Continuación del artículo «Reunificación o sumisión» de Arthur Featherstone Marshall, en The American Catholic Quarterly Review , 1893.
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Un solo Señor, una sola Fe, un solo bautismo
Podemos aceptar como una especie de postulado cristiano que el hecho de que todas las sectas hayan hecho un descargo de responsabilidad en lo que se refiere a autoridad conferida por Dios es una prueba incontestable de que ninguna de ella posee dicha autoridad. Cuando una Iglesia, y sólo una, declara: “Puedo enseñar porque Dios me ha dado autoridad para ello”, y todas las demás iglesias, sectas y confesiones afirman: “No puedo enseñar porque carezco de autoridad divina,» comprendemos que no hay esperanzas de volver a unir lo que nunca estuvo unido, lo que siempre fue y debe ser antagonista. Sin embargo, no por ello es más inexacta la palabra “reunificación» que otra tan popular como “iglesias» en el sentido protestante del término. No puede haber iglesias. En el sentido en que se emplea en el Nuevo Testamento, y en el que se utiliza en las naciones católicas, podemos hablar de «la Iglesia italiana» o «la Iglesia francesa»; esta acepción está muy lejos de significar iglesias diferentes. Se refiere simplemente a las secciones naciones de una misma Iglesia Católica. El sentido en que la emplean los no católicos –como cuando se habla de la Iglesia Griega o la Anglicana– alude a cuerpos muy diferenciados y antagónicos. Aunque poseen doctrinas comunes, no tienen una autoridad común; más bien protestan contra la supuesta autoridad de la otra. En este sentido no puede haber iglesias. Si pudiera haberlas, serían también cristiandades. Y de ahí se seguiría que podría haber varios cristos. Para que haya un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo, tiene que haber necesariamente una Iglesia Católica: única en cuanto a autoridad conferida por Dios, y por tanto en la fe divina. Una en lealtad, devoción y sentir. Por eso, cuando se habla de reunificación de las iglesias, la frase no podría ser más imprecisa. Nunca hubo más de una Iglesia. Todos los cismáticos y herejes quedan fuera de ella a menos que se bauticen y obren de buena fe. En este último caso, si bien estarían fuera de la Iglesia visible, espiritualmente pertenecerían a ella, ya que todos los cristianos bautizados lo están en la Iglesia de Roma y siguen en ella hasta que la abandonan. La idea de la High Church (sector conservador de la Iglesia Anglicana) de que sus miembros están «bautizados en la fe anglicana” es a todas luces absurda y roza lo blasfemo: da por sentado que el Todopoderoso quiere complacer a los padres protestantes permitiendo que los hijos se bauticen en la religión de sus padres. En este caso, serían los padres y no Dios quien decidiría qué fe se transmitiría a los hijos en el bautismo. Basta el sentido común para ver que si hay un solo sacramento del Bautismo, ese sacramento debe ser el mismo para todos los bautizados. Todo niño debe bautizarse en la misma fe; así, si un niño se bautiza en la anglicana, todos deben bautizarse en la anglicana; o, si se bautiza en la de Roma, todos los niños se deben bautizar en la Iglesia romana. La nada católica idea de adaptar un sacramento instituido por Dios a la mentalidad particular de cada miembro de cada secta no se puede tomar con mucha seriedad. Afirmar que los padres deben escoger un bautismo particular para sus hijos, elegir en qué fe se bautiza, es colocarlos en el lugar que corresponde a Dios. Y sin embargo, en Inglaterra es muy habitual que la gente diga cosas como que se está en la fe protestante» o “en la fe la Iglesia Griega.» Para el católico que capta que la unidad de Dios no cabe en tal variedad, dolorosamente humana, semejantes expresiones suenan chocantes e irreverentes.
Entonces, así como hay un solo bautismo para acceder a una sola fe, no cien bautismos diversos para acceder a un centenar de fes, lógicamente el que abandona adrede la única fe ya no es católico sino hereje. Afortunadamente, la inmensa mayoría de los que nacen en la Iglesia visible no son herejes; simplemente están «en la herejía». La mayoría de los bautizados sigue perteneciendo a la Iglesia Católica hasta la que a propósito se colocan fuera de ella. Se podría, por tanto, decir con verdad de todos los protestantes bautizados que se podrían reintegrar a la Iglesia Católica Romana. Pero eso no quiere decir ni mucho menos que la herejía que hayan abrazado pueda reintegrarse a la Fe católica de Roma. Una cosa es el cristiano bautizado y otra la herejía. Él se puede reintegrar a la fe en que se bautizó, pero su herejía no, porque nunca estuvo ni podría estar unida. A pesar de ello, muchos hablan de la reunificación del anglicanismo con una Iglesia de Roma que se podría deformar. Y ahí se equivocan totalmente. La falsedad no se puede reintegrar a la verdad porque nunca formó parte de ésta; lo que sí se puede reintegrar a la Iglesia Católica es un pecador mediante el Sacramento de la Penitencia.
Una vez más, la conclusión es que la sumisión es la única alternativa lógica a una supuesta reunificación de las iglesias. Quienes han intentado la sumisión saben lo que ésta es: el abrazo de la más tierna madre. Los que no lo han intentado piensan que debe de ser humillante, como si el beso de la paz dado por un ángel pudiera ser humillante.
Si es cierto que no hay iglesias –en el sentido protestante de la palabra–, y si es verdad que, con toda precisión, no puede haber reunificación, la conclusión es que buscamos una solución más razonable al estado de guerra en que está inmersa la Cristiandad. «Una casa dividida contra sí misma» no es el concepto cristiano del cristianismo. Y una de las terribles consecuencias de esa división es que el mundo pagano sigue a la espera de la única reunificación que puede convertirlos. Por el bien de ellos y por el nuestro, debemos esforzarnos por alcanzar la unidad. Es innegable que si el mundo entero no es cristiano es porque el escándalo de la división lo imposibilita. Aparte de los tremendos cismas de la zarodoxia y el anglicanismo, entre EE.UU. e Inglaterra suman cerca de quinientas formas de cristianismo, cada una apartada de las demás. Los paganos podrían decir con bastante razón a los misioneros protestantes: “Vuelvan a su casa, aclárense las ideas en cuanto a lo que es cristianismo, y luego ya podrán venir a enseñarnos.”
(Continuará…)
Chris Jackson
[Traducido por J.E.F]