Sobre el Catolicismo, el Islam y la traición neo-modernista a los cristianos que sufren

Los católicos y el Islam

John R. T. Lamont
Un ensayo especial para Rorate Caeli

Los recientes ataques terroristas por parte de ISIS han aumentado la urgencia de comprender la ideología que impulsa a sus atacantes. Naturalmente, los católicos, miran hacia el liderazgo de la Iglesia para ser orientados sobre la naturaleza del Islam, sobre su relación con la ideología de ISIS, y sobre el enfoque que los católicos deben de tomar frente a la amenaza del terrorismo de ISIS y al propio Islam. Desafortunadamente, el liderazgo episcopal de la Iglesia no ha proporcionado dicha orientación. Y no solo eso, sino que ha hecho todo lo contrario, al menos en Europa y América del Norte; ha confundido a los fieles en lo referente a la propia naturaleza del Islam y a la relación existente entre el extremismo terrorista y los principios fundamentales de la religión musulmana. Un buen ejemplo de este engaño se puede encontrar en un folleto publicado recientemente por la Conferencia Episcopal de Canadá, titulado «Católicos y musulmanes en Canadá: creyentes y ciudadanos en sociedad ‘. Vale la pena examinar este panfleto con cierto detalle, para comprender mejor el carácter de este engaño y su contenido real, así como las consecuencias de la fe musulmana.

La finalidad manifiesta de este folleto es la de «ayudar a los católicos canadienses a entender mejor a sus vecinos musulmanes”. Está firmado por el arzobispo Paul-André Durocher, Arzobispo de Gatineau en Québec, en calidad de presidente de la Conferencia Episcopal de Canadá. Su contenido da a entender a los católicos una falsa concepción sobre la naturaleza y enseñanzas del Islam. Esto es así más por omisión de hechos que por hacer declaraciones falsas sobre la creencia musulmana; aunque tales falsedades se encuentran también en el folleto.

Las principales omisiones son los siguientes:

  1. Actitud del Islam hacia el Cristianismo.

El folleto reconoce la condena específica del Corán al centro de doctrinas cristianas sobre la Trinidad y la Encarnación, a la vez que niega que Cristo muriese en la cruz:

“¡Oh, Gente del Libro! No os extralimitéis en vuestra religión. No digáis acerca de Allah sino la verdad: Ciertamente el Mesías Jesús hijo de María, es el Mensajero de Allah y Su palabra [¡Sé!] que depositó en María, y un espíritu que proviene de Él. Creed pues, en Allah y en Sus Mensajeros. No digáis que es una trinidad, desistid, pues es lo mejor para vosotros. Por cierto que Allah es la única divinidad. ¡Glorificado sea! Es inadmisible que tenga un hijo.” (Sura 4: 171). “El Mesías hijo de María es sólo un Mensajero, igual que los otros Mensajeros que le precedieron”. (Sura 5:75) ” Pero no le mataron ni le crucificaron, sino que se les hizo confundir con otro a quien mataron en su lugar“. (Sura 4,157).

Aun así, el folleto no reconoce al Islam como la única religión de importancia, fundada con el propósito específico de destruir y reemplazar al cristianismo. Estas negaciones de la doctrina cristiana tienen la intención de avanzar en este propósito y no son simplemente expresiones de desacuerdo teológico. No existe otra religión importante que contenga en sus textos sagrados denuncias específicas de las doctrinas cristianas básicas. El Islam presenta a Mahoma escribiendo al emperador bizantino Heraclio para exigirle que abrazase al Islam y que abandonase la adoración de Cristo. El Islam reivindica que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento fueron falsificados por judíos y cristianos, ya que originalmente sostenían las enseñanzas y el ministerio profético de Mahoma. La lectura de la Biblia fue consecuentemente prohibida por Mahoma, para evitar que la fe musulmana fuese socavada. Cristo es aclamado por los musulmanes como profeta en sucesión de los profetas anteriores a Mahoma, y cuyo mensaje está subordinado y en servicio de las propias profecías de Mahoma. Por lo tanto, y según la opinión de los musulmanes, ser un verdadero seguidor de Cristo consistirá en adherirse al Islam y en rechazar las enseñanzas y prácticas cristianas. Esta misión anti-cristiana siempre ha sido primordial en el Islam, y ha sido empleada en cada etapa de la historia musulmana.

