Cristo Rey y la religión del hombre

La reciente homilía del Obispo de Roma durante su visita a Colombia, en Villavicencio, el 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de Nuestra Señora, en la que se refirió al Evangelio de San Mateo 1, 1-17, ha sido una vez más un baldazo de agua fría a la pureza doctrinal de la Fe Católica. Una vez más, las expresiones de Franciscus han producido desazón en los fieles católicos rectamente formados.[1]

I. Los antepasados del Señor

Si en virtud del matrimonio de José con María, Jesús pudo llamarse hijo de José, por la misma razón pudo llamarse hijo de David.[2]

Pero, ¿por qué Cristo es concebido de una Virgen desposada y no de una simple virgen? Por tres razones: la primera, para que por la genealogía de José se supiese el origen de María; la segunda, para que los judíos no la apedreasen como adúltera; y la tercera, para que al huir a Egipto tuviese quien la consuele. El mártir Ignacio aduce otra razón: para ocultar al demonio el parto de María, y que siempre creyese que Cristo había sido engendrado no de una virgen, sino de una mujer casada (San Jerónimo).[3]

Es de notar en la genealogía del Salvador, que no se nombra a ninguna de las mujeres santas, sino a las reprendidas en la Escritura, a fin de que borrase los pecados de todos, naciendo de pecadores aquél que había venido por los pecadores. De ahí que entre aquellas mujeres se cite a Rut la moabita (San Jerónimo).[4]

II. Dios y hombre verdadero

El título Hijo de Dios aplicado a Jesús se usa hasta cien veces en los libros del Nuevo Testamento, y siempre aplicado a un solo sujeto que es Jesucristo. Ni los grandes y venerados patriarcas como Abraham, ni los exaltados inspirados profetas como Isaías, se aplican ni aplican a ningún otro sujeto este título que significa divinidad.

Quien tenga cataratas en los ojos de su alma, no podrá admitir este argumento decisivo de la divinidad de Jesús.

Hay quienes dicen aprender todo, sólo de la Biblia, pero ante estas cien citas de Hijo de Dios prefieren cerrar los ojos a la luz. Al culto Nicodemo, hablándole de sí mismo afirmará Cristo: Porque así amó Dios al mundo: hasta dar su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna.[5]

A los fariseos que le persiguen con saña, ansía demostrar su misión superior a la de todo hombre, les patentiza diciendo: Por esto me ama el Padre, porque Yo pongo mi vida para volver a tomarla. Nadie me la puede quitar, sino que Yo mismo la pongo. Tengo el poder de ponerla, y tengo el poder de recobrarla. Tal es el mandamiento que recibí de mi Padre.[6]

Los fariseos terminarán por ajusticiarle, pero Jesús les avisa que no es el poder de las autoridades judías, el que le detendrá, le condenará y le crucificará, porque ningún hombre por poderoso que sea puede arrebatarle su vida demostrando que como Dios, está por encima de todas las autoridades y de todos los ejércitos.

Sí que le aniquilarán externamente pero será porque Él voluntariamente va a la muerte, para cumplir así el proyecto del Padre de salvar a toda la humanidad mediante su Sangre generosa, pero les añade que no todo quedará en la muerte.

Una clara manifestación de su Resurrección que no la podrán evitar sus enemigos, Jesús da un paso más en su argumentación al afirmar que la misma vida eterna feliz, consiste en admitir y respetar su divinidad, Y la vida eterna es: que te conozcan a Ti, solo Dios verdadero, y a Jesucristo Enviado tuyo.[7]

Los judíos le darán vil y vergonzosa muerte, y Jesús pedirá perdón por ellos al Padre porque creen que asesinan a un hombre no a un Dios: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.[8]

La persona de Jesús está formada por la unión de dos naturalezas muy diversas, la divina y la humana. Es caso único irrepetible. El Padre y el Espíritu Santo, no se hicieron hombres, sino el Verbo, la Segunda Persona de Dios, transformado en el Hombre-Dios, Jesucristo.

