La educación cristiana de los hijos (VI): Cuando los hijos vuelan de la casa

Igual que las aves que están haciendo sus primeros aleteos antes de marcharse definitivamente del nido, los hijos, llegados a los 18 años, suelen hacer los primeros vuelos cortos. La primera salida suele ser como consecuencia del inicio de los estudios universitarios. Si los hacen cerca de casa, suelen marcharse el domingo por la tarde y volver el viernes. Será algunos años más tarde, cuando ya tengan su carrera acabada y hayan encontrado el primer trabajo, cuando se decidan a salir definitivamente del nido para formar su propio hogar.

Esta es una edad difícil, tanto para los padres como para los hijos. Los hijos ya son mayores de edad, por lo que los padres tienen que darles más libertades y responsabilidades; pero por otro lado, los padres han de saber estar atentos para salir en su ayuda si lo precisaran y éstos se dejaran ayudar.

Saber cuál ha de ser la actitud de los padres en este periodo será el propósito de este artículo.

Desde los 18 años hasta que acaban la carrera

a.- Confiar en ellos si se lo merecen

Una vez que los hijos alcanzan los 18 años y llegan a la mayoría de edad, la actitud de los padres respecto a ellos ha de cambiar ligeramente, al menos en cuanto al modo de proceder. Primero de todo, los padres han de tomar conciencia de que su hijo ya ha llegado a la mayoría de edad legal, por lo que ya no lo puede tratar como un joven adolescente sino como una persona adulta (aunque quizás todavía le quede mucho para serlo). Si los hijos responden positivamente a las “nuevas libertades” que los padres les van proporcionando, los padres deberán confiar más en ellos, pedirles opinión antes de tomar decisiones en casa, no obligarles a elegir la carrera que los padres soñaron para su hijo… . Todas estas cosas y muchas otras, les ayudarán a adquirir su propio criterio y a tomar decisiones responsables.

b.- En el área religiosa

En el campo religioso, se les deberá dar más libertad. Ya no es lo mismo como cuando el niño tenía 10 o 12 años y se le podía “presionar” para que asistiera a Misa. Ahora habrá de dejarles libertad para que ellos hagan lo que crean deben hacer. Si la educación fue buena, y los jóvenes crecieron y maduraron siguiendo las virtudes cristianas, no supondrá ningún cambio esencial. Es más, en algunas ocasiones serán ellos mismos los que cojan la iniciativa. Tampoco hay que obligarles a que asistan a Misa con toda la familia; si desean hacerlo por su cuenta o con sus amigos no hay problema alguno. Los padres tendrán que aprender a ir “abriendo la mano” para permitir que el hijo haga sus primeros vuelos.

c.- Respetar el hogar y sus costumbres

Ahora bien, mientras que ese hijo goce de los beneficios que los padres le proporcionan, tendrán que respetar el hogar y las normas de convivencia que los padres hayan puesto. Aunque el hijo sea ya mayor de edad, no puede hacer en la casa de sus padres (que también es la de él) lo que le dé la gana. El padre sigue siendo el cabeza de familia, y él como hijo, tiene que seguir cumpliendo el cuarto mandamiento (“Honrarás a padre y madre”).

Es por ello que los padres podrán exigir que el hijo cumpla con las directrices dadas en la casa: hora de vuelta a casa si se sale con los amigos, disposiciones comunes respecto al uso del alcohol, tabaco y drogas. Al mismo tiempo, el hijo en ningún momento se deberá sentir liberado de las obligaciones propias, que como hijo, ha de cumplir en la casa: ayudar a su padre en el negocio, a la madre a barrer, o lo que fuera necesario. Los hijos, aunque mayores de edad, están gozando del beneficio de la casa, por lo que es de justicia que cumplan con las obligaciones que los padres les pidieran respetuosamente.

No cometan los padres el error de darle con “facilidad” todo lo que pidan los hijos. Si desean o necesitan algo, han de merecérselo. Si un hijo no cumpliera con su “parte en el trato”, los padres no tendrían la obligación moral de darle ciertas cosas que no fueran imprescindibles.

