Jesús embarazoso

Ya lo había afirmado, hace más de dos mil quinientos años atrás un sofista como Protágoras: »El hombre es la medida de todas las cosas». Ahora, al menos por el Humanismo y Renacimiento y aún más por la revolución francesa, fruto del iluminismo, el hombre pretende ser siempre el centro de todo: los derechos del hombre no son aquellos que forman parte de la dignidad natural, sino que todo uso y abuso, contra su misma natura, son llamados »derechos» del hombre.

Así está el ser humano en el centro. El humano como única regla. El humano como un absoluto. Es la brecha antropológica: Dios no existe, si existe es que está en los cielos, la tierra es nuestra. Un culto al humano. Una religión del humano. El humano que se dice capaz de hacer todo. Si no es al revés…. mientras tanto hemos hecho lo posible y lo imposible, y »los milagros» pronto los descubriremos. El humano de hoy, el mundo de hoy está impregnado ya de este espíritu prometeico.

¿Dónde lo pusiste?

Ésta es la cultura de hoy, toda laica, humanística, liberal al máximo. Pero sucede también otra cosa. Leo los mensajes de los Obispos para la Navidad o la Pascua… y no encuentro el Santísimo Nombre de Jesús: menos aún el reclamo para acercarse a Él mediante los Sacramentos. Oí la homilía de un Pastor en su ingreso a la cabeza de la Diócesis: decía que quería poner en medio de todo al hombre.

Cuántos cristianos que el domingo van a Misa, en el comentario del Evangelio, dicho por un sacerdote, pueden solo captar la invitación al respeto del otro, al voluntariado, a la elección de los pobres, y, como se dice hoy, ¡de las »periferias»! Es la reducción del culto y del amor a Dios, que debe ser primero en ser adorado y servido, a la solidaridad con los demás. No está Dios y su Hijo Jesucristo en el centro, sino el humanitarismo, que puede ser muy buena educación cívica, pero ciertamente no está el Catolicismo, el cual viene de 2.000 años de Tradición católica.

De Dios, de Jesucristo no se habla, o se habla lo mínimo para no ofender a aquellos que no creen en Él. Al acercarse a un sacerdote o a un Obispo, no te sientes interpelado por Jesús, sobre la Fe y el amor a Él. Sin embargo, nosotros, que creemos en Él -y muchos que no creen- estaremos encantados que el que tiene la misión de anunciarlo hablé de Él. A menudo estamos decepcionados: »¿dónde se ha puesto a Jesús?»

Entro en una iglesia para rezar, para adorar a Jesús Eucarístico. Miro: ya no está sobre el altar mayor (a menudo no hay un altar coronado por un crucifijo). Busco a Jesús Eucarístico en un altar lateral, en una capilla que sea un lugar bello y digno de Él. Después de una larga búsqueda -¿una búsqueda del tesoro?- lo encuentro confinado en una esquina oscura, cerrado en una »caja» colgando del muro o en un »tronco de árbol» (¡aunque esto lo he visto en una Catedral!) no llamado ya tabernáculo, como venía a ser llamada la cortina levantada del comandante del campamento romano, pero »reserva eucarística», como si fuera la reserva de azúcar o del café.

O Jesús se quedó en un tabernáculo del antiguo altar, intocable a causa de las »Bellas Artes» (¡sean benditas!) y no de liturgistas »neoteristas», mientras que a aquel que es el Señor y el Rey, le dan tranquilamente la espalda, sentándose el celebrante sobre un asiento y oficiando sobre »una mesa» , todo cara al pueblo »soberano». Así desde el nuevo altar, mejor una mesa desnuda, sin velas ni flores, y fue quitado todo, incluso el crucifijo, que se ponen como máximo en un lado, pequeños, apenas visibles.

Sucede también así en las grandes Catedrales y en Santuarios por donde han pasado santos sacerdotes, amados en el mundo entero, glorificados por la Iglesia (pensamos en el Padre Pío de Pietrelcina), el cual nunca lo habría celebrado »como si no hubiera Dios» como lo dijo una vez el cardenal J. Ratzinger.

Ahora una vez más preguntamos: Jesús ¿dónde te han puesto?

Maestros sin Cristo                              

No ocurrió en este caso, no es de la nada. Nosotros sabemos que los »maestros», tristes y malos maestros, han provocado este desquiciamiento, esta debacle que lleva a las almas a la perdición. No damos los nombres »aunque se hubieran tenido que conocer – como decía el padre Mariano Cordovani O.P. – que disgusta y que da profundas náuseas».

Se llaman Lubac, Congar, Schillebeeckx, Hans Küng, sobre todo K. Rahner, denunciado por el cardenal Giuseppe Siri en su libro Getsemani y por otros buenos teólogos católicos. Del último, el cardenal Siri dice: »El más peligroso es Rahner, el cual tiene el aire de ser ortodoxo, pero siempre ha sostenido que es necesario una nueva teología. Una teología que pone aparte a Jesucristo y que va bien con nuestro siglo» (G.Siri, Le sue immagini, le sue parole).

