No se equivoquen, ¡cuidado!, defendiendo que la Navidad es un hecho histórico ya caduco.
Sí Navidad es un hecho histórico, no solo afirmado por los seguidores de Cristo, sino también por los historiadores judíos y por los paganos de su época, pero la Navidad no queda ahí. Además de hecho histórico es un recuerdo vital de la llegada de Jesús, con nueva infusión de sus tesoros.
El sutil San Bernardo, distingue nítidamente, las tres venidas diversas de Jesús: la de la primera Navidad en Belén, la actual venida de Navidad en las almas, y la definitiva venida de Jesús para juzgarnos.
Oigámosle en un delicioso juego de palabras y de ideas, respecto a las tres venidas de Jesús:
“Conocemos tres venidas del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquéllas son visibles, pero ésta no. En la primera el Señor se manifestó en la tierra y vivió entre los hombres, cuando -como él mismo dice- lo vieron y lo odiaron. En la última contemplarán todos la salvación que Dios nos envía y mirarán a quien traspasaron. La venida intermedia es oculta, sólo la ven los elegidos, en sí mismos, y gracias a ella reciben la salvación.
En la primera el Señor vino revestido de la debilidad de la carne; en esta venida intermedia viene espiritualmente, manifestando la fuerza de su gracia; en la última vendrá en el esplendor de su gloria.
Pero, para que no pienses que estas cosas que decimos sobre la venida intermedia son invención nuestra, oye al mismo Señor: El que me ama guardará mi palabra; mi Padre lo amará y vendremos a fijar en él nuestra morada” (De los Sermones de San Bernardo, abad (Sermón 5 en el Adviento del Señor, 1-3: Opera omnia, edición cisterciense, 4, 1966. 188-190).
La Navidad actual es una venida intermedia, no sólo es una recordación, llega el Niño a iluminar mis caminos enturbiados por tanta doctrina disolvente y corruptora, de la que puedo ser víctima, hasta el punto de ser engañado y apartarme del verdadero Maestro, la llegada de Jesús es la infusión de sus dones, de sus ayudas, de sus inyecciones, de sus transfusiones de sangre divina, a fin de que vaya perfeccionando en mi interior, la imagen modélica de Jesús.
El hecho de que hayamos almorzado la semana pasada y la anterior, no significa que no necesitemos almorzar hoy, y que no nos haga beneficio dicho almuerzo, de Dios hemos de estar recibiendo continuamente también, esta comida, este alimento del alma, “Si guardas la Palabra de Dios, es indudable que Dios te guardará a ti, vendrá a ti, el Hijo con el Padre, vendrá el gran profeta que renovará Jerusalén y él hará nuevas todas las cosas en tu interior.
“Gracias a esta venida, nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial. Y, así como el primer Adán irrumpió en todo el hombre y lo llenó y envolvió por completo, así ahora lo poseerá totalmente Cristo, que lo ha creado y redimido y que también un día lo glorificará”.
Es la actuación milagrosa de la Navidad actual, de la venida intermedia de Jesús, que se verifica sobre todo en la Eucaristía, por ello nuestra Navidad debe asumir tres realidades:
Primera: la purificación del alma, de todo pecado, imperfección, que sabe a basura y podredumbre ante Dios. Existe el sacramento maravilloso de la confesión, para transformar al hombre-satanás por el pecado en hombre-dios por la gracia.
Segunda: la admiración por la noticia que Dios, Maestro y Salvador ha llegado al mundo, y me invita a mí personalmente a su abrazo, a su diálogo personal, a su amor.
Tercera: la gratitud inmensa del espíritu que impulsa a todo cristiano a buscar a este Niño Dios esté donde esté, lo mismo en un Belén que en un árbol de Navidad, pero mejor en un templo, donde en el Sagrario se halla realmente. Ese es el mejor Belén, y allá adorarlo con los pastores y los magos, ofrecerle nuestros mejores sentimientos de gratitud, de amor, de fidelidad, de intimidad.
Germán Mazuelo-Leytón