Estado de la cuestión
El Dicasterio para la Doctrina de la Fe decretó el pasado 8 de noviembre de 2023 (sin definir ni obligar a creer, o sea, no de forma infalible) que los transexuales pueden también pedir y recibir el Bautismo aunque no estén arrepentidos. No sólo eso: pueden igualmente ejercer de padrinos y ser testigos en bodas. Incluso los homosexuales que conviven con una persona del mismo sexo (ANSA, 9 de noviembre de 2023).
Según la doctrina católica, el padrino es quien se convierte en padre espiritual del bautizando o confirmando, que aún es inmaduro en la vida espiritual y tiene necesidad de alguien que lo instruya y oriente. Por esa razón, el padrino tiene que ser un cristiano ejemplar y no puede vivir públicamente en concubinato.
En vista de ello, «tanto quien presenta como padrino a una persona no apta para ello como el que ejerce de padrino en tales condiciones pecan gravemente» (F. ROBERTI – P. PALAZZINI, Dizionario di Teologia morale, Roma, Studium, 1955, p. 954, voz Padrino).
En cuanto a ser testigo en un matrimonio, no se considera idóneo quien tiene costumbres tan abyectas que no es digno de confianza. Es más, el testimonio de quien ha sido testigo de un sucesor y ha visto y oído lo sucedido y es citado en juicio para declarar o atestiguarlo, deber ser una persona digna de crédito en cuanto a conocimientos y a moral (F. ROBERTI – P. PALAZZINI, Dizionario di Teologia morale, Roma, Studium, 1955, p. 1379, voz Testigo).
El propósito de Bergoglio al proferir una cascada incesante y progresivamente acelerada de herejías y blasfemias (Amoris laetitia, Abu-Dhabi, la Pachamama, legalización de la homosexualidad…) sería presionar a los buenos pastores de la Iglesia para que la abandonasen al provocarlos para que lo acusen de herejía y lo depongan, y declarándolo luego heréticos y cismáticos por haber negado implícitamente la primacía del Papa, y expulsarlos así de la Iglesia.
Con todo, no debemos caer en la trampa tendida por Bergoglio. Es indudable que dice herejías y afirmaciones blasfemas, pero el Episcopado no tiene una jurisdicción superior al Papa y no puede procesarlo ni deponerlo. De ahí que haya que resistir estas herejías materiales, no aceptarlas, combatirlas, refutarlas; lo que no se puede hacer es excederse atribuyéndose una jurisdicción superior a la del Sumo Pontífice, porque sólo Dios la tiene. En realidad, al hacerlo se dejaría de tener razón para incurrir en el error y en la excomunión canónica por parte de Bergoglio, el pontífice condenado por Dios.
Con dolor, tenemos que aceptar que en este conflicto de proporciones históricas el que debía gobernar la barca de San Pedro se ha pasado al bando enemigo para hundirla.
Por eso, huelga todo comentario a cuanto haya decretado Bergoglio. Eso sí, es imposible pasar por alto el carácter anticrístico y demoniaco de ese documento firmado por el cardenal prefecto del ex Santo Oficio y refrendado por Bergoglio.
Se avanza ya a marchas forzadas preparando el terreno para la llegada del Anticristo, tanto en el ámbito religioso como en el temporal.
Satanás y el satanismo
El mundo entero1, no en tanto que creación física de Dios, sino en el sentido moral y peyorativo (los que viven según el espíritu mundano y carnal opuesto al angélico o divino) está sujeto al Diablo, en la disyuntiva del dilema o Dios o el yo, o la verdad o la mentira. Por eso se le llama también al Diablo «el príncipe de este mundo» (Jn. 12, 31; 14, 30), «el dios de este siglo» (2 Cor., 4, 4). El reino de Satanás se opone al de Dios (Mt., 12, 26).
El drama de la situación actual es que ese contrarreino demoniaco se ha abierto camino en la mente de los hombres de la Iglesia y ha llegada hasta lo más alto de la Jerarquía.
Satanás arranca del corazón de los hombres el trigo bueno de la Palabra de Dios para sustituirlo por la cizaña o trigo falso del error (Mc., 4 15); véase el caso eclatante de los padrinos transexuales. Su objetivo consiste en cegar la mente de los que ya no creen para que no sean iluminados por el Evangelio de la gloria de Cristo (Mc., 4, 15); desde luego el decreto de marras no invita a la conversión. Al contrario, incita a perseverar en la depravación, es decir a la impenitencia final , que es uno de los pecados contra el Espíritu Santo.
