De la sexta petición de la oración dominica: no nos dejes caer en tentación

Meditación para el miércoles veintiuno

PUNTO PRIMERO. Considera lo primero, que ha de haber tentaciones, como lo supone Cristo cuando nos manda pedir que no nos deje Dios caer en ellas: cercado estás de enemigos, y dentro de ti mismo tienes quien te haga guerra; así, es lance forzoso padecerlas y ser tentado, y por esto no pedimos que nos libre de padecer tentaciones, sino que nos asista y ayude, y no nos deje caer en ellas; de lo cual has de sacar no afligirte ni desmayar si te hallares tentado, sino anímate como generoso soldado de Cristo a pelear con valor y alcanzar la corona. Humíllate en el acatamiento de Dios, y pídele que te tenga de su mano y te saque vencedor.

PUNTO II. Considera la flaqueza del hombre para vencer las tentaciones, si Dios le deja en ellas; porque como no tiene fuerzas para defenderse, le manda Cristo que se valga de las divinas, pidiendo a la Suprema Majestad que le defienda y no le deje caer en ellas: de lo cual has de sacar cuán poco puedes sin Dios, pues todas tus victorias las debes a su gracia: dale gracias por las que te ha hecho, y pídele que te asista de nuevo en las batallas que el enemigo te ofrece; y reconociendo tu flaqueza, anímate con su gracia y no te atrevas a entrar en las tentaciones en que Dios no te metiere. Saca de aquí esta cautela y recélate siempre de ti mismo huyendo de las ocasiones de caer, pero confía en la divina bondad, que en las que él te pusiere te sacará con victoria.

PUNTO III. Considera que como dice san Cipriano, en esta petición declara el Salvador que el demonio no tiene potestad ni fuerzas para tentarnos si Dios no se lo permite; y que todas las tentaciones nos vienen por ordenación de Dios para nuestro aprovechamiento; de lo cual has de sacar un grande ánimo contra el demonio para no temerle, como a quien tan poco puede, sino animarte con esfuerzo y pelear con osadía con ciertas esperanzas de vencerle, y recibir las tentaciones con igualdad de ánimo como enviadas de la mano del Señor, el cual en una balanza pone la tentación, permitiendo a nuestro enemigo que nos tiente, y en otra las fuerzas para vencerle; y si Dios nos ayuda, di con David, que no temerás todas las huestes del infierno que se levanten contra ti. Clama y ora al Señor con esperanza, que él será contigo y no te dejará caer en la tentación.

PUNTO IV. Considera que nos manda Cristo levantar el corazón a Dios en las tentaciones, para enseñarnos que la oración es el arma con que hemos de pelear y salir vencedores en las lides que traemos con el demonio y con el mundo y con nosotros mismos; como dice san Agustín, pedimos aquí la perseverancia en el bien, y que nos saque con ganancia de las tentaciones, para este fin las permite Dios, para avivarnos en su servicio y fervorizarnos en la vida espiritual, y tenernos humillados y cautos en las ocasiones con el riesgo de las tentaciones. Todo esto confiesa san Pablo, cuando hablando de las que él padecía dice[1]: porque la alteza de las revelaciones no me desvanezca, me ha dado Dios un estímulo de mi propia carne, un ángel de Santanas que me dé bofetadas; por lo cual he rogado tres veces al Señor que lo apartase de mí; a donde confiesa, lo primero que le envió Dios las tentaciones para lustre de su humildad, porque la grandeza de las revelaciones no le hiciesen caer en vanidad; y si san Pablo convino que tuviese este resguardo, siendo confirmado en gracia, ¿cuánto más necesario será que le tengas tú, expuesto a tantas caídas y en tantos riesgos de perderte? Llamó a la tentación, acicate que aviva y hace diligente en la carrera al caballo; así envía Dios las tentaciones, no para que desmayemos, sino para que avivamos y hacernos diligentes en su servicio; y llámala también bofetada que duele, porque sepas el merecimiento que tenía, y que cuando la tentación es bofetada que duele y afrenta, es de mucho mérito delante de Dios. Considera si te afrentas de tenerlas, y si te duelen o deleitan las tentaciones de tu enemigo, para merecer con ellas el cielo, y últimamente dice que se valió de la oración, rogando a Dios que le tuviese de su mano, y apartase aquel mal ángel de sí, porque esta es el arma con que hemos de vencer la tentación. Ármate, pues, con ella, y pídele a Dios que te mire con ojos de piedad, y no te permita caer en tentación.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

[1] 2 Corintios 12

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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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