Esta unión de las dos naturalezas, la explica Pablo por el anonadamiento, que significa hacerse nada, aniquilarse: Cristo se anonadó en su forma de Dios.[9] Cristo no perdió su ser de Dios, sino tan solo, su forma, su gloria, y su brillante atavío.

David lo contempla en los esplendores del poder y dice Tu pueblo se te rendirá el día de tu esfuerzo, sobre los montes sagrados serán para ti los enemigos como rocío de aurora. Ha jurado Yahvé y no se arrepentirá, tú eres sacerdote eterno según el orden de Melquisedec.[10]

Pero David descubre también que los enemigos le rodean como perros, le cerca una turba de malvados, han taladrado sus manos y sus pies, y se pueden contar todos sus huesos, ellos le miran y le observan con gozo, se han repartido sus vestidos y echan suertes sobre su túnica.[11]

Con idénticos contrastes Isaías ve a Jesús, es igualmente violento e insufrible este cambio, se trata de un Mesías cuya generación nadie puede contar, y nos lo describe levantándose como el alba, brillante como una antorcha, constituido rey y maestro de todas las naciones, sin embargo según el mismo Isaías, este Mesías será despreciado, oprobio de los hombres, varón de dolores, conocedor de todos los agravios, alguien ante el cual se vuelve el rostro escarnecido, estimado en nada, ¿cómo cazar descripciones tan contrarias? Son dos caras del mismo Señor, una y otra admirables y su unión incomprensible, el pensamiento escudriñador desmaya y cede su puesto a la arrobada contemplación, contemplamos al Creador del sol, nacido bajo el sol, es el creador de su Madre y lo transportan unos brazos que Él ha construido, lo alimentan unos pechos que Él se ha ocupado de llenar.

Magistralmente ha resumido y calificado san Agustín este espectacular contraste, cuando nos confiesa: La fortaleza de Cristo te creó, pero su debilidad te recreó. Su fortaleza hizo que fuese lo que no era, y su debilidad hizo que no pereciera lo que ya era.

«Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, Dios de Dios, que se encarnó en el seno de la Virgen María, y se hizo hombre por nosotros».

III. La religión del hombre

«Existe hoy en la Iglesia una general propensión a trasladar la orientación de la vida cristiana desde el Cielo hacia la tierra, y a atribuir a la ley evangélica (que anuncia el primado de Dios) el primado del hombre. Por tanto las verdades de fe son sujetas a una desalación que las expolia de todo cuanto tienen de sobrenatural y hostil al sentido del hombre, haciendo insípida la sal de la tierra. Y la profundidad del mal, introducida en la mentalidad del pueblo de Dios, se arguye también por el escaso sentimiento y por las débiles protestas del pueblo de Dios contra la seducción doctrinal. No debe sorprender este indiferentismo. Las defecciones de pueblos enteros fueron precedidas por la defección de los clérigos: desde las de Alemania e Inglaterra del siglo XVI hasta las recentísimas de las Iglesias rumana (1945), rutena (1947) y china (1957). Y no debe preterirse que la extinción en la multitud del resentimiento contra la depravación doctrinal es indicio de la gravedad del daño».[12]

En efecto, la nueva teología calla lo vertical, pues está centrada totalmente sobre lo horizontal, en el hombre. La teología auténtica es teocéntrica (centrado en la Santísima Trinidad) mientras que la nueva, o, pseudo teología es completamente antropocéntrica (centrada en el hombre). Para esa falsa nueva teología, no hay dogma que quede en pie. Ni el del pecado ni el de la gracia, ni el de Cristo ni el de Dios. Todo es subvertido en nombre de la ciencia. Un cristianismo horizontal, falso y adulterado.