Recuerdo muy bien lo que ocurrió en mi casa con una de mis hermanas. Ella era (es) muy inteligente. Los estudios siempre le fueron muy bien; pero antes de acabar la carrera dio con un grupo de amigotes y con ellos se pasaba largas e interminables horas de charla. En un principio comenzó a volver a la casa alrededor de las 12 de la noche. Mis padres no dijeron nada. Pero poco a poco siguió estirando el elástico, y pocos meses después ya volvía después de las 3 de la madrugada. Ya se pueden imaginar los nervios de mis padres. Un día, cuando ya no podían aguantar más; pues no podían dormir tranquilos hasta saber que mi hermana estaba de vuelta en casa, le dijeron: Aunque eres mayor de edad, en esta casa la puerta se cierra a las 12 de la noche; así que si llegas más tarde tendrás que irte a dormir a otro lugar. Mi hermana no se lo creyó, por lo que la siguiente noche llegó alrededor de la 1. Tocó el timbre. Mi madre que ya estaba acostada, hizo el además de levantarse para abrir la puerta. Mi padre, que tampoco podía dormir le dijo: “¡No te levantes! Ella sabía que la puerta se cerraba a tal hora, si ha venido más tarde que se vaya a dormir a otro lugar”. Mi madre, según me contaba luego ella, refunfuñó un poco, pero por obediencia a mi padre no se levantó. Yo les puedo asegurar que ese fue el último día que mi hermana llegó tarde. La lección le sirvió para aprender que, aunque era mayor de edad, tenía que respetar el hogar de mis padres.

d.- Exigentes en el estudio

Es bueno también que los padres sean exigentes con sus hijos en los estudios que estos hagan, dentro de la capacidad de cada uno. No es bueno que los padres se desentiendan o caigan en el error de pensar que “mi hijo se mata a estudiar, lo que pasa es que los estudios son muy fuertes y por eso siempre suspende”. Tampoco caigan en el error contrario. Los padres han de conocer las posibilidades de cada hijo y exigirles de acuerdo a ellas.

Lo que no es bueno es que los padres permitan que sus hijos, con cualidades para el estudio o no, malgasten siete u ocho años de su vida en la universidad si no aprovechan y además se dedican al botellón, los bailes, salir con los amigos, y un largo etcétera que ustedes conocen muy bien.

Acabada la carrera y mientras que el trabajo no aparece

Es relativamente frecuente en la época actual que un hijo que haya acabado la carrera tenga que permanecer en casa durante unos cuantos años porque no encuentra trabajo. Si ese fuera el caso, el trato que se le ha de dar ha de ser particular.

A este respecto me he encontrado con un amplio abanico que cubre todo el espectro; desde hijos que se esfuerzan por encontrar trabajo sea donde sea, hasta otros que se apoltronan en su habitación, se levantan a las mil y quinientas y viven como reyes a costa de sus padres por largos años.

a.- Si el hijo fuera respetuoso con los padres

Si el hijo fuera respetuoso con la familia, hiciera todo lo posible por encontrar trabajo, y mientras tanto ayuda a su padre y a su madre en las tareas del hogar o en el negocio de su padre…, ha de ser bienvenido y se le deberá atender mientras que no tenga suerte y encuentre un trabajo digno. Ahora bien, el hijo deberá cumplir con las directrices propias que dan los padres en el hogar y ayudar en la medida de sus posibilidades.

b.- Si el hijo fuera un gandul y un aprovechado

Si el hijo saliera gandul, y después de acabar la carrera se aprovechara de la bondad de sus padres y viviera a costa de ellos, no haciendo esfuerzo para encontrar trabajo. Más todavía, si fuera un obstáculo para la felicidad de la familia y un mal ejemplo para sus hermanos. Y más todavía, si hiciera ya sus travesuras, y aprovechara la ausencia de sus padres del hogar para traerse a la amiguita a casa, o se dedicara a la bebida o a las drogas…, los padres tienen la obligación y el derecho de darle un severo aviso; y si pasado un tiempo prudencial no se ve cambio alguno, entonces de ponerlo de patitas en la calle. La casa no es ningún hotel donde se tengan todos los derechos y ninguna obligación que cumplir.

Cuando se marchan a formar un nuevo hogar

Si su hijo se marcha del hogar para formar otro y acude al sacerdote para casarse y recibir todas las bendiciones, ¡enhorabuena! Ustedes lo hicieron bien y su hijo supo aprovechar sus enseñanzas. Pero desgraciadamente, esta situación que hasta hace no muchos años era lo habitual se ha transformado ahora en muy poco común.

Un problema muy frecuente con el que se tienen que enfrentar los padres católicos hoy día es cuando los hijos se marchan del hogar y se “juntan” con su enamorada sin haber sacramento del matrimonio por medio.

