Apostolado: Él nos quiere calientes en la caridad, no tibios

Estas líneas están destinadas a aquellas personas que se inician en el camino del Señor, son lineamientos básicos que de poco servirá a católicos avanzados en su santidad personal.  Serán bienvenidos todos los aportes o correcciones que se le hagan a este modesto texto.

Id, pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” [1]

Son muy claras las palabras del Señor donde nos envía a enseñar todo lo que Él nos ha mandado.  No hay necesidad de aditamentos filosóficos y teológicos que nos iluminen los pasos a seguir para poner por obra la exhortación que nos ha realizado Nuestro Señor.

Las herramientas son las de siempre y son aquellas que ha atesorado la Iglesia durante dos mil años. El Señor manifestó repetidamente a sus discípulos la compasión que suscitaba en El la vista de las muchedumbres que no tenían quien les guiara.  “Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor.” [2]

“La Iglesia ha nacido con el fin de que, por la propagación del Reino de Cristo en toda la tierra, para gloria de Dios Padre, todos los hombres sean partícipes de la redención salvadora, y por su medio se ordene realmente todo el mundo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo Místico, dirigida a este fin, se llama apostolado, que ejerce la Iglesia por todos sus miembros y de diversas maneras; porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado.” [3]

El apostolado es el termómetro de nuestra propia santidad.  Para poder ser apostólicos es necesario crecer en nuestra vida interior a través de la oración y los Sacramentos.  Este aumento de vida interior indefectiblemente incrementará nuestra Caridad y por ende nuestro deseo de colaborar en la salvación de todas las almas que Dios nos ponga delante.

Son actuales las palabras que durante la primera mitad del siglo XX nos dirigía San Josemaría Escrivá de Balaguer: “Pequeño amor es el tuyo si no sientes el celo por la salvación de todas las almas. – Pobre amor el tuyo si no sientes ansias de pegar tu locura a otros apóstoles.” [4].  Por lo tanto, quien se dice católico y no desea la propia conversión y la de los demás no ama como Dios quiere que ame.  Ama desordenadamente, subjetivamente, cómodamente. Nunca ha sido fácil vivir de acuerdo a como Dios quiere, nunca, y estos tiempos son tiempos para vivir de manera heroica nuestra Fe, que es la única Fe verdadera, fuera de la cual no hay salvación.  Esto no nos tiene que acomplejar, ni volvernos soberbios, pero hay que reaccionar y saber que se nos pedirá cuenta el día de nuestro Juicio Particular.

Quizá haya algunos lectores que se pregunten como deben hacer apostolado, a ellos hay que responderles que la receta es la misma que practicaron todos los santos a lo largo de toda la vida de la Santa Madre Iglesia: mortificación, oración y en último lugar acción.  Solo contamos con una vida para merecer, es la enseñanza de siempre, no podemos mantener una actitud pasiva respecto al Señor.  Si esperamos algún hecho extraordinario que nos indique exactamente que debemos hacer habremos perdido el tiempo.  El Señor ha sido muy claro, y como nos recuerda el santo nacido en Barbastro: “Has de ser una brasa encendida, que lleve fuego a todas partes.  Y, donde el ambiente sea incapaz de arder, has de aumentar su temperatura espiritual. Si no, estás perdiendo el tiempo miserablemente, y haciéndolo perder a quienes te rodean”. [5]

En la bendita tarea de acercar almas a Cristo el enemigo pondrá obstáculos.  Deberemos superar en primera instancia los respetos humanos, ese temor a aprovechar o suscitar una ocasión de hablar de Dios, porque pensemos que no vamos a ser bien entendidos, que nuestras palabras no caerán bien, etc.

El salir vencido en este primer obstáculo es signo patente de falta de Fe, de falta de confianza en la Gracia Divina, de falta de amor a Dios y de madurez espiritual.  En la actualidad está lamentablemente instalada la frase “no te metas en la vida del otro” y la actividad apostólica a la luz de esta frase del demonio se vería como una intromisión a la libertad del otro.  Querido lector la verdadera libertad nace de la Verdad y la misma debe ser anunciada tal cual nos lo anuncia el evangelista “veritas liberabit vos”.[6]

¿Habrá que dejar que nuestro compañero de trabajo protestante siga pensando que Lutero estaba en lo cierto?, ¿que nuestro amigo comunista crea que el Estado o el Partido son el buen Dios?, ¿que aquellos a quienes conocemos sigan convencidos de que Russell, Smith, White, Calvino, Buda o Mahoma estaban en lo cierto?.  No, definitivamente no.  El Señor desde la cruz espera nuestro accionar apostólico, con respeto sí, pero sin actitudes pusilánimes, sin desánimo y teniendo en cuenta lo que nos recuerda el Apóstol de los gentiles: “me he hecho todo para todos, para salvar a todos” [7]

Pidamos en nuestra oración mental que el Señor nos de la gracia para saber corresponder a la actividad apostólica a la que nos llama.  Hoy más que nunca Él nos quiere calientes en la caridad, no tibios, reaccionemos santamente.

Sancta Maria, Regina apostolorum: Ora pro nobis.

Darío Lorenzatti

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[1] Mateo 28, 19-20
[2] Mateo 9, 36
[3] Apostolicam actuositatem
[4] Camino, número 796
[5] Surco, número 194
[6] Juan 8, 32
[7] I Corintios 9, 22

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