PUNTO PRIMERO. Considera lo que dice el Evangelista, que vino Cristo a Cafarnaum, que era la ciudad más espiritual y quiera en que habitaba y donde era mejor recibido, y en ella estaba enfermo el hijo del Régulo; porque no hay ciudad tan sana y bien regida adonde no haya enfermedades y riesgos de perder la salud, y lo mismo sucede en la del alma, que no hay religión tan santa ni compañía tan buena, adonde no haya faltas y nos podamos perder, si no hay mucha cautela y cuidado de no caer en pecados: el ángel pecó en el cielo y Adán en el paraíso, y los de Israel en el desierto, sustentados con el maná del cielo, y Judas en el colegio apostólico, alimentado con la leche de la doctrina de Cristo. ¡Oh Señor, y cuánta es nuestra flaqueza! Tenedme de vuestra mano para que no me despeñe en vicios y pecados; ¿Qué será de mí si vos no me defendéis? Saca de aquí un gran temor en tus acciones, y no asegurarte en ningún lugar por bueno que sea, considerando que en todos puedes pecar.
PUNTO II. Considera que, como dice san Juan Crisóstomo, Cristo se vino de Canáa, adonde convirtió el agua en vino, a la ciudad de Cafarnaum, porque no estimaron aquel milagro ni creyeron más que sus discípulos en él; y dejó por indignos de su doctrina y milagros a los que no se movieron por ellos. ¡Oh alma mía! Mira cuántos ha hecho por ti, y cuán duro ha sido tu corazón, pues no le das el crédito que debes, ni acabas de rendirte a su servicio: teme no te deje y se ausente, y vaya como el sol a otro hemisferio a llevarles su luz, dejándote en las tinieblas de la noche. ¡Oh Seño! No miréis a mi incredulidad y a mi dureza, ni me dejéis en mis pecados: dadme gracia para que yo estime vuestras maravillas y reciba vuestra doctrina, y me aproveche de ella como debo, para que merezca ser visitado y asistido de vos.
PUNTO III. Considera lo que pasó a este Régulo con Cristo, el cual como advirtió Beda, al principio llegó con poca fe, no creyendo que podía sanar a su hijo, sino iba a su casa; y luego la tuvo mayor, creyendo las palabras de Cristo, cuando le dijo que su hijo vivía y era sano; últimamente viendo el milagro, creció su fe de manera, que creyó firmísimamente, y con él toda su casa: en que has de aprender las creces que logran en sus almas los que tratan con Dios, y cómo poco a poco los mueve con su familiaridad a la perfección. Saca de aquí una resolución firme de darte a la oración y al trato familiar con Dios, y no desmayes, si no sintieres luego el aprovechamiento de tu alma; persevera en la oración, y espera en el Señor, que él te premiará y te dará viva fe y aprovechamiento en el espíritu, como se la dio a este Régulo el tiempo que trató con él.
PUNTO IV. Considera últimamente cómo Cristo le dio la vida, porque es vida, y la da a los que le siguen, de gracia en esta vida y de gloría en la otra: esta es la verdadera salud y la vida verdadera que has de buscar. Cristo te la ha de dar, que es la verdadera vida: abrázate con sus pies como santa María Magdalena, y di con la santa esposa: tendrele y no le dejaré hasta que me introduzca en la casa de mi Padre 1, y en la de mi Madre que me engendró. ¡Oh Rey del cielo, salud y vida de las almas! Sedlo de la mía y dádmela de vuestra mano; y pues a todos sanáis, no me dejéis a mi enfermo: dadme salud y vida en el alma, para que viva vida vuestra en esta vida por vuestra gracia, y en la futura de vuestra gloría por todos los siglos de los siglos. Amén.
Padre Alonso de Andrade, S.J
1 Cantares 3