El 12 de septiembre, después de la festividad de la Natividad de la Santísima Virgen, la Iglesia venera el Santo Nombre de María para enseñarnos, mediante la liturgia, a tener siempre en los labios y en el corazón el Nombre de Ella junto al de Jesús. Sus santos padres Joaquín y Ana le pusieron ese nombre, nomen Virginis Mariae (Lc. 1,27) por especial revelación del Señor, que quería sintetizar en tal nombre todas las grandezas espirituales de la que estaba destinada a ser Madre de Dios.
Entre los numerosos significados atribuidos al Nombre de María los santos y teólogos recuerdan al menos cuatro: estrella del mar, mar amargo, señora o dueña e iluminadora. Estrella del mar, porque María es consuelo y guía de los quienes navegan el mar de este mundo azotados por las olas y las tempestades de las tentaciones; mar amargo, por la inmensidad de gracias celestiales comunicadas por Dios, pero también por la inmensidad de las amarguras que padeció a lo largo de su vida, sobre todo la Pasión de su Hijo; Señora y dueña , porque María es Reina del Cielo y de la Tierra, a la que todo está sometido; e iluminadora, porque ha dado al mundo la Luz eterna e ilumina con la sabiduría del Cielo las almas de cuantos se confían a Ella.
El Nombre bendito de María es asimismo un arma infalible contra los enemigos internos y externos de las almas y de la Iglesia. El simple Nombre de María basta para aterrorizar a los demonios y a los hombres que combaten a Jesucristo y a la Iglesia que Él fundó.
El 11 de septiembre de 1683, el ejército cristiano a las órdenes del rey polaco Juan Sobieski y arengado por el beato Marcos de Aviano liberó la ciudad imperial de Viena del asedio turco. El beato Inocencio XI, que había promovido y acompañado con sus oraciones esta empresa militar, tenía el convencimiento de que la victoria cristiana había sido obra de la Virgen y se había logrado en nombre de Ella. «El reconocimiento general de la parte importante y decisiva que tuvo el mencionado pontífice en la liberación de Viena –escribe el historiador Von Pastor– resultaba penoso para su gran humildad. Mientras otros hablaban de los propios méritos, él llevaba el discurso a otros y atribuía toda la honra al Señor Dios. A fin de recalcar este motivo, mandó acuñar medallas conmemorativas con la inscripción: «Tu diestra, Señor, ha vencido al enemigo». Y para dar gracias a la Virgen, estableció para toda la Iglesia la festividad del Santo Nombre de María, que habría de celebrarse el domingo siguiente a su Natividad»
En conmemoración de la victoria de Viena, el Papa mandó construir en el Foro Trajano de Roma una iglesia dedicada al Santísimo Nombre de María e instituyó para la Iglesia la fiesta dedicada a su Nombre. Hoy en día, los devotos de la Virgen honran su nombre y combaten la revolución anticristiana para extender a toda la Tierra la gloria de María y de la Iglesia.
Al Nombre de María está asociada la hermosa costumbre de recitar cinco salmos cuyas letras iniciales se corresponden con las que forman ese Nombre: M, Magnificat (Luc.1, 46-55); A, Ad Dominum cum tribularer clamavi (Sal. 119); R, Retribue servo tuo (Sal. 118, 17-32); I, In convertendo (Sal. 125) e A, Ad te levavi animam meam (Sal. 122).
Repitamos hoy las antífonas de dichos salmos: Mariæ Nomen cunctas illustrat ecclesias, quia fecit mihi magna qui potens est, et sanctum Nomen ejus: María, tu Nombre es gloria de todas las iglesias. Grandes cosas ha hecho contigo el Todopoderoso, y santo es tu Nombre; a solis ortu usque ad occasum. Laudabile Nomen Domine et Mariæ matris ejus: Desde la salida del sol hasta el ocaso, sean alabados el Nombre del Señor el María su Madre; Refugium est in tribulationibus Mariæ Nomen omnibus illud invocantibus; El nombre de María es refugio en la aflicción para todos cuantos la invocan; In universa terra: admirabilis Nomen tuum, o Maria: Admirable es tu Nombre en toda la Tierra, oh María; Maria; Annunciaverunt cœli, Nomen Mariæ; et viderunt omnes populi gloriam ejus: Los cielos anuncian el Nombre de María, y todos los pueblos han visto su gloria.
San Bernardino de Siena (1380-1444) fue el gran propagador durante el siglo XV de la devoción al Santísimo Nombre de Jesús. Pidamos al Señor que nuevos santos divulguen en el siglo XXI la devoción al Santísimo Nombre de María, asociándola al triunfo de su Corazón Inmaculado.
Traducido por Bruno de la Inmaculada