En el combate por la defensa de la vida, la familia y los valores tradicionales, somos frágiles instrumentos en manos de la Divina Providencia y tenemos el deber moral de dar reconocimiento a quienes nos han precedido y han abierto el camino. Por eso, no podemos olvidar el primer encuentro internacional por la vida, que se celebró en Roma del 25 al 27 de abril de 1980 a iniciativa de la asociación Alleanza per la Vita, fundada por Agostino Sanfratello, cofundador junto con Giovanni Cantoni de Alleanza Cattolica en Italia.
El 22 de mayo de 1978 se había aprobado la ley 194, que despenalizaba el aborto en Italia. El 16 de octubre del mismo año, después de la muerte de Pablo VI y el breve pontificado de Juan Pablo I, fue elegido al solio pontificio Juan Pablo II, que haría del combate al aborto uno de los ejes de su pontificado. En este contexto histórico se inauguró el viernes 25 de abril en el aula magna del Instituto Agustuinianum, contiguo al Vaticano, un congreso extraordinario por la calidad y el número de participantes procedentes de todo el mundo que se congregaron en Roma corriendo ellos mismos con los gastos.
Durante los tres días de trabajo se trataron temas muy diversos a fin de exigir una legislación que se ajustase a los derechos naturales del hombre y de la familia y acordar una lucha común con miras a la abrogación de las leyes abortistas. Se pasó revista al carácter unitario del proceso de degradación intelectual y moral de nuestro tiempo; se denunció el vínculo entre la difusión de la droga, el aborto, la eutanasia y el terrorismo; se replantearon los datos científicos que definen el derecho a la vida desde el momento de la concepción; se formularon los principios filosóficos, éticos y jurídicos que tutelan a la persona humana; y se acordó una acción conjunta con vistas a la derogación de las leyes abortistas y la adopción de leyes positivas en defensa de la familia, la madre y el niño.
Al encuentro asistieron más de medio millar de participantes y la adhesión de ilustres personalidades a las que no les fue posible asistir personalmente, entre ellas el sacerdote filósofo Cornelio Fabro C.P:S., el P. Dario Composta, decano de la facultad de filosofía de la Pontificia Universidad Urbaniana, el profesor Joël-Benoit d’Onorio, presidente de la Confederación de Juristas Católicos de Francia, el profesor Plínio Correa de Oliveira, presidente de la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP), Marcel de Corte, profesor emérito de la Universidad de Lieja; Augusto del Noce, catedrático de filosofía política de la Universidad de Roma; Julien Freund, catedrático emérito de la Universidad de Estrasburgo y la doctora Wanda Półtawska, directora del Instituto de Teología de la Familia de la Pontificia Facultad de Teología de Cracovia.
En la presentación general de las ponencias, el padre dominico Tito Sante Centi (1915-2011) habló de la objetividad de la ética y la moral, demostrando que de la negación de moral objetiva se deriva el relativismo perfecto, según el cual todo cuanto sucede está bien por el mero hecho de que sucede. Contra semejante agnosticismo histórico y su versión intraeclesial, que es el modernismo, se hace necesario redescubrir y reiterar la filosofía perenne, la cual enseña que la razón puede conocer la realidad y delinear valores que permanecen inalterables a lo largo de la historia.
La figura más destacada del encuentro fue en todo caso el profesor Jérôme Lejeune (1926-1994), genetista de fama internacional que el pasado 21 de enero fue declarado venerable por la Congregación de las Causas para los Santos. En su intervención, el profesor Lejeune enumeró los principales síntomas del eclipse de la razón científica, y se centró en la manipulación genética, el aborto y el infanticidio. Hay que volver a la humildad y el realismo, afirmó; la lógica de los calculadores de hoy redescubre las antiguas verdades elementales, según las cuales la estructura de la conciencia de la realidad se compone de síes y noes, nunca de quizás. Se trata de la lógica del Evangelio: «Sea vuestra palabra sí sí, no no; todo lo demás procede del Maligno».
