De la embajada que enviaron los príncipes de los sacerdotes de Jerusalén a San Juan Bautista

Para el tercer domingo de Adviento

Refiere el Evangelio, que movido el senado de Jerusalén del crédito y opinión que había alcanzado San Juan por medio de su vida y predicación, le enviaron a preguntar si era el Mesías que esperaban, y él respondió que no era el Mesías, ni Elías, ni alguno de los profetas, sino la voz de Dios que clamaba en el desierto, avisando a todos que preparasen el camino para el Señor, como lo había profetizado Isaías.

PUNTO PRIMERO. Considera el crédito que da la virtud a los que la tienen, y la honra que acarrea a los buenos, pues hasta sus mayores enemigos los honran y estiman tanto por ella como el senado de Jerusalén a San Juan, a quien por su grande Santidad tuvieron por Cristo por Mesías que había venido a redimir al mundo. Pondera cuán engañados andan los hombres en buscar las honras vanas del siglo por medios humanos, las cuales son un poco de viento y se alcanzan con suma dificultad; y resuélvete firmísimamente a buscar la verdadera honra que se alcanza por medio de la virtud y Santidad de vida, como la alcanzó San Juan Bautista.

PUNTO II. Considera que el demonio envidioso de la Santidad de San Juan Bautista y del fruto que hacía con su predicación y enseñanza en las almas, urdió y trazó esta maraña para derribarle por vanidad, ofreciéndole la más alta dignidad que hubo en el mundo; y se puede creer, que si la admitiera, le calumniarán  de vano y mentiroso y soberbio, pues se hacía Cristo y Mesías sin serlo; porque los sacerdotes que le hablaron de parte del senado, como  sabían que San Juan era de la tribu de Levi, y que Cristo había de ser de la de Judá, y así no podía ser el Mesías: de lo cual debes sacar una luz grande para conocer y huir las astucias y lazos de Satanás que siempre pretende tu ruina, y tener por enemigas a las honras del mundo y a
las dignidades seculares que te ofreciere, conociendo que son cebo del demonio, para hacerte caer en el lazo de la soberbia y derribarte en el infierno.

PUNTO III. Considera la grande humildad de San Juan, y cuán firme estuvo en la verdad, pues
con tantas veras y resolución respondió que no era Cristo, ni el Mesías, ni Elías, ni alguno de los profetas, pudiendo con verdad decir que lo era en el espíritu, en el sentido que Cristo lo dijo de él; antes se disminuyó, diciendo que era voz, y se hizo lenguas en alabanzas del Salvador: a donde tienes mucho que aprender y que imitar, as¡ en el desprecio de las honras, como en el de ti mismo, aprendiendo a despreciarte a ti, y a honrar a todos, hablar honoríficamente de ellos, como habló San Juan de Cristo.

PUNTO IV. Pondera cuán brevemente se trocaron estos embajadores, y se volvieron contra el Bautista, reprendiéndole y denostándole porque bautizaba no siendo Cristo, en que declararon que vinieron más movidos de envidia que de estimación;  y conoce cuán poco hay que fiar de las honras que ofrecen los hombres, que todas son engañosas, falsas y tan breves, que apenas son cuando no son; y pide a Dios gracia para despreciar el mundo y buscar los bienes eternos y su santo Servicio, en que, como está dicho, consiste la honra verdadera, y la felicidad del alma, que nunca ha de tener fin.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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