Para que la obra salvífica de Jesucristo se extendiera y perdurase a través de los tiempos, Él fundó una Iglesia, eligió a aquéllos que la tendrían de dirigir (los Doce y sus sucesores), le dio una estructura jerárquica (Pedro como cabeza de la misma), y le otorgó una serie de facultades: la de Gobernar, para que a través de sus leyes canónicas el pueblo fiel tuviera unas normas en las que regirse; la de Santificar, principalmente a través de los sacramentos; y la de Enseñar, sobre todo a través del Magisterio de la Iglesia.
La finalidad de este artículo es descubrir esa voluntad fundacional de Cristo a través de los textos de la Sagrada Escritura; y de modo especial, profundizar en lo que se conoce con el nombre de Magisterio de la Iglesia. Así pues, adentrémonos en el contenido de esta exposición.
1.- Jesucristo, a través de sus palabras y hechos, manifestó claramente su voluntad de establecer una Iglesia:
“Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16:18).
“Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio potestad para expulsar a los espíritus impuros y para curar todas las enfermedades y dolencias” (Mt 10:1).
2.- Y con el fin de poder cumplir fielmente esta misión le dio a su Iglesia el poder de enseñar:
“Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado” (Mt 28: 19-20a).
“El que a vosotros escucha, a mí me escucha; y el que a vosotros desprecia, a mí me desprecia; y quien a mí me desprecia, desprecia al que me ha enviado” (Lc 10:16).
Los apóstoles, pues, se transforman por mandato de Cristo en guardianes de su rebaño: “Cuidad de vosotros y de toda la grey, en la que el Espíritu Santo os puso como obispos para apacentar la Iglesia de Dios, que Él adquirió con su sangre” (Act 20:28).
3.- Tanto Pedro (cabeza de la Iglesia) como el resto de los Apóstoles, reciben el poder de “atar y desatar”; poder que siempre se ha interpretado como de gobernar la Iglesia por Él fundada:
“Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16:19).
“Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mt 18:18).
4.- Y también recibieron de Cristo el mandato y el poder de santificar:
Les dio poder sobre los espíritus impuros: “Y llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles potestad sobre los espíritus impuros” (Mc 6:7).
Les dijo que bautizaran (Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” Mt 28:19), celebraran la Eucaristía (“haced esto en memoria mía” Lc 22:19), perdonaran los pecados (“A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados” Jn 20:23).
5.- Y para ser fieles a esta misión, la Iglesia necesita mantener la “pureza” de las enseñanzas de su Maestro. Así pues, los Apóstoles enseñan, transmiten y preservan la pureza y autenticidad de las enseñanzas de Cristo; y les dan a sus sucesores la misma misión:
“Todo el que se sale de la doctrina de Cristo, y no permanece en ella, no posee a Dios; quien permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo” (2 Jn 1:9).
“Ten por norma las palabras sanas que me escuchaste con la fe y la caridad que tenemos en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Tim 1: 13-14).
“Ya te encarecí, al marcharme a Macedonia, que permanecieras en Éfeso para que ordenases a algunos que no enseñaran doctrinas diferentes” (1 Tim 1:3).
Estas enseñanzas han de transmitirse fielmente sin hacer ninguna modificación: “Porque os transmití en primer lugar lo mismo que yo recibí: que…” (1 Cor 15:3).
Y si así se hace, sabed que: «El que a vosotros escucha a mí me escucha; y el que a vosotros rechaza a mí me rechaza» (Lc 10:16)
6.- Esa idea de transmitir fielmente las enseñanzas de Cristo llevó a la primitiva Iglesia a celebrar su primer concilio (concilio de Jerusalén, Act 13). De ese modo evitaron las incipientes desviaciones que comenzaban a aparecer. La Iglesia primitiva era plenamente consciente del poder recibido de Cristo y de su autoridad para cumplir esta misión. Con el paso de los tiempos esta facultad recibió el nombre de: “Magisterio de la Iglesia”.
7.- Por el poder dado por Cristo a su Iglesia, sólo ella queda autorizada para definir y controlar la verdad revelada por Dios. Para cumplir esta misión, la Iglesia es guiada por el Espíritu Santo:
“Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, os guiará hacia la verdad completa” (Jn 16:13).
“El Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Jn 14:26).
8.- Así pues, la Iglesia, a través de su Magisterio recibió el poder de Cristo para trasmitir sus enseñanzas y al mismo tiempo velar por la autenticidad de las mismas. El Magisterio de la Iglesia está formado por el Papa y los obispos (siempre y cuando estén en comunión con el Papa). Los sacerdotes y diáconos formar parte del Magisterio siempre y cuando sean fieles a sus obispos. Y todos ellos, papas, obispos, sacerdotes y diáconos son parte del Magisterio siempre y cuando se mantengan fieles a las enseñanzas de Cristo tal como fueron enseñadas por la Iglesia de siempre.
