Es probable que en tiempos no lejanos este papado sea considerado como el mayor desastre de la historia de la Iglesia y, lo que no consuela nada, la Iglesia actual como las más felona, cobarde y vil de su bimilenaria historia.
Los tiempos del arrianismo se quedarán cortos ante el alcance del horror de nuestra católica modernidad, por cuanto al menos entonces se creía en Cristo como necesario y único salvador del hombre. Hoy ya ni eso, sino que pervirtiendo la misión divina de salvar a los hombres salvando sus almas, la Iglesia se ha encaminado en la destructiva y tiránica misión del hermanamiento universal por y para el mundo, dando igual Cristo, Shiva, Mahoma, Buda o la comunista LGTB.
Francisco no es un accidente, es la constatación evidente de que la Iglesia está enferma y de que su cura será tan dolorosa como terrible. La destrucción de la Fe que tenazmente está realizando el Papa se ve acompañada y aplaudida por una jerarquía de la Iglesia en muchos casos entregada al enemigo, y en otros acobardada por la presión del mundo y por la tiranía de Francisco. Y así el camino de la destrucción no encuentra oposición ni oponentes y el avance parece imparable.
Ayer han sido la Eucaristía, la Confesión y el Matrimonio los tres sacramentos cuya destrucción ha iniciado la fétida Amoris Laetitia, y como no ha habido contestación ni defensa de la Verdad, el Papa y su cuadrilla de San Gall continuarán con la agenda previamente trazada de destrucción de la Fe y de la Iglesia. No haya escándalo, que el próximo Sínodo se tratará sobre el celibato sacerdotal como se podría haber tratado sobre la próxima JMJ. Sin preocuparse de que en el ínterin el Papa haya obligado a las monjas de clausura a desclausurarse bajo orden del obispo o haya prohibido a los obispos a aprobar bajo su autoridad diocesana nuevas realidades eclesiales, no vaya a ser que las monjas se vuelvan rezadoras y los obispos aprueben caminos de conversión y santidad.
Es tal la gravedad que pocos han sido valientes para decirlo, y nadie con tanta valentía como monseñor Livieres, descanse en paz, que supo resumir magistralmente la situación: «santo Padre, que Dios le perdone por lo que ha hecho». Y lo que está haciendo, añadiríamos.
Nada parece normal por más que se quiera presumir una normalidad inexistente. Hasta el punto de que algunos, por alcanzar la mitra cardenalicia o agradecer el nombramiento al Papa, callan como cobardes miserables ante una ley perversa que ha aprobado la derecha del PP que gobierna la Comunidad de Madrid en la que se pervierte homosexualmente a los niños en los colegios, se impide a los padres ejercer su misión intransferible y única de velar por la educación moral de los hijos y se persigue civilmente cualquier acto de ayuda o cura de la homosexualidad.¿Ha dicho algo Osoro, obispo de Madrid? Nada. Ni una queja, ni una actuación jurídica en defensa de la libertad de educación, ni una crítica en la televisión de la Conferencia Episcopal española. Sólo unos valientes han hablado, pero la cobardía de los obispos felones exige consecuencias y respuestas del laicado. La mía ahora la clara decisión de no marcar la X de la renta a favor de la Iglesia. ¿Ellos no defienden mi fe, no defienden el alma de mis hijos, no defienden la grave misión que Dios nos ha encomendado a los padres…? pues ellos no verán mi dinero.
Pero como un cancer perverso se deja hacer y deshacer a un Papa sobre el que, el día de mañana, deberá pronunciarse la Iglesia reunida en Concilio, valorando la heterodoxia de sus escritos y dichos, la injusticia de sus decisiones (que se lo digan a Livieres o a los franciscanos de la Inmaculada) y la extraña situación de bicefalidad de la Iglesia, con un Papa Marta y otro Papa María (el activo y el contemplativo, que vino a decir Gaenswein). Pero, ¿es esto normal? ¿Es normal la dimisión no dimitida de Benedicto XVI, su vestimenta blanca, su vivir en el Vaticano, sus oraciones para que no huyera de los los lobos y su decirnos ayer que no eran lobos sino dificultades ante el presumible jet lag de la JMJ en Rio lo que le hicieron dimitir? ¿Es normal, no digo inválida, la elección de Bergoglio, en la que se vulneró el sistema previsto de elección, en la que aparecieron puertas selladas con los sellos forzados y quebrados, en el que una camarilla de cardenales hizo campaña tenaz para su nombramiento ya desde los tiempos de Juan Pablo II? Pero, ¿es normal que en tres años de pontificado el Papa de san Gall haya puesto todo en discusión, hasta las verdades más elementales de la fe, perseguidos los buenos, aplaudidos y rehabilitados los malos, vulneradas la doctrina y el magisterio de la Iglesia, y por ende su Fe?
Anormalidades que conviven en un contexto de graves incertidumbres y crisis ante el recrudecimiento del terrorismo islámico y el cambio demográfico de un occidente antaño cristiano, la persecución a la familia y a la moral impuesta por el NOM y ejecutado por los LGTBnazis y sus sucursales políticas, con la crisis política y económica atenazando a Europa y al mundo desarrollado, y un sistema financiero global que colea en el abismo, con el recrudecimiento de las tensiones ruso-americanas… Y cuando hace más falta el Camino, la Verdad y la Vida de Cristo, el Papa infelizmente reinante nos recuerda que cualquier chispilla es igual de válida, dan igual Cristo o Mahoma, o Buda o la pansexual mántrica y masónica del Burning Man Festival.
No puedo evitar admirar cada día más la profecía de los papas del pseudo san Malaquias, esa que la wikipedia equivocadamente recoge al decirnos que este Papa actual le toca el lema de Petrus Romanus. No, no, que el sabio padre Igartua bien que comprobó de los códices originales (tres que se conservan) que hay un lema antes de Petrus Romanus, el que dice:
In perseqtione extrema S.R.E. sedebit.
Lo que era de suyo difícil de entender y por eso los impresores posteriores decidieron, motu proprio, unir al lema siguiente de Petrus Romanus qui pascet oves. Y era difícil de entender hasta que ha venido Bergoglio ha aclarárnoslo:
Porqué él, Bergoglio, se está manifestando como la extrema persecución que se ha sentado en la Santa Iglesia Católica (S.R.E.); él es el azote de la fe que los tiempo futuros catalogarán como el Atila sentado en la silla de Pedro. Un horror para las almas, un horror para la Fe.
Pero el consuelo, el consuelo que me guía en estos tiempo aciagos es también, si se quiere, profético, que al final ha de triunfar el Corazón Inmaculado de María. Y si san Malaquías de nuevo no se engaña, eso habrá de ocurrir en el siguiente pontificado, ciertamente bajo la destrucción de la ciudad de las siete colinas, esto es, bajo la destrucción de la Iglesia y por extensión el mundo, y quien sabe si tras años de sede vacante, quien sabe sí, pero como recogió sor Lucia en su diario, al final Una Iglesia, Una Fe, Un Bautismo.
¿Y hasta entonces? Mantener la espada en alto para que los destructores de la fe al menos encuentren oposición en el camino. Por eso, Francisco, ahí, Dios mediante, seguiremos.
César Uribarri