Cada vez es más frecuente que los hijos, que de pequeños hicieron la primera comunión y algunos también la confirmación, llegado el momento de casarse, no quieran dar el paso y prefieran vivir en situación de pecado. Las razones más frecuentes que suelen aducir son: falta de dinero para la fiesta o querer conocerse más antes de dar el gran paso. Pero la razón real es “no atarse definitivamente” por el sacramento.

Aunque cada día es más frecuente la mentalidad divorcista en las nuevas parejas que se casan sacramentalmente; mentalidad causada culpablemente por la misma Iglesia como consecuencia de conceder la nulidad matrimonial sin haber justificación legal, la realidad es que prefieren no atarse por el sacramento. Y dado que la vida espiritual de la gran mayoría está totalmente ausente, no les importa vivir en pecado durante muchos años. De los que proceden así, y lo sé por experiencia propia, menos del 30 % llegan a casarse más tarde por la Iglesia. De hecho lo más frecuente es que, dada la poca vida espiritual y el materialismo en el que viven, esas uniones pecaminosas acaben con ruptura antes de los diez años.

El problema que se les plantea a los padres católicos si sus hijos viven con su pareja sin haber bendición sacramental es realmente serio. Por un lado, siguen siendo sus padres, por lo que han de rezar por ellos, aconsejarles si éstos se dejan, atender a los nietos…; pero lo que nunca pueden hacer es “la vista gorda” y aceptar a esa pareja como si nada pasara. Los padres han de actuar con caridad y al mismo tiempo han de hacer ver a sus hijos que están viviendo en situación de pecado. Se les podrá recibir en casa a comer, ayudarles económicamente si lo necesitaran…, pero lo que nunca pueden hacer es darles cobijo como esposo y esposa y darles una habitación como si nada pasara. Los padres deberán ser firmes en este punto y tendrán que decirles a los hijos que los recibirán en casa y podrán dormir allí si se casan como Dios manda.

A este respecto recuerdo lo que le pasó hace algunos años a un familiar mío. Uno de sus hijos, muy inteligente y preparado, se casó por la Iglesia, tuvo dos hijos, y después de veinte años de matrimonio decidieron separarse. La razón que adujeron ante el tribunal fue: incompatibilidad de caracteres. En poco tiempo tuvieron su decreto de nulidad.

No había pasado un año y este familiar se volvió a casar; ahora sólo por lo civil. Los padres del no tan joven novio hicieron la vista gorda y le organizaron una gran fiesta de boda, sin importarles que lo que realmente estaban haciendo era aprobar un adulterio/concubinato. Después de estar tres o cuatro años con la segunda, y aburrido de ella, se juntó con la tercera; pero ahora ya ni con matrimonio civil. Los padres, que se decían muy católicos, recibieron a la nueva novia en casa como si nada pasara. Pero aquí no acaba la cosa, pues a sus cerca de sesenta y cinco años, el año pasado se dejó a la última mujer y se fue a vivir con otra persona.

Los padres del “novio” han seguido recibiendo y bendiciendo las tropelías de ese hijo (ya abuelo) como si no pasara nada. Ese hijo, que podría haber aprendido si sus padres hubieran sido firmes, se ha alejado totalmente de Dios, vive completamente desengañado, no cree en nada ni en nadie. Y lo que es peor, el hijo, a no ser que tenga una iluminación especial de Dios se condenará; y los padres, por no haber cumplido con su función, probablemente también.

……

Con esto, acabamos esta serie de artículos dedicados a la “Educación cristiana de los hijos”. No olviden nunca las ideas centrales: dar ejemplo, tener paciencia, ser firmes y al mismo tiempo flexibles, y sobre todo, rezar mucho.

Puede llegar un momento en el que los padres se desanimen porque lo hayan intentado “todo” y tengan la tentación de tirar la toalla; que eso no ocurra nunca. Aunque aconteciera lo peor y el hijo abandonara la fe, la familia…, sigan rezando, Dios todo lo puede. Y si en algún momento su fe vacila, acuérdense del ejemplo que nos dejaron Santa Mónica y San Agustín.

Padre Lucas Prados

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Padre Lucas Prados
Padre Lucas Prados
Nacido en 1956. Ordenado sacerdote en 1984. Misionero durante bastantes años en las américas. Y ahora de vuelta en mi madre patria donde resido hasta que Dios y mi obispo quieran. Pueden escribirme a [email protected]

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