Composición de lugar. Contempla a Jesús coronado de espinas que te dice: “Mira cuánto te amo.”
Fruto. Ámete yo, Dios mío, con todo mi corazón.
Punto primero. Poco fue para Cristo el padecer los sufrimientos comunes y ordinarios, y así para expiar y refrenar el deseo desordenado de inventar nuevos modos de entregarse a los placeres, quiso inventar nuevos modos de padecer por ellos y derramas sangre. Por sugestión del demonio sin duda, los soldados convocan a toda la cohorte para que asistiese a la burla o farsa de la coronación de espinas, con el fin de que fuese la afrenta y el escarnio mayor.
¡Oh alma mía! a vista de Cristo coronado de espinas busca tú nuevos modos de agradarle y de padecer por Él… Desnudánle de sus sagradas vestiduras pegadas a sus llagas. ¡Qué dolor! Y le visten por escarnio una vestidura que llaman clámide, de grana o púrpura, que solía ser vestidura de los reyes, para motejarle de rey falso y fingido… Pónenle una corona tejida de agudas espinas, que cubría toda su cabeza; y como eran muchas y muy agudas, rompían la cabeza y sacaban la sangre que los azotes habían dejado en aquella más noble parte del cuerpo, y corriendo hilo a hilo por el rostro y por los ojos, los afeaba y enturbiaba, atormentando el sagrado cerebro y las sienes con grandísimo dolor… Pónenle esta corona de ignominia, como reyecillo falso, como Dios fingido y como triunfador vano… ¿Quién podrá ponderar el dolor de Jesús en este paso?… ¿Quién medir su afrenta?.
Punto segundo. Levántate, alma mía, en espíritu, y como una de las hijas de Sión, sal a contemplar a este verdadero rey Salomón, con esta cruel corona que le ha puesto su madre o madrastra la Sinagoga, ataviándole con ella para los desposorios que ha de celebrar en este día en el tálamo de la cruz… Mira, hija mía, a tu Rey celestial, cuyo reino no tendrá fin, cómo tiene puesta también en su mano derecha en lugar de cetro una caña por escarnio, y para mostrar que su reino era hueco y vano, y que era Rey de palillos y movedizo como caña, y falto de juicio en llamarse rey, y en desprecio de las palmas y ramos de árboles que llevaba el pueblo al solemnizar cinco días antes su entrada en Jerusalén … Pondera cómo Jesús recibe la caña, y la conserva con su benditísima mano como enseña de su gloria que le proporcionaban estos desprecios, para mostrarte estima grande de los desprecios, y que si quieres reinar con Cristo has de padecer antes ignominias y desprecios por Él.
Punto tercero. A estas injurias añaden otra mayor, hincando la rodilla delante de Jesucristo sentado, adorándole por escarnio y diciéndole: “Dios te salve, Rey de los judíos…” Así le adoran los impíos, los sacrílegos, los hipócritas, cuya religión es un insulto, no un sacrificio grato a Dios…Con la injuria de palabras cada soldado juntaba una injuria de obra. Unos le daban bofetadas en el rostro; otros le escupían en la cara, afeándosela con sus asquerosas salivas; otros, por fin, tomaba la caña, y con ella herían la cabeza de Jesús enclavándole más las espinas… Estos tormentos quiso sufrir Cristo segunda vez de los gentiles, en casa de Pilatos, como primero de los judíos en casa de Caifás, porque por todos venía a padecer, a todos venía a salvar… Adora tú, hija mía en espíritu y en verdad, con toda tu alma a tu Rey, Cristo Jesús, Rey de los Ángeles y de los hombres… Dile de corazón: Dios te salve, Rey de los judíos y de los judíos y de los gentiles. Rey del cielo y de la tierra. Rey de mi corazón: viva Jesús, mi Rey y Señor… Yo te adoro y te saludo con todas las veras de mi corazón, con los Ángeles del cielo, Rey inmortal. Bien está la corona de espinas al Rey de las almas atribuladas… bien sientas el centro de caña en manos del rey, que muestra su poder subyugando el universo con la debilidad y no con la fuerza… Bien viste manto de púrpura el Rey que establece y propaga y conserva su reino, no derramando sangre ajena, sino la suya propia… ¡Oh alma mía! gózate que tal sea tu Rey, y sírvele no como los soldados viles, por la paga, sino como los nobles, de balde, puede sobrada paga es ser soldado de un Rey a quien el servir es reinar… ¡oh Jesús mío! Reina en todos los entendimientos por fe, en todos los corazones por amor, y en todas las almas eternamente por lumbre de gloria en el cielo. Amén.
Padre nuestro y la Oración final.
Fruto. En la tentación y cuando oyere blasfemar de mi Rey Cristo Jesús, exclamaré en alta voz: ¡Viva Jesús, mi amor: Viva Jesús, mi rey y Señor!
San Enrique de Ossó