¿Qué sentido, congruencia o lógica tendría que una persona del Real Madrid hiciera socio a su hijo del Barcelona sólo porque el carnet de socio “es más bonito” sin intención alguna de que sea barcelonista ni de volver a llevarlo allí, y además juraran él y otros madridistas que velarían por el buen barcelonismo del niño? Estoy seguro que cualquiera que conociera el caso le diría algo a este hombre por su absoluta y disparatada lógica.
Sin embargo esto trasladado al plano espiritual parece que genera, como decía recientemente el padre Gálvez, una terrible sordomudez espiritual voluntaria y generalizada. ¿Qué lógica, congruencia y coherencia tiene el querer bautizar a un hijo personas que se definen como que no creen, o no practican -lo cual es casi peor porque es decir creo en Jesucristo pero no me importa nada lo que dice y hago lo que yo quiero-, o viven en todo tipo de situaciones irregulares totalmente incompatibles con una vida cristiana -divorciados, concubinatos -conviviendo sin casarse-…?
Y digo incongruente porque, independientemente del beneficio objetivo que va a tener el infante por la “limpieza” del pecado original, es evidente en la actitud de los padres y padrinos, que es lo que analizamos aquí, que no hay un motivo de Fe en dicha decisión, sino un simple motivo sociológico -porque todos lo hacen y mi hij@ no va a ser menos- y como una especie de presentación en sociedad del recién nacido. Parece que se actúa por puro borreguismo y que para la sociedad no practicante sencillamente hay tres «fiestecitas» relacionadas con el crecimiento de los hijos que son el bautizo (presentación en sociedad) , la comunión (puesta de largo anticipada) y confirmación (puesta de largo 2), y que se hacen en la iglesia como podían hacerse vestidos de carnaval, pero como todo el mundo la hace allí pues yo también.
Esto es sencillamente lo que se llama un sacrilegio por parte de los padres y padrinos, es decir un mal uso de lo sagrado, donde se utiliza sin ninguna intención real de Fe o espiritual a la Iglesia y sus sacramentos para «disfrazar» las fiestas particulares. El problema es que estas personas se presentan además alegremente a jurar y prometer solemnemente ante Dios en falso, mintiendo con pleno conocimiento, que van a dar al hijo una formación espiritual y coherente que ellos ni practica, quieren y, en muchos casos, incluso desprecian.
Una vez decidido el bautizo de forma incongruente toca elegir padrinos incoherentemente. Recordemos lo que nos dice sobre los padrinos el catecismo mayor de San Pío X, obra maravillosa de síntesis y claridad exponencial:
“573. ¿Quiénes son los padrinos y madrinas del Bautismo? Los padrinos y madrinas del Bautismo son aquellas personas que por disposición de la Iglesia tienen a los niños en la sagrada fuente, contestan por ellos y salen fiadores ante Dios de su cristiana educación, especialmente si en esto faltasen los padres.
575. ¿Qué personas deben elegirse para padrinos y madrinas? Deben elegirse para padrinos y madrinas personas católicas, de buenas costumbres y obedientes a las leyes de la Iglesia.
576. ¿Cuáles son las obligaciones de los padrinos y madrinas? Los padrinos y madrinas están obligados a procurar que sus hijos espirituales sean instruidos en las verdades de la fe y vivan como buenos cristianos, edificándolos con buenos ejemplos.”
Es decir son padrinos EN LA FE, que van a prometer ante Dios el cumplimiento de las obligaciones que contraen. Y ¿quién tiene en cuenta hoy en día estos criterios incluso entre católicos que sí bautizan a sus hijos por motivos de Fe?
En su lugar los padrinos son elegidos por motivos de parentesco, hermanamientos y mil criterios mundanos obviando por completo, salvo rarísimas excepciones, el criterio principal que debería tenerse.
Y en todo esto se comete ya un doble sacrilegio. Por un lado los padres, al utilizar el sacramento con fines mundanos ajenos a la Fe, incluso sino es completo pues puede haber padres que hagan el bautizo por motivos de Fe pero eligen los padrinos por motivos mundanos. Por otro lado los padrinos EN LA FE, al prometer ante Dios que van a cumplir una tarea que saben positivamente no van a hacer porque en la mayoría de los casos ni creen ni les importa lo más mínimo, siendo a la vez una grave responsabilidad de los padres elegir como padrinos en la Fe a personas que saben positivamente ni la tienen o si la la tienen no la practican y menos llevan vidas que puedan servir de ejemplo cristiano.
Y ante esto yo me extraño que nadie dice nunca nada sobre estas incongruencias tan patentes que no se impiden ni obstaculizan desde los púlpitos, sino que más bien se alimentan. Cuando presencio estas situaciones no puedo evitar pensar ¿pero como este señor o señora tiene la cara dura de prometer ante Dios hacerse custodio de la fe católica que ni practica, sino se burla de ella? Y encima después de esta monumental burla a Dios y a lo sagrado vamos a «celebrarlo» y, he de decir, que he presenciado personalmente casos en los que en la propia celebración los padrinos EN LA FE se burlaban de la iglesia y los sacramentos.
El fruto de esta generalizada burda manipulación de lo sagrado se aprecia nítidamente en las ceremonias donde acuden estos padres, padrinos y familiares, con un bochornoso espectáculo dentro de la Iglesia de falta de respeto generalizado e indiferencia absoluta ante lo más Santo y sagrado. Una vez que se sale por la puerta parece que la palabra Iglesia queda automáticamente relegada a «un lugar» carente de cualquier significado y por supuesto sin el menor rastro de compromiso alguno con lo que acaban de jurar y prometer ante Dios.
Y esta situación me parece muy grave porque es un indicativo de la absoluta decadencia moral de la sociedad. Incluso dejando de lado las consideraciones religiosas, parece realmente una bajeza presentarse a jurar y prometer cosas en falso, sea lo que sea, pero máxime utilizando cosas que para otras personas son íntimamente trascendentes.
La verdadera caridad empieza por no dejar en el error a los demás, por advertirles que lo sagrado es algo muy serio para utilizarlo para fines personales de diversión y autocomplacencia social.
Pero no, nadie no es que no digan o hagan algo por evitar esto, sino que además miedo me da cuando parece que se habla de «abrir» más los sacramentos, como si no fueran ya un auténtico y generalizado festival del sacrilegio para la gran masa.
Es la normalidad de la anormalidad.
Juan Gómez Sauceda