  1. Naturaleza e implicaciones de la ley islámica.

Una de las diferencias más importantes entre el islam y el cristianismo es la de que el islam sostiene que la revelación divina  les hizo poseer un código de ley civil, conocido como la ley sharia. Este código de derecho se basa en el Corán y en los hádices, que son colecciones de tradiciones relativas a la vida, enseñanzas y el ejemplo de Mahoma.

Hay un código de derecho civil por revelación divina en el Antiguo Testamento, pero sólo concierne a los judíos, no a la raza humana en su conjunto. Una antigua autoridad talmúdica, el rabino Samuel, endosó las afirmaciones de la Ley Antigua en un punto importante al declarar que ‘la ley del reino es la ley «; este principio fue seguido por todos los judíos ortodoxos posteriores, por el que se entendió que la legislación de los estados no judíos era la autorizada a menos que esta contradijese explícitamente el principio de la Ley Antigua. La ley de Moisés no es vinculante para los cristianos, que en la actualidad no creen que el derecho civil haya sido divinamente revelado. La Iglesia Católica enseña que la ley civil consiste en respetar la revelación divina, al tiempo esta misma deberá basarse en la ley natural; la mayoría de los estados católicos, simplemente adoptaron y extendieron el derecho romano en la práctica, siendo este un sistema legal de origen pagano, para fines civiles.

La sharia es entendida, tradicionalmente por los musulmanes, como un concepto de la ley civil diferente al que tienen los judíos y cristianos. No se basa en la razón humana, sino que afirma estar compuesta totalmente de la revelación divina. No se aplica sólo a los musulmanes, ya que se mantiene como mandato de Dios a toda la raza humana. Es entendida como un sistema jurídico completo que no admite competidores o suplementos; no existe el concepto por el que «la ley del reino es la ley ‘. Esta se puede ampliar a nuevas situaciones mediante las interpretaciones de sus juristas, pero se da por supuesto que esta ampliación es un discernimiento de lo que ya está presente en la misma revelación, y que no es una adición a las anteriores leyes. Existen diversas escuelas tradicionales de interpretación de la ley islámica, pero estas escuelas no difieren radicalmente entre sí, ya que están de acuerdo en las enseñanzas que aquí se describen. Todos ellas sostienen que, ya que los mandamientos de Dios deben ser obedecidos, ha de ser una obligación para los musulmanes el llevar a cabo la imposición de la ley islámica en todo el género humano. Esta obligación es la base para la yihad, la guerra santa musulmana, cuyo objetivo es someter a los no musulmanes a la dominación musulmana y a la ley musulmana. Los musulmanes están obligados por su religión para llevar a cabo esta guerra si existe una oportunidad de éxito. La ley islámica establecerá para los no musulmanes que adoran ídolos, que les sea dado a elegir entre la conversión al Islam o la muerte. Los cristianos están incluidos entre los «pueblos del libro ‘- seguidores de las religiones monoteístas anteriores al Islam – y como tales se les permitirá conservar su religión. Sin embargo en la ley islámica se les ha de dar un estatus inferior: el del «dhimmi»; estarán obligados a pagar un impuesto especial, y serán sometidos a una severa discriminación que está diseñada para inducirlos a convertirse al islam. Tal conversión no se podría revertir se, ya que según la ley islámica, todo aquel que abandone al islam será castigado con la muerte.

Hasta cierto punto, la cuestión del terrorismo es una cuestión secundaria en comparación con el establecimiento de la ley islámica. La importancia del terrorismo como herramienta de los extremistas islámicos simplemente refleja el hecho de que ellos no controlan un imperio grande y poderoso, tal y como fue el caso en los siglos anteriores. Debido a este hecho, tienen que recurrir al terror como medio de ataque armado. Durante los primeros califas y el Imperio Otomano, la expansión del Islam fue instigada mediante campañas militares regulares y bien organizadas. Estas incluyeron a veces el uso del terror – tal y como suele ser en todos los conflictos militares – pero históricamente la victoria militar de los ejércitos regulares fue la principal herramienta de expansión para la ley islámica. Esta forma de conflicto no era menos destructiva y horrible que las campañas terroristas; de hecho, era mucho peor.

