De la ley de Dios y el deseo de aprovechar

Meditación para el lunes de la decimoséptima semana

PUNTO PRIMERO. Considera cómo preguntando a Cristo por el mayor de los preceptos, respondió que era el de amar a Dios, y que toda la ley se resumía en este y en amar al prójimo. Pondera la suavidad de la ley divina y la dulzura de sus preceptos, que son todos de amor, y tan fáciles y ligeros, que toda su carga se cifra en estos dos; y siendo así, la tienes por tan pesada, que dices no la puedes llevar; acusa tu cobardía y la falta de tu espíritu, que por no tenerle, se te hacen pesados de llevar, y dificultosos de cumplir los mandamientos de Dios; pídele con humildad que te dé su santa gracia, con la cual todo se te hará dulce y fácil de llevar.

PUNTO II. Considera cómo los fariseos por una parte llamaban a Cristo su maestro, y por otra no le creían, ni estimaban su doctrina ni sus consejos, antes le contradecían, negando con las obras lo que decían con las palabras. ¡Oh pecador! mete la mano en tu pecho, y considera cuántas veces has caído en este pecado de los fariseos, confesando a Cristo por tu Maestro con la boca, negándole con las obras, no siguiendo sus consejos, contradiciendo su doctrina y a haciendo todo lo contrario que te enseñare; para tu daño y en la ofensa que le haces, llora la ceguedad pasada, y pídele a Dios perdón con propósito firme  de la enmienda, y de aprovecharte en lo futuro de sus consejos y doctrina.

PUNTO III. Considera cómo le preguntan por el mayor precepto de la ley, no cumpliendo el menor de ella, y pondera el yerro que es querer subir a mayores, sin pasar por el aula de menores. Mira en qué grado te hallas y las obligaciones que te corren; y aprovechando en los grados más ínfimos, pídele a Dios luz y gracia para cumplir los menores de la penitencia y mortificación de tus pasiones, para poder subir a los mayores del amor perfecto de Dios, y de su contemplación y unión, y a los grados más altos de perfección.

PUNTO IV. Pondera la respuesta de Cristo, y toma sus palabras como dichas a ti, conviene a saber: amar a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo. Medita las obligaciones que traen consigo estos dos preceptos y cómo los cumples, cuán tibiamente amas a Dios, y cómo tienes dividido tu amor con las criaturas, y cuántas veces le ofendes por ellas, y cuán lejos estás del amor de tu prójimo, pues le ves perecer y no le socorres, ni haces nada por él, sino por el propio interés; y pídele a Dios gracia para enmendarte y cumplir perfectísimamente su santa ley.

Padre Alonso de Andrade S.J

Artículo anterior
Artículo siguiente
Meditación
Meditación
Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

Del mismo autor

De la doctrina del Evangelio (Luc. 3)

MEDITACION I Para la cuarta Dominica de Adviento Imperando Tiberio César, etc., envió...

Últimos Artículos

¿Adoramos la Palabra y despreciamos a su Autor?

De forma muy habitual en la celebración de la...

«Te dormiste»

El aria, llamada Nessum Dorma y perteneciente a la...