La “Nueva Cristiandad” – o los 5 mandamientos de la auto-demolición: 3) Nuevo Evangelio

III) Nuevo Evangelio (“teología dialéctica”)

Los tres grandes valores del ser son la verdad, la belleza y el bien. Verdad es la conformidad de la mente con la realidad. La verdad es la realidad de las cosas. Afirmamos la verdad no sólo de hecho sino de derecho o infabilidad. Algunos creyentes modernos llegan a afirmar la verdad sin verdad, es decir que las cosas sagradas o religiosas son absolutamente verdaderas porque están inspiradas en sí mismas; en cambio las profanas o históricas, como no inspiradas en sí mismas, no son siempre objetivamente verdaderas ni tampoco propiamente erróneas.

La Escritura debe ser explicada por la Tradición activa, que es la predicación de la Iglesia desde los Apóstoles hasta hoy. Siendo la doctrina así enseñada Tradición pasiva.

A pesar de las muy claras y pertinentes admoniciones del Magisterio pontificio por ejemplo del Papa León XII en la encíclica Aeterni Patris, del Papa San Pío X en la encíclica Pascendi, y del Papa Pío XIII en la encíclica Humani generis, y muchas otras, el mal ejemplo incubado en el protestantismo pasó al ambiente católico.

San Pío X en el Decreto Lamentabili, condenó 65 proposiciones, con el objeto de defender al pueblo cristiano de los innumerables errores que iban invadiendo Facultades teológicas, Seminarios, parroquias, librerías religiosas, dice que estos errores son mucho más graves cuando se trata de la ciencia sagrada, o de la interpretación de la Sagrada Escritura, o de los más importantes misterios de la fe (…) y se dedican a desarrollar los dogmas de una manera que en realidad no es más que deformarlos; y esto con el pretexto de ofrecer una más profunda comprensión de los mismos y en nombre de la crítica histórica.[1]

Como sabemos, en la magistral encíclica Pascendi, el Papa Sarto, desarrolló de una manera amplia y argumentada las proposiciones condenadas en el Decreto Lamentabili: «Así pues en estos libros Dios habla en verdad por el creyente; pero, según quiere la teología de los modernistas, sólo por la inmanencia y permanencia vital», «añaden, además, los modernistas que nada hay absolutamente en los libros sagrados que carezca de semejante inspiración. Esta afirmación podría hacer creer que son más ortodoxos que otros modernos que restringen algo la inspiración, como, por ejemplo, cuando introducen las así llamadas citas tácitas. Pero no hay sino disimulo de su parte y engañosas palabras. Pues si juzgamos la Biblia según los preceptos del agnosticismo, como una obra humana compuesta por los hombres para los hombres, aunque se dé derecho al teólogo de llamarla divina por inmanencia ¿cómo en fin podrá coartarse la inspiración? Aseguran, sí, los modernistas la inspiración universal de los libros sagrados, pero en el sentido católico no admiten ninguna».

Así, los racionalistas modernos afirman que los Evangelistas transformaron hechos comunes históricos en hechos sobrenaturalmente maravillosos, contagiados por la fe cristiana transfigurante propagan conceptos tales como: «el verdadero sentido del Evangelio es económico más bien que espiritual, que surge con el servicio a los pobres. Sólo los pobres y sus campeones socialistas pueden comprender los Evangelios. El Magisterio ha interpretado mal el significado del Evangelio en los dos mil años pasados, lo ha usado para explotar a los pobres y permanecer en el poder junto a los poderosos del mundo».

«Así como la teología escolástica respondió a su tiempo, asimilando a Aristóteles, -dice Bernard Lonergan- lo mismo que la teología del siglo XVIII resistió a su época, replegándose en un reducto dogmático, la teología de hoy se siente emplazada a un encuentro con su tiempo».