Los cambios en la situación política del islam a lo largo de  los siglos, han tenido sin embargo, una influencia en la religión que valdrá la pena examinar. Desde sus primeros tiempos (después de la muerte de Mahoma), hasta la caída del Imperio Otomano (después de su derrota en la Primera Guerra Mundial), el Islam fue formado y limitado por las exigencias del imperio. Las posiciones religiosas que impedían el funcionamiento de un estado imperial no podían ser aceptadas, y esto a veces desalentaba a las manifestaciones más violentas y fanáticas del islam. Bajo los otomanos (que dependía en gran medida de judíos y cristianos para llevar a cabo funciones esenciales en el gobierno de su imperio), la intolerancia religiosa musulmana había sido modificada considerablemente debido a estas circunstancias. El Imperio Otomano fue sucedido por un régimen secular en Turquía, y por los estados creados por los británicos y los franceses en el Medio Oriente. Estos poderes colonialistas impusieron diversas formas de imperialismo cultural en sus estados satélites, tales como la abolición de la esclavitud en Irak en la década de 1920; sin embargo su dominio no favoreció al Islam político. Tanto el poder británico y como el francés en el Medio Oriente fueron rotos debido a la oposición estadounidense durante la crisis de Suez, mientras que los estados de Irak, Siria y Libia han sido destruidos directa o indirectamente mediante la acción militar americana y europea. Esto ocasionará la destrucción de gran parte de la estructura de los estados post-otomanos, muchos de los cuales eran secularistas. Los poderes que quedan en el Medio Oriente son Irán, por un lado, y los saudíes junto con los Estados del Golfo por el otro. Estos dos grupos de poder están comprometidos con formas militantes del Islam que ejemplifican los peores rasgos de su tradición religiosa. Su posición económica depende de la riqueza petrolera; esta no impone ninguna restricción a su extremismo religioso. Desde la época de Franklin D. Roosevelt, la Casa de Saud ha disfrutado de una estrecha alianza con los americanos, y los saudíes han sobornado a los funcionarios de Washington, de arriba abajo. Como resultado de esto, han sido capaces de promover con impunidad su ideología wahhabista. El carácter de esta ideología necesita ser descrito.

  1. La innovación del Islam moderno.

Todo lo que anteriormente se ha dicho sobre el Islam puede aplicarse a las formas tradicionales de esta religión en su primer milenio y medio de existencia. Las formas de islam propugnadas por los musulmanes radicales contemporáneos rompen de manera importante con el islam tradicional. Este islam moderno procede de las ideas del líder religioso de la Arabia del siglo 18, Muhammad ibn Abd al-Wahhab, el cual trató de volver a lo que él consideraba como la pureza original del islam. Rechazó los componentes filosóficos y racionales del islam tradicional, y sostuvo que los cristianos y los judíos son idólatras que deben ser matados si no se convierten al islam. Al-Wahhab se alió con la Casa de Saud, y desde entonces ha existido una relación de apoyo mutuo entre el islam wahabísta y la Casa de Saud. El islam de Wahhab es la religión oficial de Arabia Saudita, y los saudíes han invertido dinero para la difusión del wahabismo en todo el mundo. A la idea básica de wahabismo se le conoce también como el salafismo; esta es la idea para un retorno hacia la pureza original del islam que practicaba Mahoma, que es descrita en el Corán y en los hádices. Esta será precisamente la creencia religiosa de ISIS, que es una rama salafista, y que no difiere mucho de estos otros movimientos islámicos en sus concepciones religiosas. Las bien financiadas instituciones saudíes que se extienden por toda África se dedican a la versión wahabí del islam. El apoyo de los sauditas está haciendo del wahabismo la forma más activa y poderosa del Islam en el mundo. Es una amenaza aún peor para los cristianos que las formas tradicionales del Islam, ya que está destruyendo las comunidades cristianas que lograron sobrevivir durante siglos en el Oriente Medio bajo dominio islámico.

