El pasado 11 de noviembre fallecía el Cardenal Domenicco Bartolucci, quien fue músico, compositor y director de la Capilla Musical Pontificia llamada «Capilla Sixtina». En sus exequias participó el Santo Padre Francisco.
El pasado junio ofrecía la que ha sido su última entrevista donde daba su interesantísima visión histórica sobre la reforma litúrgica que merece la pena ser leída y reflexionada. A cincuenta años vista parece que ya hay bagaje suficiente como para empezar a evaluar resultados y, sin entrar en polémicas estériles, analizar desde una perspectiva histórica y desapasionada si lo obtenido y conseguido ha correspondido realmente a los deseos del Concilio Vaticano II, lo cual según Bartolucci no ha acaecido en modo alguno, sino más bien lo contrario. El cardenal Bartolucci ha sido una de las muchas voces autorizadísimas que desde dentro de la Iglesia han reclamado esta reflexión.
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Papa Francisco en exequias Card. Bartolucci |
P.- ¿Cuál fue la intención de los Padres del Concilio Vaticano II? ¿Cómo cambiaron la música litúrgica?
P.- ¿Se puede entender el párrafo 114 de la Sacrosanctum Concilium de una manera tal que no pierda el sentido de «participatio actuosa»?
R.- En realidad, ni el Concilio ni la Constitución sobre la liturgia tenían ningún efecto práctico sobre la música sacra. Si realmente se hubieran seguido las ideas de los Padres y de la Sacrosanctum Concilium, los resultados hubieran sido muy diferentes, y muy en línea con la tradición. En realidad, yo diría que todos los cambios que se produjeron, y que a mi juicio son negativos, se determinaron por el trabajo de aplicación de los documentos conciliares. Esto fue hecho por una comisión (el Consilium ad exsequendam constitutionem de sacra Liturgia), que no cumplieron con papel, y en la que trabajaron personas que querían imponer sus propias ideas, distanciándose de las ideas oficiales de los documentos. La forma en que esta comisión trabajó ha sido analizado en un estudio muy preciso por Nicola Giampietro, OFM Cap., basándose en los diarios del cardenal Ferdinando Antonelli, que analizó la evolución de la reforma litúrgica 1948-1970. Esta contribución académica ha puesto mucha luz sobre las acciones de las comisiones, sobre la pobre formación de sus miembros, y la falta de profesionalidad con que se desmanteló el patrimonio litúrgico que la Iglesia siempre había celosamente guardado en su vida litúrgica. Como observaba el cardenal en sus notas personales: «La ley litúrgica, que hasta que el Concilio era sagrada, para muchos ya no existe. Todo el mundo se considera autorizado a hacer lo que le gusta, y muchos de los jóvenes hacen exactamente eso. [ … ] En el Consilium hay pocos obispos que tengan una competencia especial en liturgia, muy pocos son teólogos reales. La deficiencia más grave en todo el Consilium es la de los teólogos. [ … ] Estamos en el reino de la confusión. Lo lamento, porque las consecuencias serán tristes » .
R.- No, yo no diría que durante los trabajos del Concilio, no había ningún tipo de presión para modificar las liturgias papales. Sin duda, habría estado bien si ciertos excesos estéticos hubieran caído en desuso. Esto es parte del proceso natural de cambio que se mueve con los gustos y las sensibilidades de cada época, pero nadie pensó en cambiar las liturgias o banalizarla, como se impuso más tarde.
