Agnus Dei qui tollis peccata mundi, miserere nobis

¡Cordero de Dios, que has cargado con los pecados del mundo, ten piedad de nosotros! Dona nobis pacem, danos la paz del corazón. ¡Nuestro corazón está inquieto hasta que reposa en ti! La inquietud del corazón alejado de Dios no puede ser superada si no es acercado de nuevo a Dios. Nuestro corazón, para que no sea “inquietum”, debe estar corazón a corazón con el Divino Corazón de Jesús.

El Corazón de Jesús, como fue mostrado a Santa Margarita María, como de él fue gran apóstol San Claudio de la Colombière, es un Corazón atravesado, coronado de espinas, con una cruz y una gran llama de amor sobre él. El Corazón de Jesús, naturalmente, es todo uno con la adorable persona de Nuestro Señor.

La devoción al Sagrado Corazón se difundió como una mancha de aceite por toda la Iglesia con las promesas que acompañan a la práctica de esta devoción. El pueblo cristiano ha obtenido de ella beneficios tan grandes que las críticas de los modernistas, que hablan de “devocionismo” y de “sagradocorazonismo”, no han podido eliminar estos beneficios.

A la devoción al Sagrado Corazón se añadió después otra devoción, la del Corazón Inmaculado y Dolorido de María, que tuvo su origen con las apariciones de Fátima, que, hace alrededor de cien años, trajeron una ola de auténtica espiritualidad a toda Europa y a los cinco continentes. Recientemente, el Cielo añadió, para la Iglesia y la Humanidad, otra ancla de salvación, que es la devoción al Corazón Castísimo de San José.

Al Cordero Inmolado lo podemos encontrar, por tanto, en estos tres Sagrados Corazones Unidos y uniendo las tres devociones como si fuera una sola. Lo exigen los tiempos que estamos viviendo y la desorientación general debida a una sucesión de eventos calamitosos y trágicos.

En lo que el libro del Génesis llama el sexto día de la creación, Dios bendijo al varón y a la mujer y desde la primera familia, a través de la Sagrada Familia de Nazaret, aquella bendición llega a nosotros y a todas las generaciones.

El Salvador del mundo, Jesús, inició Su sacrificio colocado en el pesebre de la Gruta de Belén y lo consumó en la Cruz, donde fue clavado en el Calvario en Jerusalén. Al sacrificio redentor obrado por Jesús, el Cordero Inmolado, participaron activamente también María y José, que son las personas que compartieron con Jesús la vida, las fatigas las ansias y los dolores.

He aquí, pues, que toda oración, todo acto de veneración dirigido a María y a José no obstaculiza, más bien acrecienta y respalda nuestra Fe y nuestra adoración a Jesús, nuestro Dios y Salvador. Como en la gruta de Belén María y José estaban de rodillas ante el Divino Niño, así también ahora ellos dos no están nunca lejos del Cordero de Dios que ha cargado con los pecados del mundo. Su súplica continúa en el Cielo y, si les oramos y los veneramos, no podemos ser nunca defraudados.

Yo creo que los privilegios de María en beneficio nuestro son también los beneficios de José, el más grande de los Santos, y me siento impulsado a invocarlo unidamente a Ella y con fervor.

El Cordero de Dios tenga misericordia de nosotros, de toda la Iglesia y del mundo entero. Durante la S. Misa, y fuera de la S. Misa, recitemos el Agnus Dei y pensemos también en María y en José, que ellos presenten y respalden nuestra oración, que imploren la divina misericordia y detengan la divina justicia, hoy y en la hora de nuestra muerte y de nuestro juicio.

¡Alabado sea Jesucristo!

Presbyter senior

(Traducido por Marianus el eremita)

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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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