Debido al bombardeo mediático al que cualquier cristiano está sometido en la actualidad, es cada vez más frecuente escuchar noticias como estas: “Una pareja que durante siete años estuvo intentando tener hijos han sido padres de cuatrillizos”. Acto seguido, la persona que está escuchando la noticia dice: “¡Qué felices estarán!” Y no ha pasado un segundo y esa misma persona piensa: ¡Pero cuatro de golpe son muchos!
Llevamos ya más de sesenta años aplicando estos nuevos métodos de procreación. Tiempo más que suficiente para haber “deformado” la opinión pública si quienes tendrían que haber hecho un juicio moral de los mismos no lo hicieron debidamente; o si lo hicieron, no insistieron después en la enseñanza de la Iglesia. De hecho, si ahora mismo preguntáramos a cualquier cristiano al respecto, la gran mayoría, y me refiero a más del 90%, nos diría que es un logro de la ciencia que esas parejas que antes no podían tener hijos o los tenían que adoptar, ahora puedan ser padres felices y tener sus propios hijos. Pocos, por no decir nadie, nos dirían que esta solución no es aceptable para un cristiano pues va en contra de la voluntad de Dios.
A lo largo de este artículo expondremos la enseñanza de la Iglesia al respecto e intentaremos explicar el porqué de la misma.
Métodos que se usan actualmente para una reproducción asistida
(Tomado de http://www.eugin.es Disculpen por el lenguaje tan superficial y carente de moral que estos señores utilizan, y que no es sino un ejemplo de los derroteros a los que estos “experimentos” están conduciendo).
1.- Inseminación Artificial
La inseminación artificial simplemente imita la reproducción natural, dentro del útero, facilitando a los espermatozoides la llegada al lugar adecuado en el momento de la ovulación. Se recurre a la inseminación artificial cuando los espermatozoides tienen dificultades para llegar hasta el útero, ya sea por un obstáculo o por falta de cantidad o calidad del esperma. Cuando la inseminación artificial se hace con el semen de la pareja, se llama Inseminación Artificial Conyugal. Cuando no podemos recuperar suficientes espermatozoides de la pareja, o sencillamente no hay pareja masculina, buscamos un donante anónimo, es lo que llamamos Inseminación Artificial de Donante. Esta técnica es relativamente sencilla y ofrece muy buenos resultados. Pero a veces las cosas no resultan tan fáciles y hay que recurrir a la Fecundación in vitro..
2.- Fecundación in Vitro
La fecundación in vitro permite fecundar un óvulo con un espermatozoide fuera del útero, en el laboratorio. Si los óvulos de la mujer están en buen estado se extraen y, con una finísima aguja, se introduce un espermatozoide dentro de cada óvulo para fecundarlo. Una vez fecundado, el óvulo se convierte en embrión y se coloca en el útero para que siga su desarrollo. Al igual que en la inseminación artificial, en la fecundación in vitro el semen puede ser de la pareja o de un donante anónimo. Es posible que una mujer no produzca óvulos o que estos no estén en forma. En ese caso, una donante anónima aporta el suyo y, como en el caso anterior, se insemina con un espermatozoide, de la pareja o de un donante, y se coloca en el útero para que siga su desarrollo.
(Aquí acaba la referencia que se hace a los métodos que se usan actualmente para una reproducción asistida y que ha sido tomado de la página web antedicha)
Problemas éticos que este modo de proceder suscita
Muchos son los problemas éticos que se plantean en relación con las técnicas de fecundación asistida.
El primero y principal es el siguiente: Dios otorgó al hombre la facultad de traer nuevos seres al mundo. Los padres ponen “la parte material” del nuevo ser, y Dios crea cada alma y la infunde justo en el momento de la fecundación. Ahora bien, Dios ordenó que el ejercicio de esta facultad se ejerciera dentro del matrimonio y del modo como Él había establecido; es decir, a través de la unión conyugal de los esposos. Es por ello, que el uso de esta facultad de procrear, fuera del matrimonio, o la “fabricación” de nuevos seres sin el concurso directo de los esposos a través del acto conyugal, están prohibidos por Dios.
Según nos dice Pio XII. El hijo ha de ser fruto de un acto de amor de los padres y el único lugar digno para engendrarlo es el acto conyugal. “El hijo es el fruto de la unión conyugal, cuando se expresa plenamente, con el concurso de las funciones orgánicas, de las emociones sensibles que lo acompañan, del amor espiritual y desinteresado que lo anima”.(1)
S. Juan Pablo II señala igualmente que “el origen del hombre es el resultado de una procreación ligada a la unión no solamente biológica, sino también espiritual de los padres unidos por el vínculo del matrimonio”.(2)
Pero no es esto lo que sucede con las técnicas de reproducción asistida, en las que se ha separado la actividad biológica de la relación personal de los cónyuges. Por ello, el Magisterio de la Iglesia las considera moralmente ilícitas.
