Meditación XVII
Composición de lugar. Contempla a Dios adorado de los Ángeles en el cielo.
Petición. Dios mío, sólo quiero amar lo eterno.
Punto primero. Todo lo que tiene fin, hija mía, no merece nuestro aprecio. Viajeros que no tenéis aquí vuestra casa… desterrados que vais en busca de vuestra patria, nada de lo que en el tiempo sucede debe merecer vuestra patria, nada de lo que en el tiempo sucede debe merecer vuestro aprecio y atención, hija mía. Todo se pasa, y vosotras con todas las cosas pasáis tambien, y sólo la eternidad que se acerca, que es lo último que os espera, el término de vuestro viaje, puede interesaros, porque no tiene remedio… Todo se muda en este mundo. Todo lo eterno está fijo, inmoble, invariable… Millones de millones de siglos pasarán, y al cabo será como si entonces la eternidad empezase… Eterno quiere decir que no tendrá fin jamás, que siempre durará, que mientras Dios sea Dios permanecerá en un mismo ser invariable… La eternidad nos da toda y simultáneamente la perfecta posesión de las cosas… ¿Quién podrá comprender la profundidad y los misterios que encierra esta palabra? ¡Oh eternidad! ¡oh eternidad! ¡oh eternidad! ¡quien no te temerá, pues como un vestigio y un monte inmenso me amenazas sepultarme entre tus brazos para siempre, y no sé si será por mi felicidad y desdicha.
Punto segundo. Lo mismo será eternamente la gloria del cielo que los tormentos del infierno… Eterno el fuego… eterno el gusano roedor de la conciencia… eterno el cuerpo… eterna el alma… eterno el decreto de Dios… eterna su ira que enciende el fuego del infierno… eterna la pena, porque la culpa lo será también… continua será la pena… sin interrupción, sin tregua ni descanso. ¡Oh tú que no sabes sufrir la picadura de un mosquito, ni el dormir sobre la blanda cama recostado siempre de un lado. ¿cómo podrás habitar en los ardores sempiternos? ¡Oh ánimas mostradas a los deleites y regalos de la carne, que sois las que más peligro corréis de experimentar estos tormentos sin fin y sin lenitivo, haber lástima de vosotras mismas! Despertad, arrepentíos y enmendaos…
Punto tercero. Eterno será el premio… eterna la gloria… eternos los abrazos y caricias de todo un Dios… eterna la felicidad… eterna la vida… eterno el gozo y deleites de la casa de Dios… ¡Oh eternidad feliz! ¿Quién no sufrirá con resignación y hasta con alegría todas las penas temporales por adquirí este peso de eterna gloria? ¡Oh paraíso! ¡oh gloria! ¡oh hermoso cielo! ¿Cuándo te poseeré? Comparados todos los trabajos de este mundo con tu gloria, nada me parecen… Lo sufriré todo… lo padeceré todo, con la esperanza de la eternidad feliz… Recreo serán los cuidados para mi alma con la esperanza de la gloria eterna. ¡Oh momento del que depende mi eternidad!… ¿Cómo no obrar con temor y temblor mi salvación?
Padre nuestro y la Oración final.
Fruto. Cuando me tiente para pecar el mundo, demonio o carne, exclamaré: Momentáneo es lo que deleita, eterno lo que atormenta.
San Enrique de Ossó