Meditación VII
Composición de lugar. Ver a Jesús que me dice: ¿De qué te aprovechará, hija mía, ganar todo el mundo, si pierdes tu alma?
Petición. Dios mío, cueste lo que cueste, quiero salvar mi alma.
Punto primero. ¿Qué es salvarse, hija mía? Es dar a este valle de miserias el último adiós… y saludar por vez primera el paraíso de delicias… Romper el esquife que entre mil tormentas nos preservó del naufragio… y aportar a las playas eternas… Salvarse, hija mía, es entrar en el gozo de Dios, verle cara a cara, conversar con El, amarle perfectamente, alabare sin cesar nadando en un océano de delicias santas… salvarse es poseer todos los bienes sin mezcla alguna de mal; es tener satisfechas todas las aspiraciones del alma, todos los deseos del corazón… Salvarse, hija mía, es dar un estrecho y eterno abrazo a todas las personas bien queridas de nuestro corazón… Es holgarse con Jesús, Niño Dios y Salvador nuestro… con María, nuestra Madre… con San José, tu Padre y Señor… con todos los Angeles y Santos, tus amigos y constantes bienhechores… Y esto para siempre… y sin temor de perder tanta dicha… ¡Oh hija mía! Alma salvada, todo salvado; alma condenada, todo perdido. ¿No querrás tú salvarte, hija mía?…
Punto segundo. ¿Te salvarás, hija mía? Esta preguntas te hacen conmigo todos los Bienaventurados. ¿Qué respondes?… En tu mano está el salvarte; es ésta cuestión personal, que tú sola ha de resolver… ¿Quieres de veras salvarte?… Sólo se necesita buena voluntad con la gracias de Dios, que no te ha de faltar, pues Dios así como no quiere nadie en el cielo por fuerza, así también nunca ha negado su entrada en el paraíso a las almas de buena voluntad.
¿Te salvarás, hija mía?…, o mejor, ¿quieres de veras salvarte? ¿Quieres de todas veras salvarte? ¿Qué respondes?
Punto tercero. ¿Te salvarías si ahora murieses? La sinceridad de tu voluntad de salvarte la has de probar con las obras… Examina tu vida… ¿Cumples las promesas solemnes que hiciste a Dios en el Santo Bautismo y renovaste al pretender ser mi hija?… ¿Cómo renuncias a Satanás, a sus obras y pompas?… ¿Amas la vanidad?… ¿los pasatiempos del mundo peligroso?… ¿Cómo cumples tu cuarto de hora de oración diario? ¿Eres fiel a esta práctica?… Pues tu amor a la oración, al recogimiento y retiro probará mejor que otra cosa tu deseo sincero de salvarte… alma que tiene con perseverancia oración, está salvada… ¿Te salvarías, hija mía, si ahora muriese?… ¿qué responde tu conciencia? Jesús, que lee en tu corazón, ¿nada registra en él que le desagrade? ¿Está ordenado tu amor?… ¿Oras?… ¿Llevas vida cristiana?… Resuélvete, hija mía, y mira que nada te aprovechará ganar todo el mundo, nadar en placeres, ser objeto de mil atenciones por algún tiempo, si pierdes por fin eternamente tu alma.
¡Oh Madre mía de mi alma, Santa Teresa de Jesús! Quiero salvarme y venir a donde Vos estáis, para cantar en vuestra compañía eternamente las misericordias del Señor… Ayudadme contra mí misma, contra mi inconstancia y flaqueza… mil veces propongo ser buena… santa como Vos; más ¡ay! Como bien no estoy arrimada a la columna de la oración, falto a mi propósitos y caigo a menudo en pecado y desaliento… Mas desde hoy propongo, con mayor eficacia, con vuestra ayuda salvar mi alma, cueste lo que cueste, pues quiero venir con Vos a alabar a mi Jesús, María y José en el cielo por toda la eternidad. Amén
Padre nuestro y la Oración final.
Fruto. Repetiré muchas veces entre día: ¿Qué me aprovechará ganar todo el mundo, si al fin pierdo mi alma? Examinaré cuál es mi pasión dominante, y todos los días traeré examen sobre ella para corregirme, pues es lo que más expone mi salvación eterna.
San Enrique de Ossó