El mundo de Satanás combate (en el tiempo) al Reino de Dios, pero al final Jesús vencerá y derrotará definitivamente a Satanás y conquistará el mundo (Jn. 16, 33). Hasta el fin del mundo habrá oposición entre los hijos de Dios y los del Diablo (Jn. 8, 44), los que llevan a cabo las obras del Diablo (Hch. XIII, 10), que se sintetizan en la impostura o engaño (Jn. 8, 44; 1 Tim. 4, 2; Apoc., 12, 9) con que se sustituyen la verdad y la justicia por el error y el pecado (Rom., 1, 25; St., 5, 19)»2. Salta a la vista que Bergoglio no realiza las obras de Dios sino las de Satanás, porque sustituye la verdad por el error y la santidad por el pecado.
En un sentido genérico, el satanismo es el estado de lo que es satánico, o sea lo que está sometido a Satanás y está además consagrado a él. El satanismo está totalmente empapado y saturado del espíritu de Satanás, adversario de Dios y del hombre. En concreto, el término satanismo tiene tres acepciones: 1) el dominio de Satanás sobre el mundo; 2) el culto que se le rinde a Satanás; y 3) la imitación de su rebelión contra Dios. Es necesario estudiar estos tres aspectos si se quiere entender bien el significado del concepto de satanismo y su relación con la modernidad y la posmodernidad.
Dominio de Satanás sobre el mundo
Tanto en los Evangelios como en San Pablo se revela dicho dominio, que se lleva a cabo y se propaga mediante a) el pecado del hombre, que se opone a la voluntad de Dios; b) el orgullo humano y el egoísmo, que se oponen a Dios, el cual es infinitamente verdadero y bueno3, y c) la ley meramente exterior o farisaica (decreto bergogliano del 8 de noviembre de 2023), que es contraria a la verdadera Fe interior vivida desde la Caridad.
El dominio de Satanás sobre el mundo viene a ser algo así como un cuerpo místico, según la descripción de San Gregorio Magno (Hom. 16 en Evang.; Moral., IV, 14): «Ciertamente el Diablo es el jefe de todos los inicuos, y todos los inicuos son miembros de dicha cabeza». Por eso, los Padres y Doctores de la Iglesia hablaban de la contraiglesia, aludiendo a la Revelación (Apoc., 2, 9), que habla de la sinagoga de Satanás opuesta a la Iglesia de Cristo. El Reino de Cristo se opone radicalmente al de Satanás. Son tan contrarios como el sí y el no, el bien y el mal, la verdad y el error o el ser y la nada. El fin de cada uno es la aniquilación del otro mediante un continuo combate recíproco que no terminará hasta el fin del mundo y el Juicio Universal.
Lo inaudito, y la desconcertante novedad (hasta cierto punto solamente, porque «el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios» desde 1958), es que ese espíritu demoniaco ha llegado a la cúspide del elemento humano de la Iglesia.
Pío XII enseñó que «el satanismo más profundo y capilar es la apoteosis del hombre, que reduce la religión a algo subjetivo, y después de haber derrocado el cristianismo, aplica los falsos caminos del colectivismo socialista y el individualismo liberal, los cuales conducen a la destrucción de la humanidad, primero en lo moral y luego en lo físico» (Radiomensaje navideño del 24 de diciembre de 1952, nº12-30).
Transcurridos sesenta años, somos testigos de que esa terrible profecía se ha cumplido. «Hoy en día, mediante una bondad puramente natural, el príncipe de este mundo trata de encadenar a los hombres para mantenerlos más férreamente bajo su dominio, es decir alejados de la verdadera Iglesia de Cristo»4.
Culto a Satanás
Si se niega la existencia del Diablo, se niega también el culto que se le da. En la actualidad, la victoria más peligrosa de Satanás es haber trastornado la Fe católica en cuanto a que verdaderamente existe.
No menos perniciosa es la superstición contraria, es decir, el culto que se rinde a Satanás como divinidad malvada con la que hay que reconciliarse y a la que hay que servir para beneficio personal (honor, riqueza y placeres).
Los gnósticos de la Antigüedad identificaban a Satanás con la Serpiente del Paraíso Terrenal (IRENEO, Adversus haereses, I, 24; TERTULLIANO, Praescr., 47), a la que exaltaban por haber reivindicado los derechos del hombre al revelar a Adán la gnosis o conocimiento del bien y del mal y enseñarle a rebelarse contra los mandamientos de Dios.
Para los gnósticos cainitas (cfr. IRENEO, íbid., I, 31), los verdaderos libertadores son los grandes rebeldes que se han alzado contra Dios: Caín, Esaú, los sodomitas y sobre todo Judas, que libró a la humanidad de Jesús. Por eso, no tiene nada de sorprendente la reciente rehabilitación del Iscariote por parte de algunas películas e incluso de ciertos neoexégetas.
Judas, Bergoglio y Satanás
En el Evangelio de San Juan (6, 71-72), leemos: «Jesús les dijo: “¿No fui Yo acaso quien os elegí a vosotros los doce? ¡Y uno de vosotros es diablo!” Lo decía por Judas Iscariote, hijo de Simón, pues él había de entregarlo: él, uno de los Doce.»
