De los frutos del Santísimo Sacramento del altar

Meditación para el jueves de la decimoquinta semana

PUNTO PRIMERO. San Cirilo dice sobre este evangelio, que tocó Cristo a este difunto en su féretro para darle la vida, declarando que su carne santísima tenía virtud para dar la vida espiritual, y que la comunica a todos los que la tocan dignamente; y por eso llamó a su carne sacramentada manjar de vida; porque quien como este pan, vive para siempre. El primer fruto, pues, de este divino manjar es desterrar del alma la muerte del pecado, conservando en ella la vida de la gracia. Considera cuántas veces le has recibido y cuántas te ha tocado, y si estás vivo o muerto a su gracia y a su servicio, y a tus pasiones y apetitos desordenados; y teme que no le recibes como debes, pues no obra en ti los efectos que obra en aquellos que dignamente le reciben.

PUNTO II. Considera lo que dice Cristo, que los antiguos comieron el maná y murieron, y que no ha de ser así los que comen este maná del cielo, sino que han de vivir para siempre. Cristo resucitó y no volvió a morir; así han de ser los que reciben su cuerpo santísimo resucitado y glorioso en este divino manjar, que han de conservar la vida de la gracia sin volver más a la muerte del pecado, ni a los vicios pasados. Considera si tiene en ti estos efectos, y qué cuenta has de dar a Dios del pan que comes y la vida que haces: pide a Dios perdón de tu tibieza, y disponte para darle gracias por la merced que recibes, y pídele juntamente gracia para lograr en ti los frutos que comunica a los que le reciben dignamente.

PUNTO III. Considera los efectos que causó en este difunto la resurrección y la vida que le dio Cristo: oyó su voz, levantóse y empezó a hablar y juntamente nueva vida; estos efectos han de causar en ti la visitación y toque de este Señor, que viene sacramentado a visitar tu alma, y dar la vida en el féretro de tu cuerpo, abrir los oídos para oír su voz, sentir los toques de tu conciencia, y responder a las aldabadas que da a tu corazón, purificar todos tus sentidos, levantarte de la tibieza y del regalo al fervor y mortificación, abrir la boca para la oración y alabanzas de Dios, dándole continuas gracias por las mercedes recibidas, y renovar la vida, empezando otra de nuevo en su santo servicio. ¡Oh Señor! ¡Y quién tuviera virtud y disposición para lograr estos frutos en vuestro santo servicio! Tocadme vos con el impulso de vuestra especialísima gracia, para que yo reciba y logre estos frutos en la sagrada comunión.

PUNTO IV. Considera lo que pasó en la resurrección de este mancebo, que renovó su juventud, y el que recibe a Cristo renueva la de su alma, y luego todos los presentes se llenaron del temor de Dios, y de estimación y veneración del Salvador, y prorrumpieron en sus alabanzas, no cesando de engrandecer su virtud y dar loores a Dios; así es incomparable el gozo de los ángeles y de toda la corte celestial, cuando un alma oye la voz de Dios y se dispone dignamente para recibirle en su alma, y no menor la edificación de los hombres que se mueven con su ejemplo a servirle, reverenciarle y recibirles en sus almas. ¡Oh Señor! dadme una voz, como la disteis a este difunto, tocadme como le tocasteis; extended a mí vuestra mano, como la extendisteis a él, y resucitadme de muerte a vida; dad esta gloria a los ángeles y edificación a los hombres; trocad mi tibieza en fervor y mi mala vida en buena; dadme gracia para que yo os reciba siquiera una vez dignamente, y comunicándome vuestra vida, la empiece nueva en vuestro santo servicio.

Padre Alonso de Andrade. S.J

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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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