La devoción a María Niña

El último 8 de septiembre festejamos el nacimiento de María Santísima. Un gran momento litúrgico de la Iglesia para recordar el día en que una descendiente del linaje del Rey David se convertiría en la Madre del Salvador. Existe una bella y tierna devoción por María Niña. Una devoción hoy muy circunscripta, pero un tiempo atrás muy vivida tanto por el Clero como por los fieles.

Las primeras noticias de un culto por la natividad de María Santísima se remontan a la liturgia oriental. De hecho, el año litúrgico de la Iglesia Oriental griega no se inicia con el Adviento sino el 1° de septiembre, porque la primera fiesta importante del año litúrgico es precisamente la del nacimiento de Nuestra Señora. La Iglesia de Roma tomó esta fiesta de los griegos, que después se difundió en toda la Iglesia de Occidente. La fiesta de la Natividad de María fue introducida en el siglo VII por Sergio I, Papa de origen sirio.

El 8 de septiembre, por tanto, la iglesia de Oriente y de Occidente celebran el nacimiento de la Virgen. La primera fuente que relata el acontecimiento es el denominado Protoevangelio de Santiago según el cual María nació en Jerusalén en la casa de San Joaquín y Santa Ana.

Allí, en el siglo IV, fue construida la Basílica de Santa Ana y en el día de su dedicación fue celebrado el nacimiento de la Madre de Dios, ¿Cómo no pensar en las palabras de San Pablo? «Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquéllos que Él llamó según su designio. En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que Él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó(Rm 8, 28-30).

Maria nace y crece para ser la Madre del Rey del Universo y entonces no se festeja tan sólo su ascensión al Cielo, sino también su venida al mundo.

En la Iglesia ambrosiana la devoción comenzó en el siglo X, para después llegar a la dedicación del Duomo de Milán a la Natividad de María, consagrado el 20 de octubre de 1572 por San Carlos Borromeo. El culto creció también cuando, entre 1720 y 1730, la venerable Chiara Isabella Fornari (1697-1744) franciscana de Todi, que confeccionaba imágenes de Jesús y de María recién nacidos, donó a Mons. Alberico Simonetta una réplica en cera de Nuestra Señora envuelta en pañales. Cuando este último murió, en 1739, la imagen quedó con las hermanas Capuchinas de Santa María de los Ángeles en Milán.

En consecuencia de la supresión de las órdenes religiosas, por voluntad del Emperador José II y posteriormente de Napoleón, las Capuchinas llevaron la réplica al Convento de los Agustinos, después al de las Canonesas Lateranenses, después al Párroco P. Luigi Bosisio, quien la regaló al Hospital Ciceri de Milán en la persona de Sor Teresa Bosio, superiora de las Hermanas de la Caridad de Lovere (Bérgamo), congregación religiosa fundada en 1832 por Santa Bartolomea Capitanio. Desde entonces, el pueblo tomó la costumbre de llamar a estas monjas «Hermanas de María Niña», presentes en Milán desde marzo de 1842.

En 1876, a raíz de la transferencia de la Casa Generalicia y del noviciado de las Hermanas de María Niña a Milán, la imagen es custodiada en via Santa Sofia. La efigie mariana tiene ahora más de un siglo: el rostro en cera está descolorido y estropeado, se decide entonces substituirla, mientras el original es expuesto el 8 de septiembre de cada año dentro de la casa de la orden religiosa.

En una de las crónicas del Instituto religioso se lee: «…eran las siete en punto del 9 de septiembre de 1884… La madre se dirige a la enfermería para visitar a los enfermos y, con la santa imagen, va de lecho en lecho, entregándoselo a las hermanas enfermas para que lo besen. Llega a la postulante Giulia Macario, desde hace días en gravísimo estado… Ella se esfuerza para acercarse a la Celestial Niña y con palabras afectuosas le pide la curación. Súbitamente siente en todo el cuerpo un misterioso estremecimiento. ´¡Estoy curada!´, exclama. Se levanta y camina». Así, el 9 de septiembre de cada año, se festeja el «día del milagro».

El 16 de enero de 1885 se observa, en cambio, un hecho inexplicable y extraordinario: la antigua imagen de cera, descolorida y amarillenta, se ha transformado en algo tan hermoso que se parece a una “verdadera niña”.

Todo ello no ha hace sino incrementar la devoción a María Niña. El 24 de mayo de 1887 es bendecida en Brescia la primera iglesia dedicada por el Instituto a María Niña. A lo largo de los años crecen los fieles y se multiplican las gracias y los milagros. En 1904, la entonces superiora Sor Angela Ghezzi, solicita y obtiene de la Santa Sede el permiso para coronar la milagrosa imagen.

La ceremonia se lleva cabo el 31 de mayo del mismo año y el Cardenal Ferrari, asistido por otros Obispos, coloca una diadema de oro a la celestial niña. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Milán es bombardeada, se piensa en colocar la imagen en un lugar seguro y así, en febrero de 1943, es transportada a Maggianico di Lecco.

El 15-16 de agosto un trágico bombardeo se desencadena sobre la ciudad de Milán, destruyendo el Santuario de María Niña y parte de la Casa Generalicia. El 5 de octubre de 1951 se colocará la primera piedra del nuevo Santuario, que será consagrado los días 20 y 21 de noviembre de 1953 por el Beato Ildefonso Schuster, Arzobispo de la diócesis ambrosiana, donde la taumatúrgica imagen encontrará su lugar definitivo.

El culto a María Niña se expresó también a través de la iconografía de grandes Maestros del Arte, a quienes fueron encargadas pinturas del nacimiento de la Virgen María. Pensemos, por ejemplo, en el cuadro de Pietro Lorenzetti del 1335-1342 (187×182 cm.), conservado en el Museo dell’Opera del Duomo (Museo de la Fábrica de la Catedral) de Siena.

Se trata de la última obra documentada del artista; o en el cuadro Nacimiento de la Virgen de Vittore Carpaccio, pintada entre 1504 y 1508 (128×137 cm.) y conservada en la Academia Carrara di Bergamo. O también en el cuadro pintado sobre tabla de madera por el Maestro dell’Osservanza, realizado aproximadamente entre 1430 y 1435 (220×162), exhibido en el Museo del Palacio Corboli di Asciano (Siena).

En esta obra maestra María está en pañales y recuerda la María Niña realizada por Sor Isabella Chiara Fornari, de cuyo prototipo fueron creados muchos otros: las cabezas son en cera o yeso, cubiertas de encajes, y de elegantes encajes son también los gorros. A veces la pequeña imagen está acompañada de una cuna, también revestida de finos encajes.

Redescubrir este género de devoción no es un sentimental recuerdo del pasado, sino vivir la riqueza de la fe, hecha también de signos concretos y transmitida a lo largo de los siglos por aquellos que supieron leer, interpretar y también crear aquellos símbolos celestiales..

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