La omisión de los hechos anteriores sobre el islam, le da a los católicos un concepto incorrecto y peligroso de la naturaleza de la religión musulmana. Esto se ve agravado por la afirmación del documento que asegura que los musulmanes estiman altamente una vida recta. Por supuesto que los musulmanes estiman altamente una vida recta a la manera que el islam proclama. Pero está claro que la concepción islámica de una vida recta es incompatible con su equivalente cristiano, y con la ley natural. La ley islámica requiere de actos malévolos tales como la imposición por la fuerza del Islam, la ejecución de los conversos del islam al cristianismo, o la discriminación contra los no musulmanes que se ha indicado anteriormente. Se permite o alienta a otros tipos de comportamiento maligno, como el divorcio dependiente de la voluntad del marido. El ejemplo de Mahoma es especialmente importante en este caso. Es una enseñanza islámica fundamental aquella que enseña que Mahoma no tenía pecado, y por lo tanto todas sus acciones serían perfectas y servirían como modelos para el comportamiento de los musulmanes. Sin embargo entre las acciones de Mahoma (según aparece reflejado en el Corán y en los hádices universalmente aceptados), se incluye el robar caravanas; consumar el matrimonio con su esposa más joven Aisha cuando ella tenía nueve años de edad; masacrar a todos los hombres de la tribu judía de Banu Qurayza y tomar a mujeres y niños como esclavos. Los peores crímenes de las organizaciones terroristas islámicos contemporáneas son legitimados por el ejemplo de Mahoma, y ​​este argumento es plausible si se acepta la impecabilidad de Mahoma. (No obstante y para ser justos con los musulmanes, debe tenerse en cuenta que cuando el documento de la Conferencia Episcopal Canadiense dice que los musulmanes y los católicos ‘oran, dan limosna y ayunan ‘ se debe de aplicar mucho más a los musulmanes que a los cristianos en la actualidad.)

Esta exposición de los engaños contenidos en el documento de la Conferencia Episcopal Canadiense nos permitirá identificar las principales características del islam que sean una amenaza mortal para los católicos. Y estas son: la ambición de destruir y reemplazar al cristianismo; la aceptación de la ley islámica como algo divinamente revelado, y la creencia de que Mahoma no tenía pecado y de que era un ejemplo perfecto de la conducta musulmana. Todos estos son fundamentales para la concepción tradicional del Islam y se encuentran perfectamente atestiguados por los documentos sagrados islámicos. Una convivencia permanente con musulmanes que rechazasen estas características sería posible; pero tenemos que reconocer que no existe una facción religiosa lo suficientemente grande y organizada que se adhiere a una forma de islam que niegue estas enseñanzas. No hay una imposibilidad lógica para el desarrollo de una forma semejante de islam; pero puede ser cuestionado si se trata de una posibilidad práctica. Si estas enseñanzas tan fundamentales para el islam fuesen eliminadas, se haría difícil construir una posición religiosa medianamente coherente.

Habiendo examinado la verdadera naturaleza del Islam, podremos dar una respuesta correcta a la pregunta de cómo Canadá y otros católicos deben entenderse y relacionarse con sus vecinos musulmanes. La única manera en la que los católicos pueden promover la «relación armoniosa» con los musulmanes que pide el Arzobispo Durocher, es convenciéndolos de que las características peligrosas del Islam antes mencionadas, no son de hecho verdaderas, y que no deben actuar según estas. Hay que tener en cuenta que una gran parte de los musulmanes no creen de hecho en ellas, y que se adhieren a su religión por lealtad a sus tradiciones y pasado, y por una especie de creencia general en Dios y en la ley moral; esto proporcionaría un punto de partida para la persuasión. La minoría activa que cree y que intenta implementar estas características peligrosas no puede sin embargo ser ignorada o descuidada por los católicos, por razones bien obvias. En cualquier caso, es el grupo principal quien necesita ser convencido. La naturaleza única de la relación entre el islam y el cristianismo debe significar esto mismo para los católicos; por lo que la preparación en contra de las características peligrosas del Islam no se podrá separar de la preparación hacia el cristianismo. Dado que el Corán contiene negaciones específicas contra ciertas enseñanzas cristianas fundamentales, la lógica implica que, o bien la enseñanza cristiana es verdadera y la enseñanza islámica es falsa, o bien la enseñanza islámica es verdadera y la enseñanza cristiana es falsa, o ambos enseñanzas son falsas. Los católicos no pueden aceptar la segunda y la tercera de estas alternativas, por lo que sólo puede argumentar que estas negaciones se equivocan porque las doctrinas cristianas que estos otros atacan son ciertas.

Esta conclusión no responde a todas las cuestiones que plantea el documento de la Conferencia Episcopal Canadiense. ¿Cómo es que este documento puede ofrecer una falsificación cuidadosa de la naturaleza del Islam, una falsificación que parece haber sido diseñada para sumir a los católicos en la ignorancia de la amenaza de que el islam tradicional supone, y consecuentemente, para dejarlos desarmados frente a esta amenaza?