Una teología en la que primero nos celebramos nosotros y después a Cristo (Urs von Balthasar), y, ¿no es una abominación el pretender bajar a Dios del trono de su divinidad y exaltar al hombre en su lugar? Celebrarnos a nosotros mismos en lugar de Dios es ciertamente abominable. Si la Misa se convierte en una celebración horizontal, inmanente, sin trascendencia, el sacrificio de Jesús se vuelve entonces solamente una idea.

Dios es anterior al hombre. El modernismo invierte ese orden haciendo de la religión un instrumento antropocéntrico en lugar de teocéntrico, las corrientes progresistas reducen la teología a antropología, o si se quiere, exaltan al hombre a un nivel superlativo, como itinerario corruptor a través del cual se llega a un suicidio espiritual: un antropocentrismo inmanentista, encubierto hacia el saqueo de lo celestial.

«Cristianismo horizontal» que se olvida de Dios, centrado exclusivamente en «el prójimo», que coloca al hombre y no a Dios como centro de la religión. Dios se encuentra solamente en la faz, las funciones, las fortunas y el futuro del hombre. La primacía del hombre se identifica con la primacía de Dios.

«La promoción de la dignidad humana, buscada solamente en tanto y en cuanto glorifica a Dios, es ciertamente finalidad de la Iglesia recibida del Espíritu Santo en Pentecostés. Pero buscada por sí misma (como fin simpliciter y no como finís quo), es finalidad del orgullo humano engañado por el diablo».[13]

Es el modernismo en acción, que historiza los preceptos morales universales, y los traduce en pautas instrumentales de eficacia histórica.[14]

IV. Quas primas

El Papa Pío XI, el 11 de diciembre de 1925 hacía pública la gran encíclica Quas primas con la que instituía la fiesta de Cristo Rey.

Enseña el Papa Ratti: Que Cristo es Rey, lo dicen a cada paso las Sagradas Escrituras. Así, le llaman el dominador que ha de nacer de la estirpe de Jacob; el que por el Padre ha sido constituido Rey sobre el monte santo de Sión y recibirá las gentes en herencia y en posesión los confines de la tierra.[15]

Por otra parte, esta misma doctrina sobre Cristo Rey que hemos entresacado de los libros del Antiguo Testamento, tan lejos está de faltar en los del Nuevo que, por lo contrario, se halla magnífica y luminosamente confirmada. En este punto, y pasando por alto el mensaje del arcángel, por el cual fue advertida la Virgen que daría a luz un niño a quien Dios había de dar el trono de David su padre y que reinaría eternamente en la casa de Jacob, sin que su reino tuviera jamás fin.[16]

San Cirilo de Alejandría nos describe acertadamente el fundamento de esta dignidad y de este poder de Nuestro Señor: Posee Cristo el poder supremo sobre toda la creación, no por violencia ni por usurpación, sino en virtud de su misma esencia y naturaleza. Es decir, la autoridad de Cristo se funda en la admirable unión hipostática. De donde se sigue que Cristo no sólo debe ser adorado como Dios por los ángeles y por los hombres, sino que, además, los ángeles y los hombres deben sumisión y obediencia a Cristo en cuanto hombre; en una palabra, por el solo hecho de la unión hipostática, Cristo tiene potestad universal sobre la creación. Este es el pensamiento del Papa sobre el tema: la unión hipostática de la naturaleza humana con la persona del Verbo, confiere a la naturaleza humana asumida en Jesucristo, una dignidad tal que transciende toda otra dignidad de la que pueda ser revestida una naturaleza humana. No sería admisible ni aceptable que se pudiese poner al lado de la naturaleza humana asumida por el Verbo una dignidad que, en derecho, pudiera reclamar una superioridad sobre Cristo-Hombre. No sería admisible que un Príncipe, una Cámara legislativa, pudieran declararse efectiva y jurídicamente superiores a Aquel que Dios ha revestido de la prerrogativa trascendente de la Unión hipostática. Esta es el fundamente primero y esencial del poder real atribuido a Jesucristo.