Otra personalidad de gran relieve fue Margaret White (1910-1993), magistrada del Reino Unido y vicepresidenta de la Society for the Protection of Unborn Children (SPUC). La activista pro vida británica criticó los dos principales sofismas de la propaganda abortista, a saber, que el feto no es una persona y que el aborto no es perjudicial para la salud de la madre. Se trata –afirmó– de tesis insostenibles desde el punto de vista médico y científico, pero que se abren paso fácilmente en un mundo en el que hasta los animales están más protegidos y tutelados que los niños por nacer. La situación –concluyó– es dramática, y precisamente aquí en Roma, sobre el sepulcro de los apóstoles, tenemos que redescubrir los motivos religiosos y morales que nos permiten tener esparanza y perseverar en la lucha.
El médico alemán Siegfried Ernst (1915-2011), vicepresidente de World Federation of Doctors who Respect Human Life, reiteró el vínculo entre pornografía y aborto y denunció la propagación de la pornografía no sólo por Occidente, sino también –lo cual es un fenómeno relativamente nuevo– por el Tercer Mundo, donde como en otras partes la explosiva difusión de la pornografía prepara y acompaña el aborto.
De los aspectos jurídicos habló Giovanni Cantoni (1938-2020), director nacional de Alleanza Católica, el cual explicó que al mismo tiempo que aparece una suerte de legalismo que considera lícito cuanto se ajuste a la forma exterior del derecho y los procedimientos, se niega mediante el aborto el primero de los derechos naturales: el derecho a la vida. La legalización del aborto inaugura el totalitarismo perfecto como un régimen mixto de tiranía, oligarquía y demagogia.
El abogado Dennis J. Horan (1932-1988), presidente de Americans United for Life, abordó el tema de la eutanasia, que se ha vuelto de trágica actualidad en países que tras haber acogido el aborto han renunciado al principio del respeto a la vida. Horan, que entre 1970 y 1988 ejerció una enorme influencia en lo referente a la protección jurídica de la vida en Estados Unidos, denunció en su intervención la ambigüedad del concepto de muerte cerebral, del que ya se comenzaba a hablar en aquellos años. El Dr. Herbert Ratner (1907-1977), también estadounidense, director de la revista Child and Family Quarterly, identificó en el aborto el momento culminante de un proceso que tiene sus procesos más capilares y difusivos en los métodos artificiales de contracepción y en el alejamiento de los hijos cuando una vez destetados la madre los confía a la guardería.
La francesa Geneviève Poullot (1928-2018), secretaria general de Laissez-le Vivre y responsable nacional de SOS Futures Mères, puso de relieve dos aspectos de la propaganda abortista: la denigración sistemática de la maternidad, que presenta a ésta como un accidente y poco menos que una enfermedad, y la simpatía por el aborto, cuya trágica realidad se enmascara bajo una terminología adulterada.
En su relación, leída por Michel de Penfentenyo (1927-2018), Emerentienne de Lagrange (1904-1994), que ejerce de profesora en Clermont-Ferrand, abordó el problema de la promoción del aborto por parte de poderosas fuerzas culturales y económicas orquestadas por las logias masónicas.
El cirujano y demógrafo galo Emmanuel Tremblay (1920-2009), presidente de Europa Pro Vida, explicó que el aborto ya ha puesto a Occidente a un nivel inferior al de buena parte de la Antigüedad y de muchas sociedades primitivas, y abre camino a terrible cadena de muertes y establece un vínculo entre la interrupción del embarazo, la eutanasia y el exterminio de los opositores políticos en campos de concentración.
El abogado belga Charles Convent (1908-1995), secretario de Europa Pro Vida, expuso la situación del momento presente e invitó a las asociaciones antiabortistas a combatir junto al aborto y sus teóricos la tendencia hacia la revolución sexual y la pornografía, que abonan el terreno para la propagación del aborto.
