Composición de lugar. Contempla a Jesús tratando del reino de los cielos con sus Apóstoles.
Petición. Viva, Señor, vida de amor.
Punto primero. Cuarenta días se quedó Jesús con sus Apóstoles después que resucitó. ¿Qué hace Jesús? Medita sus obras, sus apariciones… Consuela a su Madre afligida… a la Magdalena penitente… a Pedro pecador… a los discípulos y Apóstoles miedosos y cobardes… Los fortalece en la fe… devuelve la paz a su turbado espíritu… les da el Espíritu Santo y la potestad de perdonar los pecados… No sosiego el corazón paternal de Cristo…; y como amaba tanto a sus hijos, aunque pecadores e ingratos, se multiplica, digámoslo así, apareciéndoseles innumerables veces, y siempre animándoles a la confianza, a la paz, al amor… ¡Oh Corazón de Cristo glorioso! Las aguas de la tribulación y de la muerte no han podido apagar el incendio de tu caridad, antes bien se ha avivado más con ellas. Cuéntame en el número de tus hermanos, aunque alguna vez, como Pedro, te haya negado.
Punto segundo ¿De qué habla Jesús? Loquens de regno Dei. Les habla siempre del reino de Dios… de su Iglesia… de los trabajos y de los triunfos que les esperan… “No puede ser más el discípulo que el Maestro, les repetía Jesús; si a Mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros… Mas tened confianza, que así como Yo he vencido al mundo y al infierno, también los venceréis vosotros, porque Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos…” ¡Oh Cristo y Señor mío! Habla a mi corazón palabras de aliento y consuelo… Mira, Bien mío, que me dejaste acá, en tierra enemiga de tu nombre, donde es continuo el batallar, sin tregua el combate y la pelea… Ven, Maestro mío, sosténme con tus palabras de vida eterna en esta continua lid, y burlaré las asechanzas del mundo y de los enemigos de tu nombre. Amén.
Punto tercero. ¿Son así tus obras y palabras después de resucitada a la vida espiritual o de oración, hija mía?… la abundancia del corazón habla la boca. ¿Son vanas tus palabras?… ¿de orgullo?… ¿de murmuración?… ¿de ira?… ¿Son tus obras de pecado?… ¿de tibieza?… Pues no imitas la conducta de Jesús resucitado… Si no amas al prójimo como a ti misma, y esto lo pruebas con las obras; si no tienes celo por los intereses de Jesús, que son la salvación de las almas y aumento de la Iglesia; si no aspiras con tu oración, consejos y buen ejemplo a embalsamar con el buen olor de Jesucristo el mundo corrompido, tu vida no es perfecta: aún yaces en el sepulcro del pecado… de la tibieza… de la muerte eterna… ¡Oh tú, alma descuidada, que duerme al borde de abismo de la perdición eterna! Levántate de tu postración, y te iluminará Jesucristo con la luz de sus obras y palabras gloriosas… Feliz tú mil veces, hija mía, si al herir la vista interior de tu alma el rayo de la divina claridad que despide Jesús con su vida gloriosa, le sigues, recibiéndole con cariño y agradecimiento… Será para ti luz, vida y camino que te llevará a la felicidad eterna. Amén.
Padre nuestro y la Oración final.
Fruto. Me presentaré a Jesucristo en mi corazón en el día de hoy, y cuidaré de ajustar mis actos y mis palabras en lo posible a las suyas, y diré muchas veces: Todo por Jesús; todo en unión con Jesús.
San Enrique de Ossó