R.- Después del Concilio , y después de los diversos experimentos que por desgracia se permitieron (como si la liturgia de la Iglesia fuera algo para experimentar, o hacer en un tablero de dibujo), se produjo una liturgia que era sustancialmente nueva. Las consecuencias para la música sacra fueron devastadores. Sacrosanctum Concilium en el párrafo 112 afirma que la tradición musical de la Iglesia constituye un patrimonio de inestimable valor, que supera todas las otras expresiones del arte, sobre todo porque la música sacra, unidos a la palabra, es una parte necesaria e integral de la liturgia solemne. ¿Me puede decir dónde se encuentra hoy este » patrimonio de inestimable valor»? Las grandes misas polifónicas, el noble canto gregoriano: todo ha sido mandado a los archivos. ¿Eran estas las intenciones del Concilio? Por supuesto que no. Yo mismo tuve que luchar intensamente para mantener algo en las liturgias papales, pero con pocos resultados: un motete ocasional, y de vez en cuando una concesión graciosa de hacer un Gloria polifónico. Recuerdo una de las primeras solicitudes que se me hicieron de escribir música en italiano. Entonces, monseñor (Virgilio) Noé (maestro de ceremonias papales 1970-1982) que las misas fueran en Gregoriano con alternancia, en vez de las de polifonía. Tras un tiempo cantabamos la Misa de angelis en gregoriano alternando con una congregación que en realidad era un grupo de monjas y sacerdotes… me vi obligado a hacer esto en mi papel de director del Capilla Sixtina. Pude salvar nuestro gran repertorio sólo para conciertos específicos.
R.- Pablo VI era sordo, y no era un gran conocedor de la música sagrada. Una vez, cuando todavía era cardenal, cantamos la Missa Papae Marcelli de San Pedro. Nos conocimos después de la celebración que él mismo había presidido, y me felicitó de todo corazón por el hermoso espectáculo del que había disfrutado tanto. Entonces él me dijo: «Maestro, ¿por qué no nos da también un poco de música pastoral!» Confieso que me tuve que relajar por lo que dijo, y le respondí: «Eminencia, ¿No me dijo que ha disfrutado de esta hermosa interpretación de una de las obras maestras de Palestrina?». Ideas de este tipo sobre la música sagrada continuaron extendiéndose, y Pablo VI se dieron cuenta demasiado tarde de lo que había sucedido.
R.- Bugnini y yo eramos diferentes, y yo diría incluso contrapuestos, nos movíamos en ondas diferentes, y tuvimos una serie de enfrentamientos. Gran parte de la responsabilidad de lo sucedido a la liturgia después del Concilio es de él, y él trabajó a menudo para promover sus ideas personales. Sin duda jugó a su favor la gran confianza que el Papa había depositado en él, a pesar de que al final Pablo VI lo envió a Irán ….
R.- Mons . Noè fue más moderado, pero recuerdo que él también acompañaba al Papa a las parroquias, donde celebraba misa en italiano, cantando las melodías gregorianas en lengua vernácula: una cosa ridícula e indigna. Como he dicho antes, para las liturgias papales, me pidió Misas que se cantaran en alternancia, (es decir, entre el coro y la congregación), pero incluso eso no duró mucho. Una vez él quería cantar Requiem aeternam, y le señalé que había sido abolido. Usted puede imaginar lo mal que se vieron comprometidas las cosas en ese punto.
R.- Como Maestro de la Coral Pontificia no fui incluido entre los miembros del Consilium, y lo mismo puede decirse de Mons. Lavinio Virgili, que fue director del Coro de San Juan de Letrán. Nosotros los músicos eramos visto con recelo por los reformadores. Pensaron que nos anclábamos en el pasado, y por supuesto, si hubiéramos estado presentes, no habrían tenido tan fácil su trabajo. Mi nombramiento fue hecho cuando todo había ya terminado, y en ese momento yo quería negarme, pero la gente me convenció para que aceptara con la idea de no crea mal ambiente. Al final, las pocas indicaciones que dí no se tomaron en consideración. Por ejemplo, junto con el director del Instituto Pontificio de Música Sacra, Mons . Higini Anglès, que trató de salvar al menos la misa dominical en las basílicas, catedrales y monasterios iuxta veterem consuetudinem. («De acuerdo con la antigua costumbre»). Pero este artículo, que parecía como si hubiera sido aceptado, (y de hecho, Mons . Anglès quiso agradecerselo al Papa), desapareció de la Instructio (de Musica Sacra 5 de marzo 1967).
Original en New Liturgical Movement Traducción de Miguel Caya