9.- ¿Es todo lo que dicen los papas, obispos… parte del Magisterio de la Iglesia? No. Sólo cuando estos hablan de temas de fe y costumbres (moral) sus enseñanzas tienen autoridad magisterial. Y además, estas enseñanzas han de concordar con lo que la Iglesia de siempre enseñó. Si un Papa y obispo enseñara cosas diferentes, sus enseñanzas dejarían de ser parte del Magisterio de la Iglesia.
Por ejemplo: si un papa comenzara a hablar de los medios que hay que usar para evitar el calentamiento global del planeta, o para preservar la economía, estas enseñanzas no tendrían valor magisterial alguno. Sería una opinión más, la cual incluso tendría menor valor que la que pudiera dar un experto en esa materia. El papa o los obispos no reciben una inspiración del Espíritu Santo para emitir esos juicios; por lo que sus conclusiones no pasarían de ser más que una opinión, y además de muy poco valor científico y profesional. El Papa puede hablar de la necesidad moral de respetar la creación de Dios o de atender al prójimo, y también puede juzgar desde el punto de vista teológico y moral si los medios que se usan están de acuerdo con los designios de Dios; pero no es función suya decir el cómo esto se ha de hacer.
10.- El Magisterio de la Iglesia tiene la grave obligación de preservar la pureza de las enseñanzas de Cristo, sin cambiar una simple coma:
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt 24:35).
11.- El “progreso del dogma”. La revelación pública acabó con la muerte del último apóstol (Dei Verbum). Por lo que no se puede hablar de revelación pública si esta no procede de enseñanzas apostólicas.
Las enseñanzas oficiales que la Iglesia transmite no pueden sufrir cambios con el paso de los tiempos dependiendo de las diferentes filosofías o teologías que imperen en la Iglesia. Pero sí se puede hablar de una profundización de las verdades reveladas. Esta profundización sería el resultado de conclusiones lógicas y/o teológicas que procederían de verdades ya definidas como dogmáticas. Este es el caso de algunos de los dogmas marianos, la doctrina de la transubstanciación eucarística a partir del dogma de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, y muchos otros.
Las revelaciones privadas que en algunas ocasiones Dios ha hecho a santos o en apariciones, nunca forman parte de la revelación pública oficial.
12.- Las Notas y Censuras Teológicas
Se entiende como “notas o calificaciones teológicas” al grado de las verdades enseñadas por Dios a través del Magisterio de la Iglesia
De fe divina: es cualquier verdad de fe en la que creemos; pero que no ha sido formalmente definida como tal por la Iglesia. Ejemplo: Dios existe. La persona que niega una verdad de fe divina es considerada como hereje.
De fe divina y católica: también conocido como dogma. Es cualquier verdad de fe que ha sido formalmente definida por la Iglesia como tal. Ejemplo: La Santísima Trinidad. La persona que niega una verdad de fe divina y católica es considerada como hereje.
Verdad teológicamente cierta: son ciertas verdades que se enseñan y que proceden de conclusiones lógicas y/o teológicas de los dogmas revelados. La persona que niega una enseñanza que es teológicamente cierta es considerada como que “comete un error en teología”.
Doctrina católica: Se dice que una enseñanza del Magisterio es de doctrina católica cuando ha emanado de los concilios, de documentos magisteriales… La persona que niega una enseñanza que pertenece a la doctrina católica se dice que “comete un error en la doctrina católica”.
En algunos tratados se suelen poner algunas censuras teológicas más, como por ejemplo: doctrina cercana a la herejía; doctrina temeraria (que contradice a la opinión teológica común sin suficiente fundamento); doctrina escandalosa (que podría desorientar a los fieles).
Aunque después del Concilio Vaticano II las notas y censuras han desaparecido en gran medida de los manuales y de los escritos de teología, siguen manteniendo su valor.
13.- ¿Cuál ha de ser la postura del fiel católico ante las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia?
El fiel católico ha de manifestar un asentimiento generoso y humilde a las enseñanzas que provienen de sus pastores legítimos. No pudiendo disentir públicamente, pues podría ser motivo de escándalo para otros; a no ser que, después de intentar hablar con sus pastores para aclarar la situación, no fueran escuchados y los motivos fueran realmente graves.
“Cuando Dios revela hay que prestarle «la obediencia de la fe», por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios prestando «a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad«, y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por Él”. (Dei Verbum, 5).
Cada vez es más frecuente oír voces disonantes, que sin tener la debida formación teológica y moral, disienten públicamente de las enseñanzas del Magisterio; lo cual puede llegar a ser una falta grave si la enseñanza de esas personas indujera a confusión o a quitar la fe de los más débiles.
Padre Lucas Prados