Celibato Sacerdotal: Don para el Presbítero y Tesoro de la Iglesia

celibato
El celibato exigido a los candidatos al sacerdocio es un verdadero DON que se recibe para la santidad del que se ordena y para el bien de todo el pueblo de Dios. La consideración del celibato sacerdotal desde la pobre definición de «norma eclesiástica» es algo que daña profundamente ese Tesoro de la Iglesia Católica. Y por supuesto el sacerdote que escribe este artículo sabe bien que:
1: El celibato NO es esencial para ordenarse (a diferencia de la condición masculina que SI lo es)
2: El que existan sacerdotes casados (en algunas Iglesias Orientales y otros casos extraordinarios) constituye la EXCEPCIÓN a lo que es general en la praxis universal, y no tanto hay que verlo como una opción más.

El hecho de que el celibato no sea esencial al sacramento del Orden, y de que haya casos excepcionales de sacerdotes casados, no implica, en mi modesta opinión, que haya que desarrollar un debate en la Iglesia sobre el particular. El interés de algunos sectores católicos por iniciar ese debate se debe sobre todo a paliar la crisis vocacional dado que en no pocas regiones del mundo la escasez de clero es más que evidente. Pero creo que la raíz de error está en pretender aplicar criterios solo humanos a una cuestión sobrenatural. O sea: ¿Cómo se palia la crisis vocacional?
– A modo general: con un aumento grande de la Vida de Piedad donde se incluya la oración permanente por las vocaciones sacerdotes
– A modo más concreto: con una revisión profunda de las «pastorales vocacionales» en no pocos lugares, para que prime la «respuesta libre a la llamada de Dios para entregarse a Él por completo» sobre argumentos secularistas y/o posmodernos como: «hacerse sacerdote para luchar por un mundo mejor, ayudar a los demás y colaborar en el progreso». Pues esos argumentos son BUENOS si se integran en el argumento principal que ha de ser la CAUSA de todo lo demás: entregarse del todo a DIOS que llama.

Por tanto, el problema de la crisis vocacional no se soluciona con la CANTIDAD de curas sino con la SANTIDAD a la que han de aspirar todos aquellos que se sientan llamados. Si, la SANTIDAD, esa palabra que causa «urticaria» en aquellos que piensan que la salvación está ya hecha y que sólo basta la FE para salvarse. La SANTIDAD que incluye el esfuerzo MORAL (que no pelaginaismo voluntarista) por y desde el AMOR a DIOS sobre todas las cosas. La misma SANTIDAD que se exige al laico para que sea fiel a Cristo en medio del mundo (familia, trabajo, vida social…) o al consagrado religioso para que sea fiel al carisma de su fundación, se le exige al sacerdote para que sea, como enseñaba Juan Pablo II, un hombre para los demás por amor a DIOS.

El celibato es un auténtico DON que recibe el Sacerdote, y que le ayuda no sólo a vivir mejor su misón de entrega a la comunidad, sino que para él mismo le sirve a tener a DIOS en el centro de su corazón, para así derramar la caridad hacia todos y a ninguno en exclusiva. El celibato es la marca que lleva el sacerdote diciendo en voz silenciosa pero firme: «Hermano, estoy a tu servicio pero ni TU serás el centro de mi vida ni YO seré el centro de la tuya. Sino que los dos tendremos a DIOS en el centro de la nuestra». El celibato de signo de escatología futura (para los que se salven), donde, como recuerda el Evangelio, ni los hombres tomarán mujer ni las mujeres marido, sino que serán todos como ángeles.

El sacerdote NO NECESITA casarse, pues ya está casado con la Iglesia y en su corazón tiene de centro a Cristo y a la Virgen María. Y el pueblo si NECESITA sacerdotes entregados del todo, sin afectos humanos exclusivos o dependientes por muy hermosos que sean.

¡Qué poco comprenden el don del celibato aquellas personas que viven la fe de forma tan secularizada!
¡Qué tragedia para la Iglesia es cuando un sacerdote se seculariza porque va detrás de un afecto humanos priorizándolo al Amor de los Amores!
¡Qué alegría para el Pueblo de Dios que haya sacerdotes FELICES de ser célibes y que no lo vivan como una CARGA normativa sino como un regalo del Cielo!
Personalmente creo que NINGÚN seminarista debería ordenarse si no asume el celibato como un DON, pues si lo asume como norma eclesiástica tarde o temprano lo vivirá con rutina y, desde la rutina al abandono hay solo un pequeño paso.

Hagamos eco de esta magna noticia: ¡Viva el celibato sacerdotal!……y que nada ni nadie sea capaz de quitarnos a los sacerdotes, y a todos los católicos, este TESORO inmerecido para el bien inmenso de tantas y tantas almas.

Padre Santiago González
Padre Santiago González
Sacerdote de la archidiócesis de Sevilla ordenado en el año 2011

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