Elección de estado

Composición de lugar. Mirar a Jesús que te dice: “Deja que los muertos entierren a los muertos; mas tú ven, y sígueme.”

Petición. ¡Oh buen Jesús! Dadme gracia eficaz para seguiros siempre, cueste lo que costare.

Punto primero. Es ésta, hija mía, una de las meditaciones más importantes de cuantas puedes hacer. Se trata de la elección de estado, de la que depende tu felicidad temporal y eternidad; oh sea que viva Jesús por amor en tu alma en el tiempo y en la eternidad… para acertar en ella has de presuponer que todas las cosas de Dios son ordenadas, y que Nuestro Señor, infinitamente sabio, todo lo ha hecho en número, peso y medida. El Señor logra en las criaturas todas su fin, que es su gloria, y lo dispone todo fuerte y suavemente… Cuando, pues, el Señor elige a una alma para un estado o fin especial: 1º le da los medios proporcionados a este fin; 2º le da inclinación a dicho estado o fin; 3º o si por razón se mueve a abrazar dicho estado o fin, se asegura que es vocación de Dios con la oración, consejo y meditación… Dos cosas, pues, hija mía, debes mirar en ti al decidirte a abrazar un estado: la aptitud debida y la inclinación de tu voluntad. La aptitud especialmente para el estado religioso se reconoce en el recto juicio, buena índole, docilidad y sumisión para soportar el yugo de la obediencia, en la ciencia o talento suficiente, y en la carencia de defectos del cuerpo y del alma, que repugnen al estado que tratas de abrazar… La inclinación natural y constante de la voluntad, espontanea o hija de la meditación, debe ser recta, esto es, hija de una intención pura o deseo de asegurar la salvación, dar mayor gloria a Dios, o salvar mayor número de almas… ¿Tiene esta señal tu vocación? ¡Oh hija mía! En cosa tan importante ninguna precaución y seguridad son excesivas… Ora, medita, pide consejo: yo te ayudaré.

Punto segundo. ¿Cuál es tu vocación, hija mía? ¿A qué te sientes llamada? ¿Al matrimonio o al estado religioso?… Bueno y santo es el matrimonio, pues es un sacramento instituido por Jesucristo; pero más excelente es el estado de virginidad o el estado religioso… Cuanto va del oro a la tierra, de la tierra al cielo, eso va del estado virginal al estado del matrimonio… Si eres llamada a consagrar a Dios tu virginidad y a consagrarte a su servicio escogiendo la mejor parte, ten presente, después de las reglas de acierto en la elección que te he dado antes, en que hay delante de ti tres géneros de vida en el estado religioso: vida principalmente activa, que es la que se dedica con preferencia a las obras de misericordia corporales… vida contemplativa, que es la que se consagra con preferencia a la oración… y vida mixta que es la que abraza la vida contemplativa y la activa, y ésta es la vida de Jesucristo y de los Apóstoles, la más perfecta, según Santo Tomás, porque la suma de la perfección en este mundo no está sólo en contemplar, sino en comunicar al prójima las cosas contempladas, así como es más perfección, dice el mismo Santo, iluminar a otros, que brillar solamente. Medita seriamente, hija mía, a qué te sientes inclinada, para qué tienes más aptitud, dónde hallas más razones de provecho para tu alma y para aumentar los interesase de Jesús…

Considera qué querrás haber hecho en la hora de la muerte… qué aconsejarías a una amiga muy querida de tu corazón que se hallase en tu caso.

Punto tercero. Yo sólo, hija mía, te encargo que escojas aquel estado en que puedas dar más gloria a Dios, hacer conocer y amar a Jesucristo con la mayor extensión posible, salvar el mayor número posible de almas, en una palabra, emplear tus talentos, fuerzas, riquezas, hermosura, salud y vida en aquel estado en que no sólo atiendas con todo ahínco a tu propia salvación y perfección, sino también extiendas en el mayor grado posible el reinado del conocimiento y amor de Cristo Jesús por todo el mayor grado posible el reinado del conocimiento y amor de Cristo Jesús por todo mundo, orando, enseñando y sacrificándote… Esta es, hija mía, la mayor perfección, porque éste fue el empleo de Jesucristo y de los Apóstoles, que son los príncipes del cielo; y cuanto más imites a Jesucristo y a sus Apóstoles más perfecta serás… Feliz mil veces si el Señor te da esta sublime vocación y la sigues con todas tus fuerzas a pesar de las dificultades que te levanten el mundo, demonio y carne… Pasa por todo para seguir el llamamiento de Dios, porque primero es Dios que nadie, hija mía… ¿Quién sabe si serás en estos malaventurados tiempos, que tantas cátedras hay de perversión y de error, que apenas se conoce y ama a Jesús nuestro Salvador, otra Teresa de Jesús que le allegue millares de almas a su servicio y amor?… Óyeme. Sé fiel a la gracia de tu vocación, y espera… y verás grandes cosas…

Padre nuestro y la Oración final

Fruto. Me pondré indiferente delante del Señor, y le repetiré con mi Seráfica Madre: Vuestra soy, para Vos nací; ¿qué queréis, Señor, de mí? Sólo pediré con toda instancia a mi Dios que, ya que soy toda suya, me elija en aquel estado y género de vida en que todo lo emplee en lo que haya de darle más gloria y aumento de sus divinos intereses.

San Enrique de Ossó

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