De la 1ª bienaventuranza: bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Meditación para el sábado veintiuno

PUNTO PRIMERO. Considera que como dice san Agustín, Cristo puso el primer fundamento de la vida espiritual en la pobreza y humildad de corazón; porque esta es la primera piedra que se ha de poner en este edificio para que vaya sólido y firme, y pueda perseverar y subir hasta el cielo. Los que cargan el edificio sobre  las riquezas, dice Cristo, que son semejantes a los que edifican sobre arena, que no tiene consistencia ni firmeza, y así da con miserable ruina todo el edificio en tierra. Pondera, pues, la necesidad de esta virtud, y sobre que fundamento has edificado hasta ahora y qué firmeza lleva tu vida, y mira si has levantado torres de viento fundadas en vanidad y soberbia: teme la ruina y la caída, y trata con la gracia divina de edificar tu vida sobre la firme piedra de la humildad y pobreza de Cristo.

PUNTO II. Considera que no son bienaventurados cualesquiera pobres, sino los de espíritu; esto es, como explica san Gerónimo, de voluntad y de grado; no los pobres que carecen de riquezas, porque no las tienen, sino los que de voluntad las dejan y las desprecian por Cristo, y tienen su corazón despegado de ellas, y sólo desean las celestiales y eternas; estos son verdaderamente pobres en el acatamiento de Dios, y los otros ricos de corazón, aunque no tengan hacienda, por lo cual dijo el Sabio[1]: que hay un hombre rico que no tiene nada, y un hombre pobre que tiene muchas riquezas: porque aquel está prendado de la codicia de ellas, y este desasido su corazón, este es pobre de espíritu y aquel rico. Vuelve ahora los ojos a ti mismo y examina tu corazón, mira si está prendado de los bienes caducos de este mundo, y si los deseas y posees con afición; y si los dejas con dolor y sientes su pérdida con amargura, es indicio manifiesto de que está arraigado a ellos y preso de su afición. Procura libertar tu alma y levantar tu espíritu al amor de las riquezas eternas y dejar de grado las temporales, porque merezcas entrar en el catálogo de los pobres de espíritu y merecer el reino de los cielos.

PUNTO III. Pondera cuán falso y engañoso, sin sustancia ni valor es todo lo terreno respecto de lo espiritual; como todas las riquezas y posesiones de la tierra son como soñadas, y que en las balanzas fidelísimas de Dios, que pesa cada cosa con su propio valor, no pesa más el oro que el lodo, ni la plata que la tierra, ni las margaritas que las conchas en que nacen, ni las piedras preciosas que las piedras de la calle; y que su desprecio vale infinito, y no tiene estimación el mérito del que las desprecia y pisa por amor de Cristo: pasa más adelante, y considera que presto dará fin esta farsa, y pasará el soplo de esta vida, y cesará esta niebla mentirosa, que trae ciegos a los hombres con el polvo y estimación de las riquezas y honras de este mundo, y resplandecerá la luz de la verdad, que descubrirá esta mentira, y declarará las cosas como son y el valor verdadero de cada una: mira el engaño de los que afanaron por acaudalar riquezas mentirosas; cuán burlados se hallarán y frustrados sus trabajos, las manos vacías y condenados para siempre; y qué gozosos estarán los que siguiendo el consejo de Cristo ganaron el reino de los cielos con el desprecio de las riquezas temporales; y resuélvete de corazón a imitarlos, porque merezcas entonces reinar en el cielo con Cristo.

PUNTO IV. Considera lo que dice san Juan Crisóstomo, que los pobres son mendigos y viven de limosa, pidiendo de puerta en puerta; y en el reino de Dios son bienaventurados los que como pobres conocen su necesidad, y mendigan a sus puertas las gracias y los auxilios espirituales, que son las riquezas del alma. Conoce tu pobreza, y  la necesidad que padeces de que te ayude Dios, pues sin su gracia no puedes nada, y pídele como pobre limosna de sus riquísimos tesoros; pasa de puerta en puerta de los santos, pidiéndoles su favor y su intercesión para con Dios, y parte de las riquezas espirituales que les ha dado, y no ceses de clamar hasta conseguir estas gracias, y hacerte rico de los bienes celestiales.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

[1] Proverbios 13

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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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