El cardenal Joseph Ratzinger señaló que esa «relectura» deriva, de dos fuentes: del marxismo y de la hermenéutica protestante racionalista de Rodolf Bultmann. «En efecto, ambos influjos se advierten en esta pretensión de poseer un “lugar social” de la verdad –el pueblo oprimido-, “lugar teológico” que desde una “situación histórica” dada –la lucha liberadora».[2] «La influencia de Bultmann se refiere a la exégesis según la cual el “Cristo de los Evangelios” es distinto del Jesús histórico; aquél sería una figura construida por la comunidad cristiana primitiva; luego cada comunidad histórica debe hacer lo mismo: reinterpretar el Evangelio desde su propia situación».

Las afirmaciones de Bultmann  sobre los textos bíblicos, en su empresa de «desmitificar el Nuevo Testamento», están cargadas de ideología filosófica alemana, y aunque sus teorías y las de sus seguidores están completamente desprestigiadas, éstas continúan siendo enseñadas hoy en Seminarios y Universidades católicas.

De la misma forma que Schleiermacher con su religión del corazón, Bultmann, con su teología dialéctica, localiza a Dios – o mejor, a la fe- en el fuero interno del creyente, como elimina por principio el hecho de que Jesús sea el autor de la salvación, suprimiendo de un plumazo toda la historia de la salvación, y, así sustituida la Revelación por cualquier otra cosa, no hay teología que quede en pie, estas teologías dejan de ser cristianas o, más bien, se cambia el mismo concepto y contenido del cristianismo, pues se lo desacraliza, seculariza y «mundaniza».

Según Schleiermacher (siglo XVIII) la Biblia no es más que un libro donde algunos hombres han consignado sus experiencias religiosas, no es regla de fe. La fe de hoy puede ser distinta, habiendo evolucionado la conciencia religiosa de donde nace.

Y Karl Barth queriendo volver a una Biblia objetiva cae en un completo ilusionismo. Según él la Biblia no es Palabra de Dios, sino un libro humano ni mejor ni peor que los otros, pero cuya lectura es la ocasión de que Dios se sirve para interrumpir con su Palabra en el alma.

Así afloran hoy por hoy, «nuevos evangelios»: el «evangelio de la prosperidad» o el «evangelio de la inclusión».

La relectura política del Evangelio, también denominada «relectura del Evangelio desde las periferias», es hábil y efectivamente empleada por el Progresismo Católico, es decir por la unión con fines políticos de comunistas y católicos, que no es un encuentro entre la Iglesia y el comunismo, sino un acercamiento entre «ambas herejías»: la nueva izquierda marxista y los más radicales representantes de la Teología de la Liberación,[3] relectura que conduce inexorablemente a una paganización de los Evangelios.

¡Apártate, Satán! Yo no soy como un obrero social que nunca ha sentido hambre él mismo, sino uno que dice: “¡Yo rechazo cualquier plan que prometa hacer más ricos a los hombres sin hacerlos más santos!” ¡Recuérdalo! Yo, que digo: “¡No sólo de pan!”, ¡no he probado el pan desde hace cuarenta días! [4]

Germán Mazuelo-Leytón

[1] Lamentabili sane.

[2] Ibañez Langois, Teología de la liberación y lucha de clases.

[3] Luis E. Aguilar, Catolicismo y marxismo, notas sobre el encuentro de dos herejías.

[4] Vida de Cristo, Ed. Herder.

Germán Mazuelo-Leytón
Germán Mazuelo-Leytón
Es conocido por su defensa enérgica de los valores católicos e incansable actividad de servicio. Ha sido desde los 9 años miembro de la Legión de María, movimiento que en 1981 lo nombró «Extensionista» en Bolivia, y posteriormente «Enviado» a Chile. Ha sido también catequista de Comunión y Confirmación y profesor de Religión y Moral. Desde 1994 es Pionero de Abstinencia Total, Director Nacional en Bolivia de esa asociación eclesial, actualmente delegado de Central y Sud América ante el Consejo Central Pionero. Difunde la consagración a Jesús por las manos de María de Montfort, y otros apostolados afines

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