17º Domingo después de Pentecostés
(Mt 22: 34-46)
¿Qué es el verdadero amor?
El evangelio de hoy nos plantea dos preguntas principales: La primera, ¿cuál es el primer mandamiento? Y la segunda, ¿cómo David llama “señor” al Cristo?
El gran mandamiento de la Ley es amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente… El segundo mandamiento es semejante a éste: amar al prójimo como a ti mismo.
El amor a Dios ha de estar siempre por encima de cualquier otro amor, incluso del amor a los padres, a los hijos… pues hemos de amar a Dios por encima de todo.
¿Pero cómo podemos amar a Dios con todo nuestro corazón si no lo hemos visto? Gracias a Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Dios se ha “manifestado” en Jesucristo; pues como el mismo Cristo dice: “quien me ve a mí ha visto al Padre”. Luego el amor a Dios se hace posible gracias a Cristo (hombre y Dios). A través de la naturaleza humana de Jesucristo llegamos a Dios. Consideremos ahora sólo a Cristo en su naturaleza humana, prescindamos momentáneamente de su naturaleza divina.
En Cristo hombre ya podemos amar a Dios sobre todo. Este hombre nos enseña lo que es el amor. ¿Y si uno no creen en Cristo? La “opción” de no creer en Cristo nunca se toma con la inteligencia sino con la voluntad; pues en realidad no hay razones para no creer en Él. Es pues una decisión arbitraria; dicho con otras palabras, no es razonable.
¿Por qué podemos amar a Cristo con todo nuestro corazón? Porque murió por mí, porque pagó todas mis deudas, porque me amó hasta el fin., porque me enseñó a amar, porque me mostró su amistad, porque me dio todo lo que tenía, porque me dejó su alegría, porque me enseñó el sentido de la vida, porque me enseñó el auténtico sentido del caudillaje, porque me enseñó que la muerte es el paso a la verdadera vida, porque me enseñó el sentido del pecado, porque me enseñó el valor del compromiso verdadero… Todo esto yo lo aprendí de este “hombre”
Jóvenes del mundo entero, ¡estáis siendo estafados! Se os está diciendo que el amor es sexo, cuando el sexo tal como se vive hoy día es una manifestación de egoísmo.
“Ya es hora de que despertéis del sueño”