Delirios semánticos

Esto dijo Francisco, entre otras cosas, dirigiéndose a las superioras religiosas en el Vaticano el pasado 13 de mayo.

Es un criterio que tenéis que revisar, que la Iglesia tiene que revisar. Vuestro trabajo, el mío, el de todos nosotros, es el servicio. Pero yo, muchas veces, encuentro mujeres consagradas que hacen un trabajo de servidumbre y no de servicio. Es un poco difícil de explicar, porque no quiero que se piense en casos concretos… Pero pensemos por ejemplo, en un párroco que, imaginamos, por seguridad dice: «No, no, mi rectoría está en manos de dos monjas» – «¿Y son ellas las que administran?» – «Sí, sí!» – «¿Y qué hacen como apostolado, como catequesis? «-» Nada, nada sólo eso! «. ¡No! Eso es servidumbre! Dígame, señor párroco, si en su ciudad no hay buenas mujeres, que necesitan trabajar. Contrate a una, a dos, que se ocupen de ese servicio. Y estas dos religiosas que vayan a las escuelas, a los barrios, con los enfermos, con los pobres. Este es el criterio: ¡trabajo de servicio y no de servidumbre! Y cuando a vosotras, superioras, os piden algo que es más de servidumbre que de servicio, sed valientes en decir «no». Es un criterio que ayuda mucho, porque cuando se quiere que una consagrada haga un trabajo de servidumbre, se devalúa la vida y la dignidad de esa mujer. Vuestra vocación es el servicio: servicio a la Iglesia, dondequiera que esté. Pero no la servidumbre!”. (Encuentro con las Superioras Generales, 13 de mayo de 2016)

Servidumbre y servicio son palabras hermanas, tienen la misma raíz y un matiz de diferencia… que la revolución semántica ha agrandado con vidrio de lupa, sometiéndola al exigente criterio de lo políticamente correcto.

Servicio, en la acepción que nos interesa, porque se aplica a las palabras de Francisco, significa trabajo, especialmente cuando se hace para otra persona. Bueno, creemos que se aplica… ya que el lenguaje que utiliza el Obispo de Roma es a veces arbitrario, impregnado de la ideología que profesa y condicionado por el estado de ánimo del momento. La palabra servicio, por extensión, también engloba toda ayuda, dedicación, empeño, sacrificio que se hace generosamente por los demás.

Servidumbre es la condición y trabajo propios del siervo, es decir, de alguien que está sometido a las órdenes de un señor, patrón o superior religioso, que tiene una supremacía sobre su empleado. Esto puede sonar chocante para algunos oídos adeptos al ideal libertario de 1789, o al liberalismo como expresión política, o al libertinaje en lo que se refiere a la moral que no acepta reglas. Pero esas no son visualizaciones ni términos cristianos. Aunque hay que estar atentos, pues en su mensaje, Francisco nos dice que hay que revisar criterios… “Es un criterio que tenéis que revisar, que la Iglesia tiene que revisar”.

Lo cierto es que una persona libremente puede someterse a otra, según un contrato ecuánime, y eso no atenta para nada contra su propia dignidad. Claro que hay quienes, equiparan la servidumbre a la esclavitud. Pero esto es, una vez más, forzar la nota… ir más allá del sentido estricto de las palabras.

Chocan, especialmente a las personas religiosas, estas afirmaciones de Francisco citadas más arriba. Dice él, desembarazadamente, que su idea “es un poco difícil de explicar”… ¡Claro que lo es! Cuando se rebautizan los conceptos, no solo es difícil de explicar, sino que es imposible de entender. A no ser que se tenga la intención de dejar la confusión establecida para cumplir su consigna “quiero que hagan lío”.

Sabemos que Francisco está empeñado en promover a las mujeres en la Iglesia. Si fuera para que todas fueran más semejantes a la Virgen María… Sin embargo… las palabras que pronunció en la audiencia ofenden a las mujeres por diversas razones.

