Para el domingo de la Septuagésima
Dice Cristo que es semejante el reino de los cielos a un padre de familia, que salió al amanecer y a todas horas a alquilar obreros para su viña, y acabado el día, mandó a su mayordomo que les pagase su jornal, empezando por los últimos y acabando con los primeros, de lo que estos se sintieron y él los satisfizo diciendo que sin agravio suyo podía dar de su hacienda, tanto a los unos como a los otros; de aquí concluye el Salvador, que de la misma manera serán preferidos en su reino los últimos a los primeros; porque aunque sean muchos los llamados, son pocos los escogidos.
PUNTO PRIMERO. Considera el desvelo del padre de familias, que al alba estaba en la plaza para llevar obreros a su viña, en que significa el cuidado que tiene Cristo de su iglesia y de proveerla en todos tiempos de predicadores, confesores y maestros que la cultiven y labren, y arranquen las herejías y malas costumbres, y planten en ella las buenas y santas, y como buenos prelados y padres de esta familia la conserven en su verdor y la mejoren cada día da muchas gracias a Dios por el cuidado que tiene de su iglesia, y por el que tiene de ti en particular y por los padres, prelados y maestros que te ha dado para bien de tu alma, la cual sino fuera por ellos estuviera como un sequeral, sin jugo de devoción, ni luz, ni enseñanza para caminar al cielo
PUNTO II. Considera que esta viña es tu alma y entra despacio y con atención por ella y mira el cuidado qua tienes de su aprovechamiento, si velas sobre ella, como este padre de familias vela a todas horas sobre la suya, si está mejorada, menoscabado su valor tiembla de la cuenta que has de dar de ti al padre de familias y pon desde luego todo tu cuidado y desvelo en labrarla y cultivarla, atrancando las malezas de los vicios y plantando las virtudes
PUNTO III. Considera como todos los que llamó este padre de familia a trabajar a su viña, le obedecieron y fueron sin excusarse alguno; acuérdate cuántas veces te ha llamado a ti y te has hecho sordo a su voz, y has resistido a su llamamiento, y cuánto te importa obedecerle y seguir su santa inspiración y los consejos que te da por medio de los padres espirituales y libros devotos: hiere tus pechos y llama al Señor de le íntimo de tu corazón y dile, pésame Dios mío, de haber sido tan ingrato y desconocido a vuestra voz; erré como torpe y mal considerado, aquí me postro a vuestros pies esperando vuestra voz y la menor seña, Señor de vuestra voluntad, habladme Señor que vuestro siervo oye, decid lo que quisieres, mandad lo que gustares, que en todo y por todo os obedeceré.
PUNTO IV. Considera cómo, acabado el día, mandó el padre de familia pagar el jornal a los obreros, en que declaró cómo en acabando el día de esta vida, cuando llega el ocaso de la muerte, ha de dar Dios el premio de sus trabajos a los que le hubieren servido; no será como los hombres del mundo, que se quedan con el jornal de sus criados después de haberles servido muchos años, sino que por el trabajo de un día da un peso de gloria eterna a los suyos. Pondera que presto dará fin el trabajo de este siglo y vendrá el Señor a premiar a sus siervos, y pon los ojos en el valor del premio eterno con que Dios nuestro Señor paga a los suyos para que se encienda tu voluntad en un fervoroso deseo de servirle.
Padre Alonso de Andrade, S.J