Pío XI continúa diciendo: Por otra parte, ¿hay realidad más dulce y consoladora para el hombre que el pensar que Cristo reina sobre nosotros, no sólo por un derecho de naturaleza, sino además por un derecho de conquista adquirido, esto es, el derecho de redención? Ojalá los hombres olvidadizos recordasen el gran precio con que nos ha rescatado nuestro Salvador: Habéis sido rescatados… no con plata y oro corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo, ofrecido como cordero sin defecto ni mancha. Ya no somos nuestros, porque Cristo nos ha comprado a precio grande. Nuestros mismos cuerpos son miembros de Cristo. Y este es el pensamiento del Papa. Toda creatura pertenece a Dios. El hombre se había perdido por el pecado y no tenía con qué pagar por él. Jesucristo, Verbo de Dios hecho Hombre, se encargó de pagar Él mismo esta deuda con su Sangre divina. A su vez, la Santísima Trinidad le dio en recompensa todo el género humano y toda creatura y le concedió especialmente a Él, el privilegio de formar un solo cuerpo y una sola cosa con todos los hombres que se le uniesen por la gracia.[17]

«¡No queremos que El reine sobre nosotros!» «¡No tenemos otro rey sino César!» Son los términos por los cuales los judíos repudiaron la Realeza de Nuestro Divino Salvador.

Y estos son los términos en los cuales todavía hoy se desarrolla la lucha. «El enemigo es el paganismo de la vida moderna, las armas son la propaganda y el esclarecimiento de los documentos pontificios. El tiempo de la batalla es el momento actual. El campo de batalla es la oposición entre la razón y la sensualidad, entre los caprichos idolátricos de la fantasía y la verdadera revelación de Dios, entre Nerón y Pedro, entre Cristo y Pilatos. La lucha no es nueva; es nuevo solamente el tiempo en que ella se desarrolla».[18]

Germán Mazuelo-Leytón

[1] http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2017/documents/papa-francesco_20170908_omelia-viaggioapostolico-colombiavillavicencio.html

[2] SAN AGUSTÍN, Sobre la Concordancia de los Evangelios, II, i, 2.

[3] DE AQUINO, Santo TOMÁS, Catena aurea.

[4] Ibíd.

[5] SAN JUAN, 3, 16.

[6] SAN JUAN 10, 17-18.

[7] SAN JUAN 17, 3.

[8] SAN LUCAS 23, 34.

[9] FILIPENSES 2, 7.

[10] SALMO 109.

[11] Cf.: SALMO 22.

[12] AMERIO, ROMANO, Iota unum.

[13] CALDERÓN, ALVARO, Prometeo. La religión del hombre.

[14] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, De Dios nadie se burla. https://adelantelafe.com/de-dios-nadie-se-burla/

[15] PIO XI, Encíclica Quas primas, 7.

[16] Ibid., 9.

[17] PHILIPPE C.S.S.R, Padre A., Catecismo de la Realeza Social de Jesucristo. Ns. 26 y 27.

[18] PACELLI, Cardenal EUGENIO, Discurso al Congreso de los Periodistas Católicos.

Germán Mazuelo-Leytón
Germán Mazuelo-Leytón
Es conocido por su defensa enérgica de los valores católicos e incansable actividad de servicio. Ha sido desde los 9 años miembro de la Legión de María, movimiento que en 1981 lo nombró «Extensionista» en Bolivia, y posteriormente «Enviado» a Chile. Ha sido también catequista de Comunión y Confirmación y profesor de Religión y Moral. Desde 1994 es Pionero de Abstinencia Total, Director Nacional en Bolivia de esa asociación eclesial, actualmente delegado de Central y Sud América ante el Consejo Central Pionero. Difunde la consagración a Jesús por las manos de María de Montfort, y otros apostolados afines

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