Conviene advertir, sin embargo, que el Magisterio de la Iglesia no pone reparos al uso de ciertas técnicas que pudieran ayudar al embarazo. Como nos dice la instrucción Donum vitae (n 6, p II): “Si el medio técnico facilita el acto conyugal o le ayuda a alcanzar sus objetivos naturales puede ser moralmente aceptado. Por el contrario, cuando la técnica sustituya el acto conyugal, será moralmente ilícita” (3). Se deben considerar éticamente lícitas las acciones médicas de tipo quirúrgico o farmacológico que se inscriban en un contexto de capacitación tanto del hombre como de la mujer, en orden a que el acto conyugal sea fecundo.
Hay muchas otras razones, que aunque no son la razón primaria, son muy graves e importantes. A saber:
1.- Dado que cuando se practica la fecundación in vitro se fecunda más de un óvulo, los cigotos (embriones) sobrantes son desechados o congelados y guardados para experimentación, manipulación genética, venta… Causando directamente el aborto de los mismos o atentando contra la dignidad de esos seres humanos, que aunque son embriones, están ya dotados de un alma inmortal.
2.- Si esos embriones sobrantes se implantaran en otras mujeres, los padres biológicos de los hijos que nacieran serían distintos de los padres legales.
3.- En el caso de la fecundación in vitro heteróloga, donde se emplean espermas u óvulos de donante o se transfieren embriones a una mujer distinta de la esposa, se advierte fácilmente su carácter inmoral, por lo que supone de paternidad anónima (equiparable a un adulterio biológico) y por los posibles peligros derivados de consanguinidad o incesto, aparte de diversos problemas jurídicos, psicológicos y sociales.
4.- Se abre la puerta al “negocio” de las “madres de alquiler”, cuando la madre biológica no puede concluir debidamente los embarazos. Es el caso cuando el nuevo embrión es implantado en una madre diferente de la que proceden los óvulos.
5.- Se abre la puerta a la experimentación, selección, manipulación genética de los embriones. Lo cual es desde el punto de vista moral, totalmente inaceptable.
6.- Se abre la puerta al uso de estos embriones como “conejos de indias” para la obtención de células madre con el fin de curar enfermedades genéticas hereditarias. Lo cual es totalmente inmoral, pues es destruir una vida humana para salvar otra.
7.- La obtención del esperma para fecundar los óvulos se suele hacer a través de la masturbación. Lo cual es pecado grave.
8.- Se defiende un derecho que no existe. Muchas mujeres defienden las técnicas de reproducción asistida porque dicen es el único medio por el cual pueden tener un hijo. Ellas mismas dicen que es un derecho que tienen (el tener un hijo). Todo hijo tiene derecho a una madre, pero no toda mujer tiene derecho a un hijo. Un hijo es un don de Dios, no un derecho de la mujer (o del hombre).
Para algunos esposos, las técnicas de reproducción asistida se presentan como el único medio para obtener un hijo sinceramente querido. Y se preguntan si, en su caso, la totalidad de su vida conyugal no bastaría para asegurar la dignidad propia de la procreación humana. Pero esta buena intención no es suficiente. Como nos dice la Intrucción Donum vitae (II, 5): “El procedimiento de la FIVET (fecundación in vito) se debe juzgar en sí mismo, y no puede recibir su calificación moral de la totalidad de la vida conyugal en la que se inscribe, ni de las relaciones conyugales que pueden precederlo o seguirlo”.
La degradación de la familia y del género humano
En un trabajo muy interesante, A. Marcuello, concluye que el uso de estas técnicas de fecundación y reproducción asistida está destruyendo la sociedad y los valores sobre los que se asienta: “La posibilidades que ofrece actualmente estas técnicas se alejan cada vez más de la ya sospechosa meta inicial -resolver la esterilidad- hasta llegar, con la manipulación de ovarios y espermatozoides de donantes, ectogénesis, fertilización interespecies, etcétera, a una situación en que la reproducción -convertida en una “técnica” más- queda completamente separada de la familia y confiada “a la responsabilidad de los sabios”. Se habría llegado a la mayor locura de la historia: una sociedad que “edita” niños, sin padre ni madre”. (4)
Conclusión
Es por ello que debemos concluir que el uso de las Técnicas de Reproducción Asistida a las que hemos hecho referencia, y que son las que normalmente se usan, son moralmente rechazables.
Padre Lucas Prados
(1) Pío XII, Alocución al II Congreso Mundial de la Fertilidad y Esterilidad, 19 de mayo de 1956.
(2) Cfr. Alocución a los participantes en la XXXV Asamblea General de la Asociación Médica Mundial, 29 de octubre de 1983.
(3) Intrucción Donum vitae, Congregación para la Doctrina de la Fe, J. Ratzinger (1987).
(4) Marcuello, A., Primer curso de ética en enfermería, Escuela Universitaria de Enfermería, Universidad de Navarra, Pamplona 1985.