Homenaje a un estadista católico

Las técnicas predispuestas con éxito por la cultura dominante para borrar la memoria de figuras animadas por una firme adhesión a los principios espirituales compendiados en la Revelación divina y por una consiguiente contraposición a las falsas premisas del pensamiento moderno se aprovechan, como toda persona recta puede fácilmente constatar, de la mixtificación y de la conjura del silencio.

Esta última parece haber cumplido un papel determinante al perpetuar el sistemático olvido de la sabia acción pacificadora generosamente llevada a cabo por el profesor Antonio De Oliveira Salazar, que gobernó Portugal en un arco de tiempo comprendido entre 1928 y 1968.

No es achacable a la paradoxalidad de circunstancias accidentales el hecho de que, casi cincuenta años después de la vida terrena de Salazar, su próvida misión civil de abanderado de la Tradición, sea pesadamente ocultada por un espeso manto de rencorosas censuras y de prejuiciosas reticencias, dirigidas a respaldar la falaz opinión según la cual la vocación política de los católicos estaría predestinada a resolverse en la debida acogida de los fetiches de la subversión, generada por la artificiosa disociación entre Fe y cultura.

No pudiendo analizar particularizadamente en esta sede las articulaciones de un régimen sostenido por una valiente y explícita reivindicación del principio de autoridad, citaremos algunos aspectos esenciales que autorizan a considerarlo un testimonio ejemplar del redescubrimiento de los valores ético-políticos, capaces de propiciar un equilibrado desarrollo de las naciones.

“Nosotros no discutiremos a Dios”: en la sintética claridad de semejante proposición está encerrada la esencia de la acción gubernativa de un hombre para el cual la adhesión a la Verdad y al diseño que misteriosamente promana de su fértil acto creativo es la medida suprema de la búsqueda y de la realización del bien común.

La política, analógicamente llamada a reflejar la trascendente luminosidad de la Creación, debe rechazar la mortífera tentación de vincularse a la secuela de perniciosos ideologismos, ideados para promover las intempestivas solicitaciones de un desorden variadamente camuflado.

Animado por la conciencia del valor providencial de las Apariciones marianas de Fátima, que prefiguran las funestas consecuencias de la difusión planetaria del comunismo, Salazar ambicionaba limpiar la sociedad portuguesa de las contagiosas contaminaciones liberal-masónicas, causantes de los desequilibrios políticos y de los conflictos aparecidos con la proclamación de la república (1910) y agudizados en el curso de los lustros anteriores a la Revolución nacional.

En cumplimiento de sus cánones espirituales, la causa de la civilización coincide plena y perfectamente con la preservación de la verdadera Fe, que, contemplando la subordinación de la libertad a la Verdad, previene su decadencia hacia el delirio subjetivista de la revuelta anarcoide.

La exigencia de superar la contraposición entre las clases en una comunidad orgánica basada sobre principios corporativistas de colaboración y jerarquía, aclara cómo el “estado Novo”, sin renunciar a su original y autónoma caracterización, se coloque dentro de las perspectivas comunes a los movimientos anti-ideológicos que, después de la primera Guerra mundial, desafiaron a la modernidad generada por múltiples ataques subvertidores de la Tradición religiosa y política.

La fidelidad a los imperativos de una fe vivida como fermento de regeneración interior y civil, confería al Portugal de Salazar las prerrogativas de una renovada vocación imperial, dirigida a trasfundir los principios informadores de su propia concepción política en los conjuntos territoriales dependientes de su dominio, inequívocamente contrario a los cálculos del neocolonialismo practicado por las así llamadas “super-potencias”, enemigas de la civilización clásica y cristiana.

En los intentos sectarios con los cuales los supervivientes portavoces de la diosa razón y de su patético declive intentaron disminuir el perfil político de una figura significativa y, sin embargo, casi desconocida del siglo XX se refleja la miseria moral e intelectual del “sistema de la mentira”, que prescribe el taxativo respeto de la tácita imposición de dejar caer un velo de despectiva suficiencia sobre los testimonios del rescate católico contra el subjetivismo moderno.

Consideramos que la memoria de la obra civil de Antonio De Oliveira Salazar constituye un acto obligado para los creyentes liberados de los venenos de la “sociedad abierta” y dispuestos a afrontar, con el ánimo orante y luchador que San Bernardo señalaba a los Templarios, la buena batalla propedéutica al triunfo final de Jesús Redentor.

Cruce Signatus

(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)

SÍ SÍ NO NO
SÍ SÍ NO NOhttp://www.sisinono.org/
Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

Del mismo autor

Pascua

Jesús resucita y sale triunfante sin romper el sello del sepulcro....

Últimos Artículos

Francisco en Asia: «Todas las religiones llevan a Dios». Pío XI: «Esa opinión es falsa»

El otro día, Francisco dijo en Singapur: "Todas las religiones...

«Cuando sea levantado»

Una forma sencilla pero segura de entender una época...