiento y a la exigencia moral de la pureza; y la respuesta requiere tirar de hemeroteca con cierta paciencia, ¿no es verdad?
Termino con una cita muy oportuna de “Camino”:
Hace falta una cruzada de virilidad y de pureza que contrarreste y anule la labor salvaje de quienes creen que el hombre es una bestia.
—Y esa cruzada es obra vuestra.