Peggy Norris, presidenta del Pro-Life Information Centre y el rev. Alan Rabjohns, directos del SPUC, hablaron de la lucha en Inglaterra contra la ley del aborto y sus consecuencias; el Rev. Eugen Ahem, director de Right to Life News, expuso la situación en Australia. Por su parte, el abogado Patrick Trueman, director ejecutivo de Americans United for Life, describió los métodos de combate pro vida en los ámbitos legislativo y electoral en los EE.UU., mientras que el Dr. Jean-Jacques Pitteloud, de la Association Suisse des Médecins pour le Respect de la Vie, disertó sobre las principales iniciativas contra el aborto que se están llevando a cabo en el país alpino.
De los demás ponentes recordamos a Karel F. Gunning, de Holanda, que preside la World Federation of Doctors who Respect Human Life; Mercedes Wilson, presidenta de la delegación en EE.UU: de la World Organization of the Ovulation Method-Billings; el profesor Manlio Mazziotti di Celso, de la Universidad de Roma; el profesor Honorio Sanjuan Nadal, presidente de la barcelonesa Asociación pro Respeto a la Vida Humana; el Dr. François Megevand, del Centre d’Études pour une Politique de la Vie; el Dr. Massimo Introvigne, de Alleanza Cattolica; el Dr. Hartwig Holzgartner, del Ärztlichen Kreis u. Bezirksverbandes de Munich; el Dr. Gottfried Roth, catedrático de pastoral médica en Viena y redactor jefe de Arzt und Chris; el padre pasionista Pedro Richards, director del Centro Nacional de Planificación Natural de la Familia; Stefan Wilkanowicz, director de la revista Znake y miembro de la Comisión para los Laicos del episcopado polaco.
Puso broche final al congreso Agostino Sanfratello, presidente de Alleanza per la Vita, afirmando que la reconquista de la verdad y de la protección social es posible, en tanto que sepamos superar la debilidad, la atonía de ciertos sectores católicos y los engaños y fintas del adversario: «Confiemos el éxito de nuestra lucha y la buena causa de la defensa de la sangre inocente de tantos hijos suyos a la bienaventurada Virgen María, pidiéndole que nos alcance la fortaleza que necesitamos para llevar a cabo el buen combate».
El congreso, que se había inaugurado con una carta elogiosa del cardenal Joseph Höffner, arzobispo de Colonia y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, concluyó el sábado 26 de abril de 1980 con una audiencia especial del Santo Padre Juan Pablo II. El Sumo Pontífice departió brevemente con los participantes, y les dirigió estas palabras: «Me gustaría saludar en particular a todos los que se han puesto al servicio de la vida haciendo de ese servicio un ideal al que consagran la inteligencia, el ingenio, el tiempo y las fuerzas de que disponen. La vida humana es sagrada; es decir, tiene que estar libre de todo poder arbitrario que intente perjudicarla, dañarla o suprimirla. Desde el momento de la concepción hasta el último instante de la vida natural en el tiempo es digna de respeto, atención y esfuerzo para salvaguardar sus derechos y mejorar su calidad. No puedo menos que aprobar y animar a cuantos se vuelcan en el servicio a esta causa tan noble, y pido a Dios que los bendiga».
El 11 de febrero de 1994, mediante el motu proprio Vitae mysterium, Juan Pablo II fundó la Pontificia Academia para la Vida, cuya presidencia encomendó al profesor Jérôme Lejeune, el cual fallecería tres meses más tarde. El 25 de marzo de 1995, el Santo Padre publicó la encíclica Evangelium vitae.
El encuentro internacional de 1980 contribuyó indudablemente a sentar las bases de una defensa más vigorosa y eficaz de la vida en Italia y en el mundo, y puede servir de motivación para aunar fuerzas en el momento presente, como ya está sucediendo en muchos países con la Marcha por la Vida.
Tuve oportunidad de participar en la organización de aquel congreso, y he querido dar testimonio de él, esperando que el profesor Agostino Sanfratello, artífice del mismo y pionero del movimiento pro vida en Italia, lo recuerde todavía.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)