La respuesta a esta pregunta se encuentra en la opinión que sostiene el Arzobispo Durocher. Mientras hablaba en una conferencia de prensa, del último período de sesiones, durante el Sínodo sobre la Familia, se le preguntó si el dar la comunión a los católicos divorciados vueltos a casar católicos se trataba de una cuestión de doctrina o de disciplina. Él respondió: «Si quiere doctrina, lea a Denzinger”. Esta observación sólo podía ser hecha por alguien que desprecia el contenido de la doctrina católica, y la misma noción de la propia doctrina católica. Esta perspectiva neo-modernista sobre la fe católica no se limita al Arzobispo Durocher; es la cultura dominante dentro de la cúpula de la Iglesia Católica en Canadá, y es además la base para las actividades interreligiosas y ecuménicas de Conferencia Episcopal Canadiense. Por ejemplo, el padre Damian Macpherson , miembro del Comité Nacional de Enlace Cristiano Musulmán de la Conferencia Episcopal Canadiense, ha declarado que «La Iglesia Católica Romana no hace proselitismo, es decir, no busca la conversión de otros de manera activa. Por otro lado, la Iglesia católica se compromete con una evangelización activa; y aquellos que responden son recibidos como miembros de la Iglesia Católica “.

Cuando los funcionarios eclesiásticos con este punto de vista consideran al Islam, puede haber dos consecuencias. Uno de ellas sería la de una imagen reflejada en un espejo; al no tomarse en serio la doctrina de su propia Iglesia, tampoco pueden comprender que los musulmanes tomen su propia religión en serio y de forma literal, considerándose sujetos a sus propias enseñanzas. Al presentar la doctrina musulmana cambiarán su contenido en lo que ellos consideran que es una forma aceptable, del mismo modo que cambiaron la doctrina católica y con el mismo propósito de sus propios puntos de vista religiosos. La segunda consecuencia es la simpatía y atracción que sienten hacia el Islam debido a su posición en contra de la doctrina cristiana fundamental. No todas las doctrinas cristianas que rechaza el islam son necesariamente rechazadas por los neomodernistas; pero la postura musulmana esencial en la enseñanza cristiana – que las doctrinas de la fe cristiana no tienen autoridad divina y no tienen que ser aceptados por causa de esta autoridad – es el principio fundamental del neomodernismo. El odio neomodernista por las doctrinas que rechazan es más fuerte que su adhesión a las doctrinas que encuentran aceptable por sus propias razones. La posición musulmana en relación a la doctrina cristiana es, empática a la posición neomodernista, predisponiéndolos a favor de esa religión.

En el Sínodo de la Familia, el Cardenal Robert Sarah comentó que ‘Un discernimiento teológico nos permite ver en nuestro tiempo dos amenazas inesperadas (casi como dos «bestias apocalípticas») ubicadas en polos opuestos: por un lado, la idolatría de la libertad occidental; por otra el fundamentalismo, islámico «. También señaló que era posible discernir como estas dos amenazas tenían un mismo origen demoníaco. El establecimiento neomodernista en la Iglesia Católica sería el equivalente a una tercera bestia. La colaboración de esta última con la idolatría de la libertad occidental fue evidente en el Sínodo sobre la Familia; El propio Arzobispo Durocher estuvo activamente involucrado con en esta cooperación en el Sínodo. Su colaboración con el extremismo islámico se hace manifiesta en el documento de la Conferencia Episcopal Canadiense y en otras muchas declaraciones sobre el islam, que sacerdotes y obispos influyentes, hicieron en reacción a los recientes ataques en París. Como queda demostrado, el documento de la Conferencia Episcopal Canadiense ocultó cuidadosamente aquellos aspectos del islam que representaban un verdadero peligro para los católicos. Este engaño traiciona a los numerosísimos cristianos que están sufriendo y muriendo ahora mismo, a manos de los perseguidores islámicos, y facilita la siguiente persecución de cristianos al ser ocultada la naturaleza de la amenaza a la que se enfrentan. Al hacer esto, el neomodernismo permite su desenmascaramiento por parte de cualquier persona con conocimientos del islam, mostrando su malicia y origen.

[Traducción, Miguel Tenreiro. Artículo original]

RORATE CÆLI
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