El nuevo lenguaje usado en cartas de obispos, textos de sínodos, exhortaciones del Papa… aparece con frecuencia la “Iglesia en salida para atraer a los alejados”. Estos alejados, se suelen referir los textos, son los que viven situaciones tales como divorciados vueltos a casar, parejas que conviven sin casarse, los llamados “Lgtbi”…etc; se pide a la Iglesia un impulso evangelizador para acercarse a todos ellos con el fin de que se sientan no excluidos de la Iglesia. Bien; sin entrar a evaluar u opinar de la consistencia habida en este tipo de declaraciones (o en la misma intencionalidad), habría que preguntarse con sinceridad quiénes son los alejados de la Iglesia. Porque, siendo fieles a la verdad (y no al suspiro sentimental tan típico de la posmodernidad), sería muy bueno que los obispos (sobre todo ellos) reconocieran y, sobre todo, asumieran que:
- La gran mayoría de los católicos practicantes, hoy, comulgan con la ideología dominante (género, “diversas formas de familia”, anticoncepción, ausencia de sentido de pecado y de responsabilidad moral personal).
- Un fuerte porcentaje de profesores de religión no vive de acuerdo con la moral católica (casados por civil, arrejuntados, no practicantes).
- Muchos catequistas no están de acuerdo con verdades de fe que enseña el catecismo del que algunos no se han leído ni la tapa.
- Bastantes sacerdotes y religiosos/as no creen en el infierno, purgatorio, ni en el perdón de los pecados por la confesión.
- Gran parte de los matrimonios casados por la Iglesia viven de espaldas a la doctrina cristiana sobre la generación de hijos.
- Los sacramentos se celebran en su mayoría por católicos que solo valorar la superficie sociológica de los mismos y no su fondo religioso.
Por poner solo algunos ejemplos a nivel genérico, pero suficientes. ¿No sería más coherente alentar primero a la conversión de los que están “dentro” que pretender salir a las periferias para evangelizar? ¿De qué clase de misión hablamos si el misionero no está, valga la redundancia, misionado?
En cualquier parroquia se constata la realidad y bien puede compararse la Iglesia de hoy, sobre todo en occidente e Hispanoamérica, a una gigantesca rueda que rueda sobre si misma pero no avanza y más bien retrocede. Cientos de niños que cada año hacen la “primera” comunión para no volver más, ídem de jóvenes y adultos con la confirmación, matrimonios canónicos sin enmienda moral alguna…etc, pero como cada año hay nuevos “elementos” que sirven para la estadística universal da la impresión que hay un gran avance. Todo es irreal.
Como bien dice el refranero popular “no hay más ciego que el que se empeña en no ver”; no tiene pues sentido alguno animar a evangelizar desde una “Iglesia de puertas abiertas” (por cierto que pronto las cerró durante la pandemia…) a unos alejados cuando primero habría que acercar a los que son llamados a esa evangelización.