Tengo la sensación previa de que este artículo va a ser incomprendido por muchos pero me arriesgo a expresar mi teoría por fidelidad a la verdad tanto natural como moral. Sencillamente creo que es un error afirmar que alguien “es homosexual”; y es un error tanto si se hace con la intención de exaltar la ideología de género (para hacer apología de la homosexualidad) como si se hace para ofender a alguien que siente atracción por personas de su mismo sexo (usando insultos corrientes del lenguaje popular). Y es un error porque, siendo fieles a la verdad (científica, biológica y natural) nadie ES homosexual. Los que dicen “ser” homosexuales en realidad se SIENTEN así pero no son así. Es un ataque frontal a la ontología afirmar el “ser” rebajándolo a la categoría del “sentir”. Y lo argumento de forma muy básica:
1: Hasta la fecha la ciencia no ha podido demostrar que exista un gen homosexual. No existe un cromosoma diferente al X o al Y. La ciencia muestra que existe el masculino y el femenino, y como consecuencia directa toda homosexualidad pasa a la categoría de “tendencia” u “orientación” pero no genética.
2: Por lo que un hombre que se sienta atraído por otro hombre no es, científicamente, homosexual sino que tiene en su interior esa tendencia dentro de su masculinidad. Se siente homosexual pero no es homosexual. Lo mismo se aplica a la mujer. Añado una cita reciente del arzobispo de Granada, Monseñor Martínez, en el contexto de la presentación de nuevas leyes «lgtbi»: «la realidad es la realidad» y «quien ha nacido» hombre o mujer lo será «siempre», «le pongan las hormonas que le pongan» o al margen de «las operaciones que le hagan».
En otros artículos publicados en esta, y otras páginas de información católica tradicional, se ha enfatizado bastante (y de forma necesaria) sobre aspectos tales como la gravedad moral del pecado de la sodomía (unos de los que “clama al cielo” expresado en la Biblia), o como la imposición totalitaria anti-cristiana de los actuales poderes políticos que usan la homosexualidad como ideología oportunista para sus fines, o como que desde dentro de la misma Iglesia existan corrientes de filiación homosexual que pretendan, poco a poco, conseguir que la misma sea aceptada en su ejercicio sexual despojándola de toda punibilidad moral. Creo que tenemos material abundante, y muy bien argumentado, sobre este particular, pero opino que pocas veces nos paramos a reflexionar sobre el fabuloso engaño que supone elevar la homosexualidad a categoría esencial (ontológica) tanto para procurar su plena “normalización” (civil, ética y hasta religiosa) como para caer en el error de condenar a la persona por lo que siente desde la acusación que lo señala por lo que, supuestamente, es.
Es por tanto urgente, y oportuno, desenmascarar la falsedad lingüística que otorga el “ser” a lo que es solo “sentir”. Y aunque esta tarea no sea la principal en la formación moral de las conciencias, si me atrevo a afirmar que es condición de posibilidad para que la misma formación moral no se tropiece a si misma desde un error intelectual que haga perder la razón (por la forma) aunque en el fondo se tenga.