Primero, porque establece una incompatibilidad entre funciones de mujeres consagradas y de mujeres de la vida civil: Estas deben trabajar, aquellas no. En segundo lugar, un agravante: aquellas deben catequizar, visitar enfermos, hacer apostolado… lo que no valdría para las mujeres insertadas en el mundo. Concepción totalmente nueva, que choca con dos milenios de prácticas en la vida de la Iglesia católica.

En tercer lugar, choca igualmente esta declaración porque reduce a la generalidad de las mujeres a siervas, mientras que a las que asumieron el ideal religioso las libera de uno de sus compromisos más sagrados: la obediencia, que cuanto más incondicional, mejor será. Y, además, sin salario.

Una cuarta razón de inconformidad con estas afirmaciones de Francisco es que son una incitación a la rebelión: “Y cuando a vosotras, superioras, os piden algo que es más de servidumbre que de servicio, sed valientes en decir «no”. ¿Ese consejo es dado por el hecho de ser superioras, por su rango? Sería demasiado antipático y opuesto a la mentalidad “franciscana”. Es por otra razón.

Es que en su mente está latente, sin decirlo expresamente (“es un poco difícil de explicar”…) el empeño de igualdad a toda costa reflejado en hacer que las mujeres se subleven, preferentemente contra los hombres, y mejor aún si es contra el párroco (Dígame, señor párroco, si en su ciudad no hay buenas mujeres, que necesitan trabajar. Contrate a una, a dos, que se ocupen de ese servicio”). Se comprende y se aplaude la defensa de las mujeres del maltrato doméstico, de la explotación sexual, de la discriminación laboral, etc. ¿Pero querer “liberar” a una religiosa que consagró su vida con un voto de obediencia no suena un poco extraño?

Hay tantas congregaciones religiosas que se dedican a esos menesteres de ayudar a la Iglesia y a sus ministros en cosas materiales y cotidianas… pues resulta que en la mente de Francisco eso sería denigrante. ¿Qué sentirán esas hermanas que un día se ofrecieron a Dios generosamente para eso?

¡Cuántas monjas hay, en cambio, que están metidas en el mundo, a veces sin ningún mérito para sus almas, aunque visiten enfermos, catequicen o… tantas veces promuevan la revolución social! Ésas estarían haciendo un “servicio”. Ya analizamos una de estas «monjas», amiga de Pablo Iglesias, aquí:

“La única religión verdadera es por la que lucha Pablo Iglesias…” (y Castro, Maduro, Evo…)

Las apagadas y virtuosas, que por amor a Dios y a su Obispo, le limpian la casa o le planchan la ropa, serían “siervas”. ¿Y qué pensar de las que trabajan horas elaborando las hostias? Que sepamos, no ha habido en la Iglesia hasta ahora alguna fundadora con carisma de forjar mujeres gestoras, emancipadas y ejecutivas…

Otra cosa ¿cómo se entiende eso de establecer una incompatibilidad entre servicio y servidumbre? Ambas cosas tienen su lugar bajo el sol. Si la servidumbre fuera mala, habría que denunciarla y erradicarla para toda y cualquier mujer, no sólo para las monjas.

Preparacion de las Hostias (65)
Para las Carmelitas Descalzas tener la responsabilidad de elaborar las hostias es una bendición de Dios

Vuestra vocación es el servicio: servicio a la Iglesia, dondequiera que esté. ¡Pero no la servidumbre!”. Esto huele un tanto a la rebelión contra la obligación de servir que se justamente se atribuye al padre de la mentira…

El relativismo del lenguaje de Francisco favorece terriblemente a la confusión y las malas tendencias que anidan en el alma de todo hombre, lo qual, queramos o no, se va generalizando entre los fieles que lo leen o lo escuchan. Su verborrea no es anodina, y eso lo podemos comprobar todos los sacerdotes que ejercemos nuestro ministerio honradamente a pesar de nuestras deficiencias humanas.

Seguramente el bombero pontificio, Padre Lombardi, no aclarará nada, espantado él mismo por estos delirios…

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