De la respuesta de Cristo: dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios

Meditación para el martes veintidós

PUNTO PRIMERO. Considera cómo Cristo nuestro Redentor antes de dar la sentencia en lo que le preguntaron, no solamente los oyó, sino que pidió y le mostraron la moneda del César; y viendo y considerando en ella su imagen, dio la sentencia; enseñándonos a no juzgar arrebatadamente, no sólo por el oído, sino si fuera posible, probando a vista de ojos la verdad: acusa tu imprudencia a vista de la rectitud del Salvador, pues tan fácilmente y tan sin consideración echas el fallo a todo cuanto se te ofrece, y pide a nuestro Señor maduro consejo en todas tus resoluciones, no moviéndote levemente, sino con prudente examen y probanza de la verdad.

PUNTO II. Considera cómo viendo la imagen del César en la moneda, la tuvo Cristo por del César, y mandó que se la diesen como propia suya. ¡Oh alma mía! mira la imagen de Dios en ti esculpida y grabada desde tu nacimiento, que corre parejas con tu ser; reconoce que eres de Dios y hechura suya, y que tienes obligación a darte a Él y ser todo suyo. Mira cómo has cumplido esta obligación hasta aquí, y cómo la has de cumplir en adelante: atiende a la imagen que te dio, y cuántas veces la has manchado y deslustrado; y llora tu ingratitud y descuido, no sea que no te reconozca Dios por suyo, y procura con la gracia divina renovar esta imagen con toda la perfección con los matices de virtudes. Vuélvete a Dios de todo corazón, y dile con afecto de tu alma: vos, Señor, que me formasteis, renovad la imagen que me disteis, pues veis mi insuficiencia y que ya no puedo nada sin vuestro favor.

PUNTO III. Pondera la sentencia del Salvador, dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios: esto es, a lo secular y del cuerpo lo inexcusable para la vida, y a Dios todo lo que tocare al aprovechamiento del alma. Mira cuán al contrario vives dando a los negocios del siglo y al regalo corporal todo el cuidado, el tiempo y las fuerzas: y a Dios y al bien de tu alma nada, lo menos y lo peor: mira que no es menos tuya el alma que el cuerpo, y que tienes más obligación a Dios que al mundo; y que dependes más de Él que del César ni de todos los monarcas de la tierra. ¿Por qué lo haces tan mal que todo se lo das al mundo y nada a Dios? Muda la vida, y muda de estilo, y date todo a Dios, pues eres suyo y nada al mundo si no fuere lo precisamente necesario para sustentar la vida en orden a conseguir la eterna.

PUNTO IV. Pondera que no le preguntaron a Cristo nada de los que se debía a Dios, sino de lo que al César solamente: y el Redentor, tomando ocasión de su pregunta, los dijo con la obligación que tenían al César, la que tenían también a Dios, que debe ser siempre la primera: de quien debes aprender a estar siempre advertido y en vela para no perder la ocasión de aprovechar a tus prójimos en todo lo que pudieses, y sacando ganancia para el alma de todo. Pídele al Señor esta gracia y que te la dé para aprovechar la tuya, sin dejar pasar tiempo ni ocasión que logres para gloria y honra suya.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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