El cristianismo es una doctrina radical; en realidad, es la única revolución de la historia del mundo. Una revolución que es espiritual, moral y está centrada entorno a Cristo.
El núcleo de sus enseñanzas «revolucionarias» se encierra en el sermón de las Bienaventuranzas. Las verdades que enuncia este sermón son aparentemente contrarias al sentir popular. Son doctrinas que chocan con nuestros oídos.
Entre estas bienaventuranzas destaca la que habla de la pobreza; y es así, porque la pobreza de la que habla Jesucristo está íntimamente relacionada con el amor. No puede existir la una sin la otra.
Pobreza es desprenderse de todo por amor y entregárselo a la persona amada. Si uno se reserva algo y no lo entrega todo, entonces ya no vive esta virtud.
La pobreza verdadera es frecuentemente falsificada. Hay señores que hablan de la «opción por los pobres» pero que en realidad son unos demagogos…
Si de verdad queremos amar al Señor, no nos podemos reservar nada: Historia del mendigo y del rey de R. Tagore.
Planifiquemos nuestras vidas teniendo en cuenta los planes del Señor. Si así lo hacemos, entonces nuestra vida se transformará en algo «extraordinario». Por amor, uno es capaz de hacerlo todo. Y si así lo hacéis, luego enseñaréis a otros.
La pobreza conserva en sí misma un misterio de alegría, pues la pobreza es vivir la vida misma de Jesús, «que siendo rico, se hizo pobre por amor». ¿Y qué más se puede desear que vivir la misma vida de la persona que ama?
Lo que yo no os he sabido expresar en palabras, que el Espíritu Santo y María os lo ponga en vuestros corazones.