El Doctor Común de la Iglesia comenta: «Diablo no en cuanto a naturaleza, sino por imitación de la naturaleza diabólica» (Santo Tomás de Aquino, Comentario al Evangelio de San Juan). De hecho, Judas era por naturaleza hombre y no diablo pero, al imitar al Diablo en su maldad, al odiar y traicionar a muerte a Jesús, era similar al Diablo en cuanto al modo de actuar.
Masonería y satanismo
Explica monseñor Antonino Romeo que «el culto a Satanás se concentra en las misas negras […], que recuerdan a las fórmulas y ritos masónicos […]. Indudablemente, la masonería es guarida secreta de satanismo, y ha heredado la fe y costumbres de los gnósticos cainitas»5.
La masonería, inspirada en el judaísmo talmúdico, es la contraiglesia universal que lleva más de doscientos años planeando los acontecimientos políticos,económicos y militares de los que depende la suerte de los pueblos.
En la historia de la modernidad se puede observar «una pauta de marcha constante que tiende al progreso inexorable, a la religión de la naturaleza, y que excluye toda religión y moral positivas. La lucha se libra ante todo contra el catolicismo, porque una vez haya caído, el cristianismo no será más que un símbolo o un recuerdo»6.
Los secuaces principales y preferidos de Satanás son el judaísmo anticristiano («Sois hijos del Diablo» Jn. 8, 44), que a su vez ha inspirado todas las sectas y herejías anticristianas7.
La rebelión satánica
Esta rebelión consiste en la afirmación heroica del yo, defendido en su integridad absoluta. Monseñor Antonino Romeo escribió: «Hay incluso algunos teólogos católicos [ya hasta el mismo cardenal prefecto del Santo Oficio y el Sumo Pontífice, n.del. a.], que para halagar la voluntad o la libertad humana, no respetan la divina y tienen la osadía dejuguetear con el riesgo de pecado […], con una actitud de riesgo mortal que tiene muchos puntos de contacto con el titanismo actual»8.
El marxismo, para el cual Dios es el mal, es una de las formas modernas del satanismo revolucionario, al igual que el nihilismo filosófico posmoderno (Nietzsche/Freud), que aspira a eliminar la moral, el intelecto humano y el ser por participación que remite al Ser por excelencia.
Conclusión
Por consiguiente, el decreto en cuestión es una abominación que «si en algo está en desacuerdo con la ley natural, y aun contra la sana razón, ya no es ley sino corrupción de la ley» (S. Th., I-II, q. 95, art.2).
No sólo eso: «Cuando se manda algo contrario a la razón, a la ley eterna, a la autoridad de Dios, es justo entonces desobedecer» (León XIII, encíclica Libertas, 20 de junio de 1888). Y también la Divina Revelación enseña que «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5,29).
El decreto de marras es el antidecálogo, mejor dicho, el decálogo de Satanás. Jesús ya nos enseñó: «Quien escandalizare a uno de estos pequeñitos que creen, más le valdría que le atasen alrededor de su cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que lo echasen al mar» (Mar. 9,42).
De todos modos, tenemos que estar tranquilos; se acerca el fin: el del poder de las tinieblas. La Virgen de la Revelación le dijo a Bruno Cornacchiola en 1947 que vendrá una prueba tremenda para la Iglesia, «que será limpiada de la inmundicia que se ha infiltrado entre sus ministros». Y añade Cornacchiola: «Espero que nunca se cumpla lo que he soñado; es demasiado doloroso. No permita Dios que el Papa niegue toda verdad de fe y suplante a Dios».
Desgraciadamente, con este último decreto Bergoglio ha negado una vez más, y de forma aún más radical, la fe y la moral reveladas y ha tratado de suplantar a Dios diciendo todo lo contrario de cuanto el Señor nos ha revelado y mandado.
Romulus
1 Io, I, 10; VI, 7; XV, 18; XVI, 20; XVII, 9-16; 1 Io., II, 16; V, 19; Mt., XVIII, 7; Gal., VI, 14.
2 F. SPADAFORA (diretto da), Dizionario biblico, Roma, Studium, 3ª ed., 1963, p. 165.
3 «[El Diablo] no permaneció en la verdad, porque no hay nada de verdad en él.» (Jn. 8, 44).
4 A. STOLZ, Teologia della mistica, tr. it., Brescia, 1940, p. 66.
5 Voz “Satanismo”, en Enciclopedia Cattolica, Ciudad del Vaticano, vol. X, 1953, col. 1958.
6 A. ROMEO, íbidem, col. 1959.
7 Cfr. J. MEINVIELLE, De la cábala al progresismo, Buenos Aires, 1970.
8 A. ROMEO, íbid.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)