 

He aquí el engaño: no solo un mundo sin Cristo (¡el mundo es el lugar donde Satanás actúa!), pero una teología sin Cristo, que ha corrompido la fe de muchos que debían ser para nosotros maestros y guías. Ahora comprendo porqué ciertos Obispos y ciertos Sacerdotes -desafortunadamente no son pocos- no hablan más de Jesucristo, y en lugar de Su Nombre adorable dicen como mucho »el buen Dios» (así está bien incluso para los judíos, los mahometanos, los hinduistas, etc. … , sin embargo, nosotros también haciendo así, ¡los despreciamos de todo corazón!). Es sabido también porqué el Crucifijo ha sido quitado de los altares -no solo de los oficios públicos- y el Santísimo Sacramento, donde Jesús está realmente presente, ha sido confinado al fondo o fuera de la Iglesia.

El hombre al centro

Busco voces autorizadas de los Maestros de la Fe, que están de la parte de Jesús vivo, el Hombre-Dios, el Señor, el Rey Absoluto y eterno. Tengo entre las manos una entrevista de monseñor Athanasius Schneider, Obispo de Kazakistan, del 15 de enero de 2012:

»Para hablar correctamente de la nueva evangelización es indispensable portar antes toda nuestra mirada al que es el Verdadero Evangelizador, Nuestro Señor Jesucristo, el Salvador, el Verbo de Dios hecho carne. El Hijo de Dios ha venido a esta tierra para expiar y rescatar el más grande pecado, el pecado por excelencia, que consiste en negarse a adorar a Dios, de ponerlo en el primer puesto, en el puesto de honor. Este pecado de los hombres consiste en el hecho de no prestar atención ninguna a Dios, que no quieren ver a Dios, que no quieren arrodillarse delante de Dios. Ante tal actitud, la encarnación de Dios es embarazosa; igual de embarazosa es la presencia real de Jesucristo en el Misterio Eucarístico; es igual de embarazosa la centralidad de la Presencia Eucarística de Dios en la iglesia. El hombre rebelde quiere meterse en el centro, tanto al interior de la iglesia como fuera de la celebración eucarística: quiere ser visto, se quiere hacer notar. Es la razón por la cual a Jesús Eucarístico, Dios encarnado, presente en el Tabernáculo, se prefiere colocarlo en un lado. También el Crucifijo en medio de altar en el momento de la celebración en frente del pueblo es embarazoso, porque la cara del sacerdote se encuentra escondida. Por lo tanto la imagen del Crucificado en el centro, como también Jesús Eucarístico en el Tabernáculo en el centro de altar, son embarazosos. Consiguientemente el crucifijo y el Tabernáculo son dejados de lado».      

»¡Devolvednos a Jesús!»

El resultado de todo esto es la debacle del culto en la Liturgia. Se ha hecho su camino, una »religión del hombre», »un culto del hombre», no la Religión de Dios, el culto a Dios único y a Su Hijo Jesucristo. Una liturgia sin Cristo.

Pero hoy el hombre vive con una sed sin fronteras del Dios viviente y de Su Hijo Jesucristo que lleva a la comunión con Él. Si »el hombre supera infinitamente al hombre» (B. Pascal) y tiene sed de Dios lo envía a darle Dios lo que el hombre no puede: »homo se de se satiare non potest / El hombre no puede saciarse de sí mismo».

»Por esto – reclama justamente monseñor Schneider en la entrevista previamente citada- todo en la Liturgia de la Santa Misa, debe llevar a experimentar de manera más directa la realidad del Sacrificio de Cristo, que es la oración de adoración, de alabanza, de expiación, y de penetración que el Sumo Sacerdote presenta a Su Padre. El rito y todos los pasajes del Santo Sacrificio de la Misa deben incardinarse en la glorificación y en la adoración de Dios, insistiendo sobre la centralidad de la presencia de Jesucristo, sea en el signo de Crucifijo o en Su Presencia Eucarística en el Tabernáculo, sobre todo en el momento de la consagración y en el de la Santa Comunión. Cuanto más es esto respetado, menos se pone el hombre en el centro de la celebración, y menos se asemeja la celebración a un círculo cerrado, pero está abierta en una manera exterior a Cristo, como una procesión que se dirige hacia Él con el sacerdote a la cabeza; en una tal celebración se reflejará en modo fiel el Sacrificio de adoración de Cristo en la Cruz, serán más ricos los frutos provenientes de la glorificación de Dios que los participantes recibirán en sus almas, el Señor los honrará más.»

¡Oh no! ¡Jesús no es embarazoso! Propiamente Jesús se acerca, solo Jesús es indispensable. ¿Qué haremos sin Jesús? Basta, que no nos digan más mentiras, demos a Jesús las manos y no al hombre con las cosas humanas. Solo Jesús y ningún otro.

Candidus

Traducido por Gabriello Sabbatelli

                                                                        

SÍ SÍ NO NO
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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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