De la tercera petición: hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo

 Meditación para el viernes dieciocho

Punto I. considera lo que nos manda nuestro Padre Cristo, que se haga la voluntad de Dios en todas las cosas, así en la tierra como se hace en el cielo; en que tienes mucho que pensar, lo primero, que es la voluntad de Dios; conviene saber la regla de todo acierto y el nivel con que se disponen y miden todas las cosas, y la que se aparta de esta regla va desordenada y perdida. Considera como todas las cosas fueron criadas por la voluntad de Dios, y todas por ella tienen su orden, peso y medida, y con ella se conservan y sin ella no pueden conservar, y atiende cuanto te importa a ti discrepar un ápice de la voluntad del Altísimo, y pídele una y mil veces que se haga, cumpla y ejecute con todo y por todo su santa voluntad en la tierra, como lo hacen, cumplen y ejecutan los ángeles del cielo.

Punto II. Contempla así bien como todas las cosas criadas hacen la voluntad de Dios, sirviendo para aquellos que las crio, y estando a su orden y disposición sin resistirle jamás, conforme a lo que dice David: todo lo que Dios quiso en el cielo y en la tierra, en el mar y los abismos. Míralos, óyelos, los astros, los elementos, las yerbas y todos los vientos, como hacen su voluntad; y córrete de que los animales y las criaturas insensibles le obedezcan y sirvan mejor que tu; alábale de todo tu corazón por su gobierno, disposición y voluntad, y pídele que se cumpla y ejecute en ti mucho más que en todas las criaturas.

Punto III. Sobre todo considera como la ejecutan los ángeles y santos en el cielo; carga aquí el peso de la meditación y contempla la prontitud de ánimo con que moran en aquel corte celestial para obedecer a Dios a cualquier significado de su voluntad por ardua que sea la obediencia que les impone y como la ejecutan con suma presteza y gusto, sin género de tardanza, ni resistencia, ni repugnancia; ni parecerá juicio contrario, sino con sumo rendimiento y alegría con que gozan de eterna paz y suma gloria. ¡Oh si así obedeciésemos a todos al Señor! Esta es la regla que nos dio Cristo y este es el modelo que nos manda guardar: pídele a Dios con toda insistencia que te dé a ti y a todos esta gracia, de que se haga su voluntad en ti y en todos, así en la tierra, como se hace en el cielo, en lo próspero y en lo adverso, en lo difícil y en lo fácil, en lo alto y en lo bajo, con gozo y alegría, con prestenza y prontitud, sin tardanza ni repugnancia, no teniendo otro querer o no querer más de lo que Dios quiere o no quiere, unido y conforme con su santísima voluntad.

Punto IV. Considera ahora dentro de ti mismo en la presencia de tu Dios, cual es al presente la voluntad de Dios, que es lo que quiere de ti, y en que gusta que le sirvas. Dios te dio el libre albedrio y te dejo en manos de tu voluntad, para que hicieses la tuya y merecieses el cielo, sujetándote libremente a ella; mira ahora, pues, que es lo que Dios quiere de ti, y resuélvete firmísimamente hacer su santísima voluntad, sin discrepar un ápice de ella; ríndete a sus pies, dile de todo corazón: Señor y Dios mío, Criador y dueño mío, aquí me ofrezco a vos, para que se cumpla y haga vuestra santísima voluntad en mí, esto os pido y suplico, que no me aparte un punto de lo que vos gustáis; dadme esta gracia, que yo haga vuestra voluntad e la tierra, como la hacen los ángeles en el cielo.

Padre Alonso de Andrade, S.J

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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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